Esta particular situación ha transformado el problema del R en un asunto evidentemente interdisciplinar, ya que hoy no parece lógico abordar la cuestión filosófica de fondo sin tratar, aunque sea de un modo sumario, algunas de sus consecuencias en el ámbito de las ciencias particulares. El horizonte de la discusión se ha ampliado, quizás en forma definitiva. La interdisciplinariedad no es entonces en este punto una mera concesión a la moda —con todos los riesgos de superficialidad y banalización que esto implicaría—, sino que responde a una necesidad legítima. Es la complejidad misma de la realidad la que requiere de abordajes y perspectivas diversas.
Así, el desafío teórico en el ámbito de la biología implica, según Ingo Brigandt (Brigandt 2013), que se trabaje para alcanzar una adecuada «integración» de los diversos saberes y metodologías que la componen. Y, aunque todavía no hay consenso sobre la forma específica en que puede lograrse esa integración, su propósito sí está claro. Se hace necesario superar las ostensibles limitaciones del paradigma R en los que se corre el riesgo de perder de vista el individuo real existente, sin pagar por ello el costo de un pluralismo incompensado (Brigandt 2010), que terminaría fragmentando a cada disciplina en compartimentos estancos, casi como dimensiones inconmensurables (Dupré 1993; Rosenberg 1994).
Pero a este carácter interdisciplinar debe añadirse que el R no puede ser un problema solo para las ciencias, ni siquiera para la filosofía de las ciencias, sino que involucra necesariamente también otros saberes, con sus propios y diversos contextos de sentido. No se trata solo de relacionar entre sí ciencias particulares o subdisciplinas científicas que, de alguna manera, responden a un marco epistemológico común. Esta discusión tiene derivaciones que competen a la filosofía entera y que, en ocasiones, interpelan incluso a la teología y a las convicciones fundamentales del saber ordinario. A esta peculiar característica de la discusión, que implica la esencial correlación de tipos heterogéneos de conocimiento, podríamos llamarla, a falta de un mejor término y si se nos permite el neologismo, transteoreticidad. El problema del R atraviesa formas heterogéneas del saber humano.
Así el problema del R se agregaría a las naturales y acostumbradas dificultades de los debates filosóficos que es, además, una cuestión interdisciplinar y transteorética. Todos estos factores hacen pensar en una discusión que, lejos de simplificarse, gana complejidad con el tiempo.
5. GRAVEDAD DE LAS CONSECUENCIAS TEÓRICAS Y PRÁCTICAS DE LA CUESTIÓN DE FONDO
A pesar de que el marco de discusión dentro de la filosofía de la ciencia, dominado hoy mayormente por la tendencia analítica, impone en alguna medida restricciones a los cuestionamientos metafísicos —un autor llega incluso a sugerir que en la discusión sobre el R se practique una cierta «abstinencia metafísica» (Ruphy 2005)—, nadie ignora la naturaleza de las cuestiones últimas que están en juego. En este contexto, los asuntos de fondo son siempre y necesariamente demasiado relevantes como para que las discusiones no involucren algún grado de apasionamiento. Luego, como la psicología humana reconoce algunos patrones inevitables, y entre ellos la dificultad que experimentan las discusiones para conservar claridad a medida que la temperatura se eleva, en el debate sobre el R debe intentar evitarse los riesgos de la pendiente resbaladiza que representa toda disputa enfervorizada.
Estas consecuencias últimas a las que nos referimos se hacen particularmente manifiestas en el hecho de que las líneas argumentales básicas del debate R-AR, tanto de una posición como de su antagonista, se replican muy frecuentemente en distintas áreas de discusión filosófica. En este mismo sentido, afirma Charles T. Wolfe:
Curiosamente, si se mapean estas posiciones en biología teórica (holismo y R) estas manifiestan una asombrosa semejanza con el paisaje de la filosofía moral contemporánea, especialmente respecto de la libertad frente al determinismo. (Wolfe 2012, 3)
Considerando esta misma cuestión de los argumentos R y AR, aunque desde una perspectiva de fondo quizás opuesta, Alexander Rosenberg y Daniel McShea realizan una concesión análoga:
Los fundamentos filosóficos de la disputa giran alrededor de dos conceptos: la superveniencia y la múltiple realizabilidad que son recurrentes en tres tipos de discusiones. Discusiones sobre el R en biología, sobre la identidad de los estados mentales y los estados cerebrales en filosofía de la psicología y sobre el individualismo metodológico en las ciencias sociales. (Rosenberg-McShea 2008, 96)
Se hace evidente, a este respecto, que si, se extiende la discusión en torno al R al plano de la correlación entre fenómenos de conciencia y estados cerebrales, lo que se termina poniendo en tela de juicio es, en última instancia, la cuestión del libre arbitrio y de la capacidad moral. De este modo, no pareciera posible evitar una tensión constitutiva, por la que un progresivo robustecimiento de las explicaciones R redunda necesariamente en una mayor dificultad para sostener posiciones compatibilistas. Así, a medida que el R se profundiza, la compatibilidad, si es posible, involucra una libertad cada vez más devaluada.
Hasta aquí nos hemos referido a las consecuencias de la discusión sobre el R en el ámbito antropológico-psicológico y, más específicamente, hemos considerado el duro golpe que un triunfo del R representaría para la forma en que habitualmente entendemos la conciencia y, con ella, al mundo y a nosotros mismos. Ya Fodor, en su momento, trató con claridad suficiente las dificultades que supondría el avance del R eliminativista para la psicología del sentido común (Fodor 1988). Sin embargo, y aunque esto resulta hoy muy infrecuente, no es absurdo plantearse si, parejamente, un robustecimiento en las posiciones AR en la filosofía de la mente no podría tener consecuencias análogas en todos los otros niveles en los que esta discusión se presenta.
Nuevamente en este punto, Thomas Nagel se anima a lanzar un cuestionamiento radical, que todavía hoy puede resultar inquietante para un sector importante de la comunidad científica:
Si se duda de la reductibilidad de lo mental a lo físico y de todas aquellas cosas que acompañan a lo mental como el valor o el significado, entonces hay razones para dudar que el materialismo reductivo se pueda aplicar en biología y, por lo tanto, también habría razones para dudar que el materialismo pueda dar una explicación adecuada incluso del mundo físico. (Nagel 2012, 14)
Se trata, evidentemente, de una tesis de una profundidad tal que excede con creces las posibilidades de nuestro análisis en este contexto. Baste con decir aquí que el cuestionamiento de Nagel al naturalismo R nos resulta, cuanto menos, digno de consideración desde un punto de vista filosófico y, además, llamativo, toda vez que no se desprende de un compromiso teórico con el teísmo —al que, por cierto, desestima como cosmovisión alternativa por razones cuestionables (Rodríguez Valls 2015)—. En todo caso, el planteamiento de este autor nos sirve para ilustrar nuestra tesis, que es la relevancia de las cuestiones que, de un modo directo o indirecto, estarían involucradas en un debate de fondo sobre el R. Estas consecuencias hacen al interés, a nuestro juicio, perenne que este problema no puede dejar de suscitar.
6. CARÁCTER ESENCIALMENTE LIMITADO Y LIMITANTE DEL CONOCIMIENTO HUMANO
Ya nos hemos referido a la fascinación humana por la búsqueda de la composición elemental de las cosas como una de las claves para entender la vigencia del problema del R. Esta fascinación está emparentada, a su vez, con el carácter reductivo, que es una de las condiciones estructurantes del conocimiento humano, y con la aspiración psicológica, con el anhelo profundo, de lograr una visión unitaria que integre los diversos ámbitos de la existencia en un único contexto de sentido. Estos factores sostienen al hombre en la indagación de lo que está más y más adentro de la materia, aunque, como señala Sergio Chibbaro, esta investigación tenga algo de paradójico. Resulta en algún sentido paradójico, a su juicio, el esfuerzo que supone asomarse a lo microscópico, cuando gran parte de la realidad macroscópica nos resulta todavía desconocida y cuando no sabemos a ciencia cierta cómo, si acaso, se trasladan los efectos de un ámbito al otro (Chibbaro et al. 2014, xii).
Sea como fuere, si se atiende al primero de los factores que hacen a la vigencia de la tentación R, que es el carácter esencialmente limitante del conocimiento humano, el R al igual que el antropomorfismo resultan, cada uno en su ámbito, errores contra los