La biología contemporánea presenta un sinnúmero de subdisciplinas con objetos de estudio, metodologías y marcos teóricos diversos. No obstante, a pesar de dicha pluralidad de enfoques, es posible reconocer algunos ítems comunes entre diferentes campos del saber asociados a las ciencias de la vida. Así pues, uno de los puntos de vista con mayor presencia en la comunidad de las ciencias biológicas ha sido el denominado determinismo genético, el cual se ha desarrollado a partir del predominio de la genética3 como marco teórico hegemónico de la biología durante gran parte del siglo XX, tanto en la biología evolutiva (Keller 2000; Moss 2003), como en la biología funcional (Mayr 1961). En efecto, en la biología evolutiva —para el caso particular de la versión presentada por la genética de poblaciones— ha prevalecido la visión de que los organismos deben su diversidad a la variación genotípica, otorgándole a dicho ámbito un rol fundamental en el proceso evolutivo. A su vez, cabe reconocer el advenimiento a mediados del siglo pasado de la «visión molecular», dirigiendo su atención a los aspectos fisicoquímicos de la genética, redefiniendo de esta manera conceptos y objetivos de la propia biología, e introduciendo tecnologías novedosas (Keller 1990).
Sin embargo, tanto desde la postulación de la síntesis moderna como desde la consolidación de la biología molecular, los marcos teóricos de la disciplina se han ido modificando sustancialmente, poniendo en discusión la vigencia del determinismo genético en distintas áreas de la biología. Al respecto, resulta interesante mencionar que gran parte de las críticas al determinismo genético se han desarrollado por su aplicación al caso de los humanos, ya que «lo que el determinismo biológico tiene que decir acerca de las sociedades humanas es más erróneo que lo que dice acerca de otros aspectos de la biología» (Rose, Lewontin y Kamin 1984, 10). En otras palabras, una de las preocupaciones centrales ha radicado en las consecuencias sociopolíticas del discurso determinista en tanto legitimador de posiciones conservadoras. En consecuencia, la estrategia argumentativa desarrollada por diversos biólogos ha consistido en cuestionar aquellos supuestos que han dado sustento al determinismo biológico, mostrando que tal determinismo no es aceptable en términos de las teorías científicas vigentes. Es decir, dado que el determinismo biológico pretende sostenerse bajo un pretendido manto de legitimidad científica, la crítica se ha dirigido a poner en duda algunas de sus bases teóricas biológicas. Así pues, la idea de que los genes determinan de alguna manera los rasgos fenotípicos ha sido criticada en diversos campos asociados a las ciencias biológicas, tal como el caso de la biología del desarrollo y la genética molecular, entre otros (ver por ejemplo Gould 1977b; Gould y Lewontin 1979; Lewontin, Rose y Kamin 1984; Oyama et al. 2000; Jablonka y Lamb 2005). No obstante, pese a este conjunto de cuestionamientos, el determinismo genético ha logrado permanecer con cierta vigencia dentro de la matriz teórica de la biología contemporánea.
A partir de lo desarrollado, cabe señalar que nuestro trabajo busca realizar un aporte acerca de la discusión en relación con el determinismo genético actual en la biología. Para ello, la pregunta general que nos guía es: ¿qué es se entiende por determinismo genético en la biología contemporánea y cuáles son sus principales objeciones? Con el fin de acercarnos a una posible respuesta, intentaremos dar cuenta de algunas de las características definitorias del determinismo en general y del determinismo genético en particular en diferentes campos de la biología. A su vez, desarrollaremos algunas de las principales objeciones, tratando de reconocer si efectivamente el determinismo genético presenta algún sustento en la biología contemporánea. Comenzaremos pues el recorrido preguntándonos qué es el determinismo.
1. ACERCA DEL DETERMINISMO EN BIOLOGÍA
1.1. DEL DETERMINISMO…
Una de las primeras distinciones necesarias para abordar la problemática en cuestión refiere al reconocimiento de, al menos, dos acepciones diferentes de la determinación (Bunge 1997). La primera de ellas es la determinación en tanto propiedad, sentido que se le otorga a la palabra cuando se dice que algo está determinado en tanto presenta características definidas. La segunda, y la cual resulta de mayor relevancia para nuestro objetivo, es aquella que se presenta como conexión necesaria, constante y unívoca, entre acontecimientos o cosas. Así, por ejemplo, las máquinas que tienen un movimiento regular y predecible se dice que tienen estados determinados, ya que sus estados sucesivos se siguen uno a otro conectados necesariamente con exclusión de otros nuevos, inesperados. Esta última acepción de la determinación resulta especialmente relevante en las explicaciones sobre los fenómenos naturales, dando lugar a numerosas controversias, por ejemplo, al intentar precisar científicamente cuáles son los eventos y las condiciones para que ocurra tal determinación. En efecto, dichas discusiones hacen del determinismo un ámbito de profundo debate filosófico y científico (Roberts 2005).
Así pues, para abordar la cuestión del determinismo, resulta conveniente recordar una de las tesis históricamente más relevantes, propuesta por el físico y matemático Pierre Laplace:
Debemos considerar el estado presente del universo como el efecto de su estado antecedente y como la causa del estado que sigue. Una inteligencia que conozca todas las fuerzas actuando en la naturaleza en un instante dado, así como las posiciones momentáneas de todas las cosas del universo, sería capaz de comprender en una sola fórmula los movimientos de los cuerpos más largos así como los de los átomos más livianos, siempre y cuando su intelecto sea lo suficientemente poderoso para someter todos los datos bajo análisis; para ella nada será incierto, el futuro así como su pasado estará presente en sus ojos.[…] Todos los esfuerzos de la mente en la búsqueda de la verdad tienden a aproximarse a la inteligencia que recién imaginamos, aunque permanecerán siempre infinitamente lejos de tal inteligencia. (Laplace 1814 [1951], 282)
Es menester mencionar que la «inteligencia» de Laplace no es una referencia divina, sino que más bien debiera ser entendida como especie de «supercientífico» (Popper 1982). Pero más allá de esta cuestión, es importante destacar el vínculo que esta visión establece entre su concepción acerca de la naturaleza del mundo —acerca de que el estado presente del mundo es causa determinante del futuro y consecuencia ineludible del pasado— y la propuesta de una inteligencia «superior» capaz de predecir (o retrodecir) el estado del mundo en cualquier tiempo, conociendo las fuerzas de la naturaleza en un instante dado. En otras palabras, la perspectiva de Laplace consiste en relacionar fuertemente una visión acerca del aspecto ontológico del mundo con los aspectos epistémicos, en la medida en que dichas características puedan ser predichas (o retrodichas). El determinismo así planteado resulta íntimamente ligado a la capacidad de predicción de un determinado sistema.
La postura de Laplace ha sido ampliamente discutida en tanto relaciona de manera directa los aspectos ontológicos y epistemológicos de la problemática. Sin embargo, aunque Karl Popper haya defendido la posición de Laplace al involucrar predicción con determinismo (Popper 1982), actualmente se ha llegado a cierto acuerdo en distinguir ambos aspectos, circunscribiendo para algunos autores la definición de determinismo solo al aspecto ontológico (Earman 1986; Roberts 2005; Hoefer 2015). Tal decisión se sustenta en que se puede pensar que el mundo actual es una consecuencia ineludible del pasado, siendo la capacidad de predecirlo una problemática diferente, aunque evidentemente relacionada.
A su vez, además de la distinción entre aspectos epistemológicos y ontológicos del determinismo, resulta relevante poder distinguir entre otros dos sentidos diferentes del determinismo. El primero surge cuando se propone que la disposición de un sistema depende necesariamente del estado de su microestructura, de sus propiedades y de su orden. Esta acepción del determinismo hace referencia a la conexión entre niveles de organización de la materia, propuesta con vínculos estrechos al reduccionismo. El segundo sentido del determinismo es el que, a grandes rasgos, sugiere que, dadas ciertas condiciones iniciales, en un tiempo dado se encuentran ineludiblemente precisados ciertos fenómenos del futuro. Esta perspectiva presenta nexos con la visión de Laplace al incorporar la variable temporal. Así pues, es rescatable la nomenclatura de Achim Stephan (1999), quien denomina a la primera acepción como sincrónica (en tanto presenta un carácter atemporal), y a la segunda como diacrónica (en la medida en que incorpora la temporalidad como eje central). En efecto, las distinciones realizadas resultan sumamente relevantes para entender el determinismo