Desvestir al ángel. Eleanor Rigby. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Eleanor Rigby
Издательство: Bookwire
Серия: Desde Miami con amor
Жанр произведения: Книги для детей: прочее
Год издания: 0
isbn: 9788418013416
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mi cuca estaba ahí y... Ya sabes, son cosas que pasan. ¿Te importa si voy a vestirme, y luego seguimos hablando de accidentes laborales?

      Mio apenas se dio cuenta de que desaparecía y volvía vestido. Se quedó con la boca abierta por su desenvoltura. Luego recordó lo de caerse y la cuca y la cerró, por si acaso.

      Jesse apareció con otro aire diferente. No llevaba traje, lo que daba a entender a Mio que allí se pasaban el código de vestimenta por el arco, aunque iba elegante. Marc nunca se salía del traje completo, Caleb prefería ahogarse a ponerse corbata, y Jesse llevaba su camisa con chaleco elegante y tirantes.

      —¿Te gusta? Estoy viciado a Peaky Blinders y les he copiado el estilo. —Le echó otro vistazo de arriba abajo—. La verdad es que aquí nos ponemos cómodos cuando podemos, y siendo una Sandoval no tendrías por qué venir tan emperifollada. ¿Has pensado en ponerte una falda más corta? Esa que vistes es un modelo anticuado, ya no se lleva. Mira a las secretarias, si no. De medio muslo para arriba. Y que conste que no hay ninguna intención oculta detrás de lo que digo, no me interesa verle las piernas a nadie, solo le hago un favor a un amigo.

      Mio cada vez entendía menos. Pero por suerte, el hombre no echaba en falta sus respuestas: preguntaba y contestaba él, y los chistes y las risas los añadía también él... Debía pasárselo muy bien cuando se quedaba solo en casa.

      —Caleb no está hoy, así que no tienes que preocuparte por las excusas. —Le ofreció el brazo—. Por esta mañana voy a ser yo tu perro guía. Me ha encomendado poco trabajo para ti, apenas movilizarte a buscar jurisprudencia de dos casos civiles.

      —¿Por qué no está? —preguntó, con un deje triste en el tono.

      —Entre hoy y mañana se celebra uno de los juicios más importantes para el bufete. Caleb y Aiko lo llevaban juntos. No te habrás enterado porque ha tenido poca repercusión mediática, pero el cliente está forrado y si gana nos colocaremos por encima de ese cerdo despreciable de Marc Miranda.

      —Pero si es tu hermano.

      —Por eso digo que es un cerdo despreciable, aunque es mi cerdo despreciable. Y créeme, prefiere que lo llamen así a que digan cosas bonitas de él.

      La dejó en la puerta de su despacho.

      —Tienes las carpetas sobre la mesa. Yo voy a ver de incógnito cómo lo hace mi zorrillo, con sombrero y todo, que como me vea entre el público mientras interroga se pone nervioso. Ay, mi dama victoriana...

      Mio lo cogió del tirante antes de que se fuera.

      —¿Puedo ir?

      Jesse la miró con interés. El tío era guapo, parecido a Marc, aunque con un aire completamente distinto. Mientras que Marc era el caballero de la melena retocada y la sonrisa de «vamos a jugar», Jesse era el lobo, la bestia, el rebelde de pelo revuelto y ojos despiertos.

      —¿Nunca has estado en un juicio?

      —Claro, claro, durante la carrera fuimos a algunos... Pero nunca he visto a Caleb hacerlo. —Pausa—. Hacer de abogado, digo.

      —Desde luego, no has visto a Caleb hacerlo porque lo haces con él

      —puntualizó, perverso. Se echó a reír—. Por mi despacho pasan todos los chismes, pero tranquila, sé que es mentira. Cal no se tira a las mujeres que le ponen, creo que le tiene miedo a ponerse tan cachondo durante el proceso que tendrá que pasar el resto de su vida meándose en la boca. A este paso le va a echar un nudo a la polla... ¿Digo demasiadas veces la palabra «polla»? No se lo digas a tu madre, tengo la esperanza de impresionarla con mi magnífica educación.

      ¿Que no se tiraba a...? ¿Qué había dicho? Hablaba tan rápido y cambiaba tantas veces de tema que no le daba tiempo a asimilar lo que salía de su boca.

      —Sí, puedes venirte, claro —añadió. Coño, era un auténtico misterio cómo lo hacía para acordarse de lo que le preguntaban, cuando parecía que no escuchaba—. Le diré a mi adjunta que se encargue de la jurisprudencia por ti.

      —Pero eso no es justo...

      —Claro que es justo, ¿para qué crees que la contrataron? La mía no sabe conversar y tiene un gusto musical deplorable, y, por cierto, es más fea que un coche bocarriba, pero para compensar toda la tragedia es excepcionalmente eficaz. Además de que le hace muy feliz estar entre libros, yo solo la catapulto al cenit del placer. Vamos. —Hizo un gesto para que le siguiera—. Tenemos muchas cosas de las que hablar, tú y yo...

      Cuando se presentaron quince minutos después en los juzgados —tuvieron que ir andando porque Jesse solo tenía bicicleta, y Mio la cara muy dura aprovechándose de la caballerosidad de Caleb para llegar a los sitios—, ya le había cogido el tranquillo al abogado. O por lo menos se sentía menos intimidada por sus respuestas largas. Desde luego, el muchacho no estudió el «Yes, I do», corto y cambio; debía ser de los que trasladaban todo el enunciado al resultado.

      —Es un caso complejo —le dijo de camino—. Son dos hermanos enfrentados por la división testamentaria del padre... Pero que no se pusieran de acuerdo no es lo único: en Leighton Abogados podemos manejar a los niñitos de papá peleándose por millones como mujeres en rebajas. Por lo que sé gracias a mi admirable talento de fisgonear para enterarme de lo que no debo, esto del testamento destapó la malversación de uno de los hermanos sobre los activos bancarios del otro. Pura envidia, por lo que se conjuga la parte preferida de Aiko en los juicios: los sentimientos. Envidia, arrepentimiento, dolor... Qué malos son los celos.

      »Y hablando de celos —hiló. La dejó pasar antes que a él y se colocó un sombrero de fieltro que parecía haber sacado de los felices años veinte—. ¿Tienes novio, rollete...? Tranquila, sé que esto es improcedente y que cualquier otra mujer me habría dejado la marca de sus anillos por entrometido. Me he comido varias piezas de coleccionista; piedras de rubí, zafiros, esmeraldas... Todas alianzas de casada. Pero me arriesgo de todos modos.

      —Ah, no me importa que me preguntes esas cosas. No, no tengo novio, ni nada... Solo a Cal, y como has dicho, es mentira. Pero no se lo digas a nadie, por favor.

      —Descuida, es justo lo que necesitaba para chinchar a mi zorrillo. Pero dime...

      Hizo una pausa delante del guardia de seguridad para mostrar su identificación. Señaló a Mio alegando que lo acompañaba porque era la adjunta, y cruzaron las puertas de la sala. El juicio ya había comenzado, pero nadie se percató de la interrupción.

      —¿Qué te llevó a decirle a la gente que estabas liada con él? Nenita, habría sido más creíble si hubieras dicho que te echas unos casquetes conmigo from time to time. Si la gente se lo tragó fue porque llevabas su camisa como la Libertad de Delacroix, porque sin eso nadie habría pensado que Caleb tuviera genitales y, menos aún, que les diera uso.

      —¿En serio? —preguntó en voz baja. Se acomodó en el banco y apoyó los codos para impulsarse hacia delante e intentar captar a Caleb—. ¿Por qué? Sé que de vez en cuando se acuesta con Julie. Bueno, que lo hizo una vez.

      —Pero Julie es toda una profesional... Quiero decir: no es que sea una profesional porque cobre por el noble oficio del sexo, no me malinterpretes. Simplemente sabe tener la boca cerrada, por eso no la soporto. La gente discreta me pone de mal humor, me dificulta el trabajo de averiguar a quién se mete en las bragas...

      »En fin, como te iba diciendo, nadie confía en la sexualidad de Caleb porque si tuviera membranas, el muy cabronazo sería una ameba. Van a hacer dos años desde que lo conozco, y tuve que dejar de admirarlo porque su vida personal daba pena. No lo he visto salir en serio con una tía jamás, aunque es verdad que ha tenido sus momentos. Eso por no mencionar lo comprometido que está con el bufete. No se le ocurriría acostarse con alguien con quien trabajara. Es demasiado serio y se lo toma todo demasiado a pecho.

      Mio sí que se tomaba a pecho algunas cosas... Como, por ejemplo, la forma de su trasero. Caleb era uno de los tíos más altos y fuertes que conocía, siendo un metro noventa y cinco de piernas larguísimas y espalda en forma de triángulo invertido. La chaqueta de traje le favorecía, pero las