Contentar al demonio. Eleanor Rigby. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Eleanor Rigby
Издательство: Bookwire
Серия: Desde Miami con amor
Жанр произведения: Книги для детей: прочее
Год издания: 0
isbn: 9788418013379
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Muy formales despedidas.

      Observó que, en cuestión de segundos, Aiko daba un respingo por la vibración y sacaba su smartphone del bolsillo de la chaqueta. Dobló el libro que leía a un lado y la portada quedó expuesta a su curiosidad. Adicta a ti, rezaba el título. Marc sonrió divertido. No le hacía falta ni googlear para saber de qué iba.

      De: Aiko Sandoval

      Para: Marc Miranda

      Asunto: Respuesta más formal aún

      Buenas tardes para usted también. Ahora mismo estoy muy ocupada trabajando, pero si se trata de algo breve, dispare.

      ¿Que estaba muy ocupada trabajando? Marc se frotó la mejilla, donde le llegaba la sonrisa divertida.

      De: Marc Miranda

      Para: Aiko Sandoval

      Asunto: Formalísima réplica

      ¿Puedo saber qué ocupa su tiempo?

      De: Aiko Sandoval

      Para: Marc Miranda

      Asunto: Esa pregunta no ha sonado muy formal

      Cosas de abogada. ¿Esa era su duda?

      Marc negó con la cabeza como si pudiera verlo. Esperó a mandar un último correo para estudiar su reacción antes de entrar en la librería.

      De: Marc Miranda

      Para: Aiko Sandoval

      Asunto: La formalidad es muy subjetiva

      No. Mi duda era más bien una petición de opinión. ¿Me recomienda «Adicta a ti» como lectura antes de dormir? Me suena que le gustan ese tipo de libros.

      Aiko respondió tal y como había esperado. Cerró el libro de golpe, llegando a caérsele al suelo, y miró hacia todas partes esperando encontrarlo. Para ese momento, Marc ya estaba dentro, rodeándola en silencio para devolverle su lectura. Lo hizo acompañándolo de una sonrisa más o menos amistosa. Era imposible saberlo, no era la más usada de su repertorio.

      —¿Estaba espiándome?

      —¿A partir de cuánto rato mirando se considera espiar?

      Su respuesta la dejó sin ideas, medio boqueando. Marc tuvo que mantener el semblante sereno, cuando la verdad era que quería sonreír. Mirarla le ayudaba a entrar en un raro pero muy bienvenido estado de serenidad absoluta, incluso cuando le reprochaba con los ojos que se hubiera infiltrado sin permiso en su remanso de paz. Le habría gustado, o le gustaría, en caso de que su fachada fuese cierta, que fuera lo bastante generosa para darle un lugar en su refugio de silencio.

      Y en su cama, también. No le gustaban los gloss en las mujeres porque luego le dejaban la cara pringada, pero le hizo fantasear con comerse el brillo suave de sus labios.

      —Espero no haberla molestado mientras trabajaba. —Señaló el libro.

      —No sea mezquino, ya sabe que no estaba trabajando —bufó ella lo colocó en la estantería. Estaba colorada—. Tenía un rato libre y he venido a la librería porque estaba buscando un regalo. Dentro de poco es el cumpleaños de un amigo.

      Un amigo. Su mente eligió llevarlo por el camino que le daría problemas, e imaginarse a un amigo un tanto especial.

      —No sé qué regalarle porque sea lo que sea, le va a dar igual. Hasta ahora le regalaba cosas funcionales, como camisas. Pero no sé. Cal siempre se esfuerza mucho por darme algo que me haga ilusión,

      y acierta, así que...

      Cal de Caleb. No había muchos nombres que derivasen de ese diminutivo, y le constaba que era muy amiga del tipo. Incluso se rumoreaba que tuvieron algo en el pasado y él estaba enamorado de ella.

      Genial, por unas o por otras, todo le acababa llevando a Leighton.

      Se la quedó mirando unos segundos de más. ¿Cuánta verdad tendrían las habladurías? Él era el primero que inventaba historias de sí mismo para difundirlas, o que no desmentía nada por aburrimiento... Pero dudaba que el barbudo y la princesa de Japón tuviesen su mismo funcionamiento. Necesitaría verlos juntos para determinar si era cierto que estuvieron juntos. La intuición ahí no solía fallarle.

      —Entonces le regalas por inercia u obligación. Se supone que los regalos tienen que salir de uno, no hacerse porque el otro ya te ha entregado algo.

      —Y por suponer, podríamos suponer que debería estar trabajando, señor.

      Qué forma tan sutil de mandarlo a freír espárragos.

      Lástima. Pensaba quedarse un ratito más.

      —Sí, pero he aprovechado un cese para encargarme del regalo de mi cuñada. Yo también venía buscando un libro. Acaba de divorciarse y se ha hecho adicta a la novela romántica, así que fue en lo primero que pensé.

      —Oh, eso es más común de lo que parece. Romper con alguien y ponerse a leer romance. Es una especie de masoquismo interiorizado...

      —¿Lo dice por experiencia?

      Aiko le echó una mirada algo extraña.

      —Eh..., no. Nunca he... Solo he tenido un novio, cuando era adolescente. Y no sé si podría denominarse así, él y yo éramos muy amigos y no llegué a sentir nada real. Confundí la amistad con el amor, un error de principiante. —Carraspeó, como si la avergonzase el tema—. ¿Qué clase de novela romántica está buscando? A lo mejor puedo ayudarle.

      —Tutéame. Me has cogido de la mano mientras me pinchaban cortisona, creo que te has ganado el derecho.

      La timidez asomó en su semblante, a la par que la duda y también la sensación de halago. La mezcla era adorable.

      —Sobre eso... —Desvió la mirada a la estantería, en la que metió la mano—. ¿Te sientes mejor?

      —Como si no hubiera pasado nada.

      —Los médicos son magos, ¿verdad? O los medicamentos, en este caso.

      «O las mujeres bonitas».

      —No tengo mucha experiencia con ellos. He estado en el hospital una vez y fue suficiente. En general los odio. El olor, el ambiente, los motivos que te suelen llevar allí... Solo iría si de ello dependiera mi vida.

      Aiko ladeó la cabeza hacia él. Abrió la boca para decir algo, pero la acabó cerrando de nuevo, sacudiendo la cabeza con una sonrisa amarga. Le dejó intrigado.

      —A mí tampoco me gustan mucho —respondió incómoda—. ¿Quieres que te eche una mano o no?

      —Por supuesto, toda ayuda profesional de la que pueda disponer es poca.

      —¿Profesional?

      —Imagino que has leído todo lo que hay en esta parte de la librería. Y si no, lo tienes en una lista de «futuras novelas» en las notas del móvil. —Por cómo lo miró, abriendo mucho los ojos, supo que había acertado—. Tranquila, no leo mentes ni hackeo móviles. Soy bueno calando a la gente.

      —La lista la tengo en una libretita tamaño bolsillo. Me gustan todas las tonterías de papelería. Y sí, la verdad es que tengo experiencia leyendo novela romántica. Te pones en muy buenas manos. Dime cómo es ella.

      —¿En qué sentido?

      —Personalidad. O cómo es su ex. No queremos que lea un libro que le recuerde a él, ¿verdad?

      —Qué cuidadosa —rio. Apoyó el hombro en la estantería—. Ella es dulce y muy cariñosa. Tiene un humor un tanto... especial. No todo el mundo la entiende, incluso se lo suelen tomar mal. Le gusta ponerse guapa, pero no es vanidosa ni le importan las modas. Sus ídolos son Alicia Keys, Serena Williams y Amy Schumer. En cuanto a su ex, es un buen hombre. Muy divertido.

      —¿Y físicamente?

      —Pelirrojo.

      —Entonces lo tenemos fácil, la mayoría de galanes son morenos.