En nuestro camino, Black Mirror nos sirve como excusa para pensar nuestro entramado tecnocultural contemporáneo. Primero dedicaremos un capítulo al antecedente principal de la ficción de Brooker: la memorable serie de culto La dimensión desconocida, de Rob Serling, cuyo tipo de ficción se embebe en la apertura al espacio de los años contraculturales de la década de los sesenta, y en él contrastaremos la esfera digital y el ciberespacio del presente que se repliegan sobre sí mismos; otro capítulo será dedicado al concepto específico de distopía en el cual se posicionan Black Mirror y otras visiones escépticas sobre el futuro. Por el análisis de los capítulos de la serie, restringido, en este libro, a las tres primeras temporadas4, detectaremos y ordenaremos temas y procesos fundamentales para la reflexión de cara a la cultura global del siglo XXI. En el último capítulo, tomaremos distancia de una mirada idealizadora o fanática respecto a la ficción del espejo negro: observaremos, críticamente, sus límites como ficción dentro de una cultura del entretenimiento, pero también subrayaremos los méritos de su construcción narrativa. Y jugaremos a vislumbrar los peligros de la erosión de lo “real” dentro de una sociedad pantalla.
Temas, inquietudes, perspectivas críticas, dudas, componen la base de flotación de nuestra navegación sobre algunos perfiles de la contemporaneidad. Y muchas preguntas. En un futuro no muy lejano, ¿la vida será solo dentro de las pantallas? ¿Las pantallas rotas de un espejo negro?
1 Para 2016, Black Mirror cuenta con trece capítulos y tres temporadas, y se proyecta una cuarta a emitir en algún momento de 2017, a través de Netflix. Como antecedentes o fuentes inspiradoras de su ficción de éxito global, Charles Brooker alega la serie La dimensión desconocida, de Rob Serling, o Relatos inesperados del noruego, nacionalizado británico, Roald Dahl.
2 El término Industria 4.0 proviene del gobierno alemán para aludir a la nueva fábrica inteligente, la fabricación informatizada con todos sus procesos interconectados por Internet de las Cosas (IOT). También se propone denominarla ciberindustria del futuro; la fábrica y sus procesos de producción bajo los efectos de la revolución digital.
3 Woolgar, Steve, (ed.) Virtual Society? technology, cyberbole, reality. Oxford University Press, Oxford, pp. 1-22
4 Al momento de la conclusión de este libro se anuncia el lanzamiento de la cuarta temporada de Black Mirror para fines de 2017. Por los escasos trascendidos, ignoramos si los nuevos episodios serán una continuación de la filosofía crítica de las tres primeras temporadas, o si abrirán otros caminos.
I
Black Mirror: la dimensión desconocida de la era digital. Del espacio abierto a la pantalla cerrada
Todos los actos creativos tienen sus antecedentes, sus fuentes de inspiración. Según los dichos de su creador, Black Mirror se inspira parcialmente en La dimensión desconocida, e incluso en el particular telefilme español La cabina5.
La dimensión desconocida, de Rob Serling, es antecedente de Black Mirror. The Twilight Zone (Zona crepuscular) proyectó su estilo de ficción entre 1956 y 1964, en 164 episodios emitidos6. En España fue conocida como Dimensión desconocida, o En los límites de la realidad, y en Hispanoamérica como La dimensión desconocida. Rob Serling, además de ser el creador, era el presentador del programa, tradicionalmente caracterizado como serie de ficción, fantasía o terror. Serling impresionaba por su carisma. Era notoria su desenvoltura para predisponer a los telespectadores hacia las situaciones fantásticas que el programa ofrecía. Tuvo cinco temporadas, con 92 capítulos escritos por Serling y también con la destacada intervención creativa de otros notables autores de ciencia ficción como Richard Matheson, Charles Beaumont, Earl Hamner Jr., Reginald Rose o el extraordinario Ray Bradbury. La dimensión desconocida fue la primera producción televisiva en convertirse en serie de culto: referencia insoslayable de un tipo de ficción que, además de entretenimiento, alcanza la magnitud de perla brillante para la crítica especializada a nivel mundial.
En nuestra lectura de Black Mirror, o de la ficción en general, lo más significativo es el poder de estimular conciencia ante procesos significativos (como el impacto tecnológico generador de dependencia, pero también de desarrollo). La lucidez crítica que se logra a través de lo ficcional es a veces superior a la que deviene de los análisis puramente conceptuales. Un relato literario cuestiona la actualidad de forma lateral, por la metaforización que propone la imaginación. La Rebelión en la granja, de George Orwell, es un ejemplo de ello: la ficción como crítica indirecta de la realidad. Pero en el caso de Black Mirror, su modo de inquietarnos ante el exceso de vida digital es frontal. Y esto es así porque la crítica imaginativa no necesita hoy ocultarse, como sí ocurría cuando la libertad de expresión estaba condicionada. El antecedente de Black Mirror, La dimensión desconocida, construyó sus ficciones en el tiempo en el que la ficción tenía que disimular su aguijón crítico. Antes de la emisión de un drama televisivo sobre el holocausto nazi, a Serling se le anunció un cambio a última hora. Un patrocinador de la emisión (una compañía de gas), exigió eliminar escenas de los judíos gaseados en las duchas. De no cumplirse la exigencia, la empresa no continuaría con la financiación del programa, y este sería cancelado. La crítica solo podía ser expresada de forma sesgada.
Rob Serling creó su serie en el contexto del macartismo. Tiempos de la Guerra Fría, de la lucha ideológica en el mundo bipolar de la posguerra. El enfrentamiento entre Estados Unidos, el gigante de la supuesta democracia, y la ex URSS, el dragón del supuesto socialismo liberador. En el país del dólar, la “paranoia roja” expresaba el miedo ante la expansión comunista en Occidente. Para la Casa Blanca, el peligro no era solo un ataque nuclear soviético, sino también una posible infiltración ideológica del enemigo socialista en la vida civil. Se temía la penetración en todos los niveles de la sociedad norteamericana de una Quinta Columna, sostenida en los hombros de intelectuales y artistas de izquierda, devenidos topos espías y conspiradores. Paranoia desatada. Envuelto en el temor rojo, el senador Joseph MacCarthy sembró la conspiroparanoia y diseñó una caza de brujas para apresar a supuestos comunistas infiltrados, entre los que se sospechaba de muchos emigrados, incluso del propio Einstein.
Ese contexto histórico condicionaba la creatividad de La dimensión desconocida. Los patrocinadores y los canales de televisión eran parte de la censura legitimada como cuestión de seguridad nacional. Por eso, en ese escenario, ante el acecho del ojo censor, Serling advirtió que la única manera de criticar su presente era realizando un cálculo de prudencia estratégica: apelar a la ciencia ficción, o más exactamente a las situaciones fantásticas, para, desde allí, metaforizar los conflictos estructurales de su tiempo. Así escapaba a los censores de turno. Las tijeras de la censura no amputaban las tramas de una serie