El móvil del secuestrador no es terrorista, como suele observarse; no es atacar al gobierno, o a la monarquía, en pos de provocar terror, o la desestabilización institucional como meta. El asesinato de la secuestrada pudo haber tenido ese efecto pero, de hecho, la princesa es liberada, sana y salva, antes del “acto indecente” del Primer Ministro. El propósito último del secuestrador es acaso es situar al público ante el espectáculo de la degradación ajena. El hombre contemporáneo fuertemente construido como espectador, no como actor. Pero el sentido de espectáculo para el secuestrador no es solo excitar la avidez morbosa del auditorio en un espectáculo global, sino convertirlo, a la vez, en espectador de su “obra de arte”. El secuestrador es un artista. Y su obra es una suerte de perfomance, una situación o estado que pretende ser artístico, y que deriva en una crítica de la cultura. Perfomance que no genera pintura, escultura, sino acciones que rompen el maisntream, la corriente principal de las convenciones en cuanto a los gustos, costumbres, preferencias o pensamientos mayoritarios. El secuestro es el comienzo de una secuencia de acciones performáticas del artista secuestrador que componen la situación “artística”: el video de la princesa leyendo las condiciones para su liberación, el simulacro de la mutilación de su dedo; la escena de la cópula del Primer Ministro con la cerda; la observación atenta de millones de televidentes de la escena zoofílica y morbosa, y la propia imagen del cuerpo ahorcado y con un dedo cercenado del artista. Lo bizarro gonzo y la zoofilia son aspectos preferentes de la construcción “artística” de Bloom, el artista secuestrador. El especialista para efectos especiales de HBO contratado para simular un montaje que le evitara a Callow su humillación, caracteriza a la escena pedida por el secuestrador como de estilo gonzo. El estilo gonzo, en su acepción más propia, es un estilo de periodismo35. Pero aquí, lo gonzo es sinónimo de bizarro (o lo “turbio surreal”). Lo bizarro está en el centro de la “obra” de Bloom, obra que, en el primer aniversario del secuestro, unos críticos de arte califican como la “primera obra maestra del siglo XXI”. Un artista premiado que construye su obra no con colores, pinceladas, sonidos o el cincelado de una escultura, sino con una combinación performática de acciones teñidas por lo gonzo, lo bizarro de la situación zoofílica, del sexo del hombre con el animal. En el mundo antiguo, la zoofilia solía inscribirse en un ámbito ritual o sacro36
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