Nuevamente Elinor se vio obligada a declinar la invitación; y mediante un cambio de tema, puso fin a sus súplicas. Pensaba en la probabilidad de que, por vivir en la misma región, la señora Palmer pudiera darles noticias sobre Willoughby más detalladas que las que se podían deducir del limitado conocimiento que de él tenían los Middleton, y estaba ansiosa de conseguir de cualquier persona una confirmación de los méritos del joven que permitiera eliminar toda posibilidad de temor por Marianne. Comenzó preguntándole si veía mucho al señor Willoughby en Cleveland y si estaban íntimamente relacionados con él.
—¡Ah! Sí, querida; lo conozco muy bien —contestó la señora Palmer—. No es que alguna vez haya hablado con él, por cierto que no; pero siempre lo veo en la ciudad. Por una u otra causa, nunca me ha ocurrido estar quedándome en Barton al mismo tiempo que él en Allenham. Mamá lo vio aquí una vez antes; pero yo estaba con mi tío en Weymouth. Sin embargo, puedo decir que me habría encontrado innumerables veces con él en Somersetshire, si por desgracia no hubiese ocurrido que nunca hayamos estado allí al mismo tiempo. Él pasa muy poco en Combe, según tengo entendido; pero si alguna vez lo hiciese, no creo que el señor Palmer lo visitara, porque, como usted sabe, el señor Willoughby está en la Oposición, y además está tan lejos. Sé muy bien por qué pregunta: su hermana va a casarse con él. Me alegra muchísimo, porque así, sabe usted, la tendré de vecina.
—Le doy mi palabra —dijo Elinor con firmeza— de que usted sabe mucho más que yo de ese asunto, si alguna razón la asiste para aguardar tal unión.
—No pretenda negarlo, porque usted sabe que todo el mundo habla de ello. Le aseguro que lo escuché cuando pasaba por la ciudad.
—¡Mi querida señora Palmer!
—Por mi honor que es verdad... El lunes por la mañana me encontré con el coronel Brandon en Bond Street, justo antes de que saliéramos de la ciudad, y él me lo hizo saber personalmente.
—Me sorprende usted mucho. ¡Que el coronel Brandon se lo hizo saber! Con toda seguridad se equivoca usted. Dar tal información a una persona a quien no podía interesarle, incluso si fuera cierto, no es lo que yo esperaría del coronel Brandon.
—Pero le aseguro que sucedió así, tal como se lo dije, y le contaré cómo fue. Cuando nos encontramos con él, caminó un trecho con nosotros; y comenzamos a hablar de mi cuñado y de mi hermana, y de una cosa y otra, y yo le dije: “Entonces, coronel, he oído que hay una nueva familia en la casita de Barton, y mamá me ha contado que son muy bonitas y que una de ellas se va a casar con el señor Willoughby, de Combe Magna. Cuénteme, ¿es verdad? Porque por supuesto usted debe saberlo, como ha estado en Devonshire hace tan poco”.
—¿Y qué manifestó el coronel?
—Oh, no dijo mucho; pero parecía saber que era verdad, así que a partir de ese momento lo tomé como cosa verdadera. ¡Será maravilloso, le digo! ¿Cuándo tendrá lugar?
—¿El señor Brandon se encontraba bien, supongo?
—Ah, sí, muy bien; y lleno de elogios hacia usted; todo lo que hizo fue decir hermosas cosas sobre usted.
—Me halagan sus alabanzas. Parece un hombre excelente; y lo creo muy agradable.
—Yo también... Es un hombre tan encantador, que es una lástima que sea tan serio y abúlico. Mamá dice que también él estaba enamorado de su hermana. Le aseguro que sería un gran cumplido si fuera verdad, porque casi nunca se enamora de nadie.
—¿Es muy conocido el señor Willoughby en su parte de Somersetshire? —preguntó Elinor.
—¡Oh, sí, mucho! Quiero decir, no creo que mucha gente lo frecuente, porque Combe Magna está tan lejos; pero le aseguro que todos lo creen sumamente agradable. Nadie es más apreciado que el señor Willoughby en cualquier lugar al que vaya. Y puede decírselo así a su hermana. Qué enorme buena suerte la suya al haberlo conquistado, palabra de honor; y no es que la suerte de él no sea mayor, porque su hermana es tan bien parecida y encantadora que nada puede ser lo bastante bueno para ella. Sin embargo, para nada creo que sea más guapa que usted, le aseguro; creo que las dos son extraordinariamente bonitas, y estoy segura de que lo mismo piensa el señor Palmer, aunque anoche no conseguimos que lo admitiera.
Las noticias de la señora Palmer sobre Willoughby no eran demasiado acabadas; pero cualquier testimonio en su favor, por pequeño que fuese, le era agradable a Elinor.
—Estoy tan contenta de que finalmente nos hayamos conocido —continuó Charlotte—. Y ahora espero que siempre seamos buenas amigas. ¡No puede imaginarse cuánto deseaba conocerla! ¡Es tan maravilloso que vivan en la cabaña! ¡Nada puede igualárselo, se lo aseguro! ¡Y me alegra tanto que su hermana vaya a casarse bien! Espero que pase mucho tiempo en Combe Magna. Es un sitio maravilloso, desde todos los puntos de vista.
—Hace mucho tiempo que se conocen con el coronel Brandon, ¿no es así?
—Sí, mucho; desde que mi hermana se casó. Era amigo de sir John. Creo —añadió en voz baja— que le habría gustado bastante tenerme como esposa, si hubiera podido. Sir John y lady Middleton también lo querían. Pero mamá no creyó que esa unión fuera bastante buena para mí; de no haber sido así, sir John habría hablado con el coronel y nos habríamos casado enseguida.
—¿El coronel Brandon no sabía de la proposición de sir John a su madre antes de que la hiciera? ¿Alguna vez le había manifestado a usted su afecto?
—¡Oh, no! Pero si mamá no se hubiera opuesto a ello, diría que a él nada le habría complacido más.
En ese entonces no me había visto más de dos veces, porque fue antes de que yo dejara el colegio. Pero soy mucho más feliz tal como estoy. El señor Palmer es exactamente la clase de hombre que me gusta.
Member of Parliament, Miembro del Parlamento.
Capítulo XXI
Los Palmer regresaron a Cleveland al día siguiente, y en Barton solo quedaron las dos familias para invitarse mutuamente. Pero esto no duró mucho; Elinor todavía no se había sacado de la cabeza a sus últimos visitantes —no terminaba de asombrarse de ver a Charlotte tan feliz sin mayor motivo; al señor Palmer actuando de manera tan ingenua, siendo un hombre capaz; y la extraña discordancia que a menudo existía entre marido y mujer—, antes de que el activo celo de sir John y de la señora Jennings en pro de la vida social le ofrecieran un nuevo grupo de conocidos de ellos a quienes ver y analizar.
Durante un paseo matutino a Exeter se habían encontrado con dos jovencitas a quienes la señora Jennings tuvo la alegría de reconocer como parientes, y esto fue suficiente para que sir John las invitara enseguida a ir a Barton Park tan pronto como hubieran cumplido con sus compromisos del momento en Exeter. Sus compromisos en Exeter fueron cancelados pronto ante tal invitación, y cuando sir John volvió a la casa indujo una no despreciable alarma en lady Middleton al decirle que pronto iba a recibir la visita de dos muchachas a las que no había visto en su vida, y de cuya elegancia… incluso de que su trato fuera aceptable, no tenía prueba alguna; porque las garantías que su esposo y su madre podían ofrecerle al respecto no eran útiles. Que fueran parientes empeoraba la situación; y los intentos de la señora Jennings de consolar a su hija con el argumento de que no se preocupara de si eran elegantes, porque eran primas y debían tolerarse mutuamente, no fueron entonces muy afortunados.
Como ya era imposible frenar su venida, lady Middleton se resignó a la idea de la visita con toda la filosofía de una mujer bien educada, que se contenta simplemente con una amable reconvención al esposo cinco o seis veces al día sobre el mismo tema.
Llegaron las jovencitas, y su apariencia no resultó ser ni mucho menos poco distinguida o sin estilo. Su vestimenta era muy elegante, sus modales eran educados, se mostraron encantadas con la casa y extasiadas ante el mobiliario, y como ocurrió que los niños les gustaban hasta la saciedad, antes de una hora de su llegada a la finca ya contaban