Los autores listan diversos dominios dentro de cada una de las nueve etiquetas disciplinarias mencionadas y reconocen que varios de ellos ameritarían constituir un campo por sí solos. Además, hay algunos dominios que cruzan distintas áreas, como es el caso del contacto lingüístico. En este estudio, me interesan centralmente las proyecciones de la sociolingüística, la lingüística histórica, la dialectología y la filología hacia la sociolingüística histórica. Bajo la etiqueta «sociolingüística», Nevalainen y Raumolin-Brunberg incluyen, además de la dialectología social y la sociolingüística interaccional, la sociología del lenguaje, que será central en este trabajo. Dentro de la dialectología, otra área clave para este libro, incluyen el contacto de lenguas y dialectos, además de la geografía dialectal y cultural. La teoría del contacto lingüístico también está considerada, junto con la lingüística comparativa, dentro del paradigma de la lingüística histórica clásica, mientras que el área de la filología está conformada por la interpretación y edición de textos, la paleografía y los estudios literarios clásicos. Me interesa desarrollar en este acápite algunos aportes básicos de la sociología del lenguaje, de la lingüística del contacto y de la dialectología para los estudios sociohistóricos sobre las lenguas en los Andes. Las ideas vinculadas al área de la filología se desarrollarán en el siguiente acápite, a partir de la revisión de algunos casos emblemáticos de la investigación realizada en la lingüística andina. De este modo, espero mostrar la importancia de los enfoques e instrumentos de esta área de interacción interdisciplinaria para el estudio del espacio andino y, al mismo tiempo, señalar el interés que tiene este escenario para el desarrollo del mencionado campo teórico.
De la sociología del lenguaje, la sociolingüística histórica aprovecha su énfasis «en la competencia y el conflicto que se puede encontrar entre las distintas variedades lingüísticas en todas las sociedades», competencia cuyos resultados pueden ser tan diversos como la adquisición del estatus de variedades o lenguas modélicas hasta la pérdida total de prestigio, de tal manera que al final no resten hablantes nativos de la variedad o lengua en cuestión y se consolide la sustitución lingüística, aparejada con la «muerte» de la lengua o variedad de origen (McColl-Millar, 2012, p. 46). El estudio de este abanico de posibilidades macro para las lenguas y variedades tiene en el concepto de diglosia una de sus columnas vertebrales, desde las formulaciones iniciales, restringidas a variedades especiales de una lengua (Ferguson, 1959) o bien a lenguas distintas que comparten un mismo territorio (Fishman, 1980), hasta los posteriores refinamientos de la noción, que incluyen escenarios más complejos, con lenguas y variedades que se distribuyen los dominios o ámbitos de uso de manera fragmentaria (Fasold, 1996). Bien aplicado, el enfoque de la sociolingüística histórica puede ayudar a otorgarle densidad al concepto de diglosia, y evitar la tendencia, que se ha advertido en algunos trabajos basados en esta noción, a presentar solamente descripciones de los escenarios lingüísticos, figuras estáticas antes que explicaciones evolutivas sobre las relaciones siempre conflictivas, históricamente construidas, entre lenguas y variedades (Baker, 2010, p. 60).
La versión más afinada del concepto de diglosia ha sido aplicada, desde un punto de vista sociohistórico, al espacio mesoamericano, para representar las relaciones entre el latín, el castellano, el náhuatl y las otras lenguas indígenas en Nueva España (Parodi, 2011, p. 92; Zimmermann, 2006). En cambio, no ha sido aprovechada para describir el escenario andino en distintos momentos de su historia, a pesar de que este espacio ha estado marcado por el bilingüismo y el multilingüismo desde tiempos prehispánicos (el concepto básico ha sido aplicado a los Andes centrales por Charles, 2010, p. 58, y ver otras fuentes citadas allí). En este estudio se aprovechará esta versión del concepto para describir la jerarquía entre el castellano, el quechua y el culle, una lengua extinta de los Andes norperuanos, durante la colonización española, así como para explicar la pervivencia del quechua en la región hasta
bien entrado el siglo XVIII.
Otro campo central de la sociología del lenguaje que una perspectiva sociohistórica ayuda a aplicar de una manera más fina y situada es la diversidad de procesos que conducen a la sustitución lingüística o language shift. En su recuento de casos clásicos, McColl-Millar (2012, pp. 56-57) resalta el hecho de que, en contra de lo que la formulación «sustitución lingüística» invita a pensar, el final de este proceso nunca consiste en el paso tajante y definitivo de una variedad o una lengua a otra. Un conocido ejemplo es el del anglorromaní, variedad usada por personas de ascendencia roma en Inglaterra y Gales como un medio para excluir a los outsiders y, según explica Matras (2009, p. 295), creada en un contexto de obsolescencia del romaní. En algún momento entre los siglos XIX y XX no hubo más hablantes de romaní en esta región, pero la población de ascendencia roma aprovechó entonces, como código de comunicación intragrupal, esta variedad mixta con el inglés, opaca a los extraños y consistente, en términos gruesos, en una integración de elementos léxicos del romaní con una sintaxis esencialmente inglesa. Otro caso de interés, recordado por McColl-Millar (2012, pp. 56-57), es el del norn, un dialecto norgermánico hablado en las islas Shetland, un archipiélago situado en el Atlántico Norte, entre Gran Bretaña y el sur occidental de Noruega. Los habitantes de Shetland mantuvieron con los holandeses intensas relaciones económicas, basadas en la pesca industrial, hasta inicios del siglo XVIII, cuando el boom pesquero eclipsó debido a la aplicación de políticas tributarias más estrictas por parte del Estado escocés. En estas circunstancias, parecía inevitable que creciera la importancia del escocés hablado y escrito a expensas del norn, que debería haber sido sustituido sin más. Sin embargo, a fines del siglo XIX, se encontraron elementos léxicos del norn en los dialectos escoceses de Shetland y se localizaron hablantes residentes en las islas que podían recordar cláusulas y rimas enteras en norn. A fines del siglo XVIII, un religioso había podido registrar la balada de Hildina, un poema de considerable longitud, memorizado en norn por un anciano a pesar de no entenderlo cabalmente. Estos hallazgos son sorprendentes debido a que se produjeron más de un siglo después de la esperable sustitución lingüística a favor del escocés. McColl-Millar interpreta estos hechos como el resultado de un «importante sentimiento de conexión, de identidad» (McColl-Millar, 2012, p. 58) con el norn, que trascendía las funciones meramente informativas y comunicativas del lenguaje. La retención de rasgos fonético-fonológicos distintivos en las variedades de escocés habladas en Shetland ha sido interpretada también como una forma de construcción de la identidad étnica a partir del antiguo idioma.
Para un espacio como el andino, que ha supuesto balances diversos entre lenguas y variedades a través de la historia, tanto antes como después de la Conquista hispánica, la comprensión más situada de los procesos de sustitución lingüística y su conexión con la identidad étnica constituyen enfoques promisorios. El caso del anglorromaní, con su énfasis en la diferenciación étnica respecto de las lenguas y culturas hegemónicas de Inglaterra y Gales, recuerda resultados de «negociación lingüística» producidos en el espacio andino. Es el caso del callahuaya, la lengua especializada de los herbolarios de Charazani, en la provincia de Bautista Saavedra (La Paz, Bolivia), descrita como un código que integra léxico puquina con estructuras gramaticales básicamente quechuas (Adelaar con Muysken, 2004, pp. 356-362; Torero, 2002, p. 392). La antigua lengua de los arrieros