Los resultados de los distintos Laboratorios MIG, aportan un buen ejemplo de estas variaciones en las distintas geografías del país y cómo van variando el peso de las dimensiones centrales en el mantenimiento y consecuencia de la cursada, cómo pesan los distintos modelos docentes e institucionales en los abandonos de carrera, en el cambio de orientaciones, en las interrupciones de los estudios, etc. En los últimos años de carrera pasa a ser más definitoria la experiencia acumulada, la continuidad de los estudios, el reconocimiento de un proyecto profesional propio, el sexo y la mayor formación de los padres (Panaia, 2013).
La institución tiene un rol fundamental en la salida sin diploma de la universidad y también en el acceso a una mejor inserción en el mercado de trabajo: la selección de los mejores por sus aptitudes naturales, de los estudiantes calificados, de los más destacados es un modelo de comportamiento habitual en todas las especialidades. Este interés institucional en atraer una gran cantidad de estudiantes para luego seleccionar a los mejores, marca una primera forma de selección de la mano de obra. También explica que muchas instituciones no tengan ningún tipo de cuidados para el seguimiento de las dificultades y problemas que tienen las poblaciones estudiantiles más frágiles. Las diferencias de financiamiento de la Educación Superior, también contribuye a que el efecto de selección se concrete más en el primer ciclo de estudios ya que el costo de oportunidad plantea mayores tensiones a los más pobres.
Las características de masividad universitaria pueden disminuir la sensación de barrera infranqueable para muchos jóvenes desfavorecidos y permitirles el ingreso a la universidad y la integración a la comunidad universitaria, lo cual resuelve un enorme desafío para estos jóvenes de origen más precario, pero como plantean Bourdieu y Passeron (1996), la desigualdad se plantea mucho más que en el acceso a la educación, en términos de eliminación o dificultades en la permanencia. Frente a la multiplicación del número de graduados universitarios, hay una disminución del rendimiento de los diplomas, con lo cual muchos estudiantes frente al fracaso o las largas permanencias en la institución cambiarán sus objetivos en búsqueda de logros inmediatos, de inserción rápida, del rápido acceso a los bienes materiales y culturales y abandonarán la institución.
Dubar (2004) construye lo que él llama modelo tetracrónico de temporalidades donde cruza dos dimensiones heterogéneas que son 1. el modo de construcción; y 2. el modo de apropiación de la síntesis, analizando la correspondencia entre las disyunciones institucional/ de acontecimientos, por un lado, y social/biográfica, por el otro. Llega a estos resultados separando dos regímenes o formas de apropiación de las temporalidades construidas por las instituciones o las organizaciones: una temporalidad social individualizada, es decir, apropiada y puesta en práctica por los individuos, transfiriendo las direcciones a iniciativas de los asalariados, según sus estrategias de actividad para atender los resultados y lograr cierta eficiencia y una temporalidad social normalizada, definida y controlada de manera normativa y uniforme, mucho más desarrollada y que se impone más que la anterior, siempre en el marco del aumento de la competitividad, de la maximización de los resultados y del aumento de la productividad y que no afectan a todos los trabajadores de todas las categorías por igual y menos aún, si son mujeres.
Para la distinción entre temporalidades biográficas y sociales Dubar (2004) sostiene que también es posible reconocer diferentes regímenes reconociendo por lo menos dos: 1. un régimen de apropiación individualizada o flexibilidad temporal, que implica poder anticipar la carrera, proyectar el futuro del ciclo de vida, gestionar las incertidumbres y oportunidades en el mercado de trabajo; y 2. un régimen de apropiación normalizada o régimen de temporalidad burocrática, basada en la antigüedad, en las especialidades de cada empleo, en la promoción, la edad de retiro.
Según este autor, tomar estas dos formas de temporalidades permite abarcar el nivel “macro” de más larga duración de las instituciones normalizadas que se imponen por sobre los individuos y el nivel “micro” más contingentes, pero también más personales, aunque en realidad muchos de las decisiones se toman en el nivel intermedio entre las temporalidades individuales y las sociales. Justamente es el nivel intermedio u “horizonte temporal” en el que se sitúan la mayor parte de los estudios, aunque muy frecuentemente se limitan a estudiar la larga duración institucional o, en el otro extremo los acontecimientos personales de una vida en particular.
Algunas reflexiones finales
Actualmente, los estudios de articulación micro/macro utilizando los conceptos de temporalidades personales, institucionales y sociales, son imprescindibles para comprender las motivaciones y finalidades de los procesos sociales de sociedades fragmentadas y complejas y para ello es fundamental incluir la evaluación estadística del tiempo en los cómputos sociales.
Por otra parte, el acceso al empleo de los graduados de la Educación Superior es hoy uno de los criterios de evaluación de las universidades, una de sus misiones fundamentales pasa a ser “la orientación y la inserción profesional” de los estudiantes. Las misiones de las universidades no se limitan pues a la producción y la difusión del conocimiento y de los saberes, sino que se extienden además al campo de aplicación profesional, a la formación profesional y los procesos de profesionalización y comprende la formación inicial. En Argentina no existen muchos estudios sobre la inserción de los titulados universitarios y menos aún sobre la inserción de aquellos que abandonaron la universidad sin lograr su título, ya que esto implica seguimientos por varias décadas de las trayectorias de los estudiantes y graduados y su relación con los cambios ocurridos en cada región y en cada etapa histórico-política y socio-económica del país.
De los estudios realizados por los Laboratorios MIG, en el territorio, podemos afirmar que además es muy diferente el proceso de inserción y la calidad del empleo lograda según las profesiones, el grado de institucionalización de la misma y las características de la demanda de calificaciones. Por otra parte, las estadísticas propias de la educación superior tampoco dan cuenta de estos fenómenos, porque están más preparadas para controlar los stocks, que para mostrar flujos y trayectorias, de manera, que aunque hoy en día esa prioridad es reconocida, es casi imposible reconstruir los procesos que dieron lugar a la situación actual y al mismo tiempo prever cómo se desarrollarán estos procesos de aquí en más.
Las estadísticas deberían poder aportar elementos de juicio para conocer cuáles son las características de la demanda que han ido variando para orientar a las instituciones educativas sobre la marcha del mercado y los lugares que ocupan los universitarios que no logaron su título.
Hoy en día, las desigualdades entre las universidades se miden por las diferencias de las tasas de egreso de los estudiantes en función de la serie de sus bachilleratos y en la calidad de sus inserciones posteriores al logro del título universitario o al abandono sin el título universitario. Sin embargo, se observa que la institución educativa profundiza y reproduce las diferencias de origen, en lugar de borrarlas. A ese nivel de formación, los recorridos escolares en el secundario han transformado las desigualdades sociales en desigualdades educativas.
Existe poca reflexión al interior de las unidades académicas sobre la organización económica e industrial en que se insertan las especialidades de ingeniería u otras profesiones que dicta y menos aún de los actores de distintos segmentos del mercado de trabajo que participan en la inserción de sus egresados y la capacidad de retención que tiene la zona, de los estudiantes y graduados que forma. Independientemente de la movilidad territorial que significa un país tan grande como la Argentina, el desarraigo que plantea a los estudiantes y graduados la imposibilidad de ejercer en sus regiones de origen o alejados de sus familias, es poco considerada en las instituciones educativas superiores.
Por otra parte, la vinculación entre las estadísticas de educación-trabajo permite una relación fundamental para comprender los procesos de inserción y los itinerarios profesionales. Actualmente, el miedo al desempleo y la pérdida de la estabilidad aparece