Relatos sociológicos y sociedad. Claudio Ramos Zincke. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Claudio Ramos Zincke
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789563572209
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en el Ceren y en Ceplan, convertido luego este en Cieplan. Esta investigación se hizo como parte de un proyecto sobre “Políticas de estabilización en América Latina”, y contó con financiamiento de la Fundación Ford, IDRC, Sarec y SSRC.

      Una presentación detallada de resultados se encuentra en “Políticas de estabilización y comportamientos sociales: La experiencia chilena, 1973-1978”, publicado en Cieplan, en noviembre de 1979. Este es un minucioso trabajo de revisión y análisis, desplegado en 200 páginas. En él Moulian y Vergara revisan las medidas económicas tomadas por el régimen y las reacciones que generan en empresarios en general, agrupaciones empresariales, grandes empresarios, dirigentes sindicales, empresarios agrícolas, confederaciones de la industria y del comercio, y otros. El objetivo analítico es “examinar las diferentes fases de la política económica entre septiembre de 1973 y marzo de 1978, desde el punto de vista de los determinantes sociopolíticos de las diferentes medidas aplicadas y las respuestas societales suscitadas” (Moulian y Vergara, 1979a: 2). Las fuentes de información son documentos, especialmente del Banco Central, y prensa, destacadamente El Mercurio, y revistas de opinión, como Ercilla, Hoy, Qué Pasa y Política y Espíritu.

      Una interpretación general la expondrán en un texto siguiente, “Estado, ideología y políticas económicas en Chile: 1973-1978”, también de 1979. Allí, los autores caracterizan como revolucionarios los objetivos del régimen autoritario. En el período toma forma la modernización capitalista radical que la burguesía en Chile no había emprendido. La crisis de la industrialización sustitutiva de importaciones había provocado un estancamiento, pero la protección estatal aseguraba elevadas tasas de rentabilidad. Es recién bajo la Unidad Popular que los sectores dominantes comienzan a percibir la necesidad de una revolución burguesa (Moulian y Vergara, 1979b: 66, 67). La política económica del período pasa por un proceso de progresiva radicalización, cuyo punto crucial, según Moulian y Vergara, fue la aplicación del programa de shock, en abril de 1975, que da cuenta de la progresiva asunción de un proyecto de refundación capitalista. Así, dicen los autores, “nuestra conclusión principal es la imposibilidad de entender la lógica del proceso de radicalización de la política económica sin tener en cuenta que esa política forma parte de un proyecto de dominación y de un proceso revolucionario a través del cual se pretende refundar el tipo de sociedad existente hasta 1973”. Esa refundación incluye la transformación de la modalidad de desarrollo capitalista, así como del tipo de Estado y, complementariamente, de “las formas culturales e ideológicas que predominaban y que habían conformado un ethos cultural igualitarista y reformador” (Moulian y Vergara, 1979b: 114).

      Esta transformación radical emprendida involucra la necesidad de lograr un consentimiento amplio, primero entre las filas de las propias clases dominantes, y luego en el conjunto de la población. Ello requería una elaboración discursiva que lograra incorporar intereses y una justificación ética. Vale decir el desafío emprendido por la burguesía era un desafío de construcción de hegemonía (Moulian y Vergara, 1979b: 106).

      En otro artículo, “Política económica y proceso de hegemonía”, en un libro editado por Sergio Bitar y publicado en Lima, en marzo de 1980, Chile: liberalismo económico y dictadura política, ambos autores se extienden en ese aspecto de la hegemonía. Se trata, claro, del concepto gramsciano de hegemonía, “usado ampliamente en la actualidad para estudiar los problemas de consentimiento activo o de creación de consenso” (Moulian y Vergara, 1979b: 106), de la “capacidad de ejercer dirección político-intelectual” (Moulian y Vergara, 1980: 112). El proyecto de transformación capitalista que ya en 1977 termina imponiéndose favorecía de modo inmediato a una fracción reducida del empresariado. Un buen conjunto de empresarios enfrentaría turbulencias serias y requerirían problemáticas adaptaciones, con el riesgo de quedar en el camino. La concepción de manejo de la política, del rol del Estado y de desarrollo global que finalmente se impone no correspondía a la que había predominado hasta 1973, no coincidía con la perspectiva nacionalista proteccionista que habían tenido las Fuerzas Armadas. ¿Cómo, entonces, logró prevalecer? En tal dificultosa construcción de hegemonía asume un papel destacado un grupo de economistas, con su trabajo tecnocrático dentro del aparato del Estado, elaborando el conjunto de medidas que darán forma a esta revolucionaria modernización capitalista y, al mismo tiempo, un discurso, un relato, que va adquiriendo creciente fuerza persuasiva, tanto hacia el interior de la burguesía, como hacia las Fuerzas Armadas, las capas medias y otros sectores de la población. El equipo económico de gobierno, en especial, asumiendo la condición de intelectuales orgánicos del bloque dominante, logró movilizar adhesión al proyecto en marcha.

      Moulian y Vergara (1980) revisan diversas “invocaciones ideológicas” presentes en el discurso económico del gobierno a través de las cuales se busca mostrar las medidas en cuanto orientadas al logro del interés general. Se presenta, en ellas, la política económica como la única forma de salir del estancamiento y como vía para superar la dependencia externa. Se la muestra como el camino para crear condiciones que sostengan una democracia estable, combinando libertad económica, es decir, libre funcionamiento del mercado, y libertad política. Se argumenta el carácter técnico y científico de los análisis que sustentan las medidas. Los efectos negativos son presentados como sacrificios generales (Moulian y Vergara, 1980: 113-115).

      Contrariamente al discurso de la Unidad Popular, que apela solo a un sector de la población (“gobierno de los trabajadores”), este discurso del equipo económico se exhibe como universalista y no de clases. Eso tiene potencialidad ideológica. Por otra parte, efectivamente el equipo económico en sus decisiones actuó siguiendo una racionalidad capitalista global y de largo plazo, no siendo instrumentalizados por fracciones particulares de la burguesía (Moulian y Vergara, 1980: 119).

      En términos ideológicos, el discurso que se hace dominante es el del liberalismo económico, de los “monetaristas ortodoxos”. Ante su avance fueron rápidamente perdiendo espacio las apelaciones iniciales de la Junta de Gobierno a concepciones del tradicionalismo católico. Lo mismo ocurrió con la ideología de Seguridad Nacional, muy apreciada por las FF.AA., que fue relevante en los primeros años y empleada para caracterizar a los grupos marxistas como enemigo interior y para proclamar la amenaza del comunismo internacional. Estos contenidos pierden después toda relevancia. El discurso que se impone, dicen Moulian y Vergara (1980: 123-125), tiene un núcleo constituido por cuatro ideas: “(1) la verdadera libertad es la que se realiza en la esfera económica; (2) la libertad económica consiste en el derecho a desplegar iniciativas económicas sin ser coartado por el Estado; (3) la libertad económica de todos es realizada en el mercado, pues allí todos son formalmente iguales, y (4) la libertad política solo puede ser la derivación de la libertad económica”. Esta sería así una ideología global que sirve simultáneamente de justificación de la “economía social de mercado” y de la estrategia política de la “democracia protegida”. El régimen autoritario sirve para eliminar esas fuerzas que limitaban la libertad económica y que procuraban una coerción política en nombre de clases particulares.

      Así como Moulian revisa el relato propio que la izquierda había sostenido por décadas, cuestionándolo, destacando sus derivaciones práctico performativas y proponiendo alternativas para su reconstrucción, en estos textos con Pilar Vergara realiza el estudio del nuevo relato de las clases dominantes con sus enlazamientos operativos. Ambos relatos son herramientas fundamentales en la lucha por la hegemonía. La construcción de los proyectos de la izquierda no puede llevarse a cabo sin atender paralelamente a los cambios que han generado sus rivales estratégicos. Buscando así incorporar en el juego propio las movidas que hacen los otros jugadores, Moulian presta atención en sus investigaciones del período a unos y otros. Posteriormente, continuará con ese doble foco de atención, seguirá con investigaciones sobre la derecha, en la segunda mitad de la década de 1980, y realizará estudios sobre el Partido Comunista.

      Los autores que citan son fundamentalmente nacionales (Alejandro Foxley, Ricardo Ffrench-Davis, Brunner, Augusto Varas, etc.). También entablan alguna discusión con autores latinoamericanas que han estudiado los nuevos regímenes autoritarios en la región, especialmente con O’Donnell y Graciarena (82, 83).

      Paralelamente a estos trabajos, Moulian, como autor único, elabora otro documento, “Fases del desarrollo político chileno entre