El Carisma de Schoenstatt. P. Rafael Fernández de A.. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: P. Rafael Fernández de A.
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789562469227
Скачать книгу
trabajaban. No debían abandonar el mundo, sino que transformarlo desde dentro.

      El fundador de Schoenstatt será uno de los primeros en destacar esto. Recuérdese que su primer libro se titula La Santidad del día de Trabajo.2 Junto a él y después de él, fueron surgiendo laicos y comunidades religiosas que, progresivamente, asumían el gran desafío de vivir la fe en medio de las realidades temporales.

      La Iglesia había vuelto su mirada al mundo y a la necesidad de que, especialmente los laicos, debían ser gestores de un nuevo orden cristiano de la sociedad.

      2.4. Santo Tomás de Aquino y el aporte del P. Kentenich

      Hemos hecho un largo recorrido analizando, en forma global, las grandes coordenadas que permitieron afirmar al P. Kentenich: “A la sombra del santuario se van a codecidir, por siglos, los destinos de la Iglesia y del mundo”.

      Mostramos una visión global de la espiritualidad que reinó en la Iglesia entre los siglos V y XX. Luego dirigimos la mirada al proceso cultural que se dio a raíz del Renacimiento y hasta nuestros días, caracterizado por el empoderamiento del hombre en una nueva era marcadamente antropocéntrica.

      La cuestión social fue el gran detonante para un cambio de perspectiva al interior de la Iglesia.

      Poco a poco fue surgiendo un nuevo horizonte para una santidad centrada, esta vez, en medio del mundo que, en definitiva, requeriría revisar lo que significaba la armonía de lo natural y de lo sobrenatural, de Dios y el mundo, de la actividad divina y la cooperación humana.

      Esto es lo que tiene presente el fundador de Schoenstatt. Él afirma que la base teológica doctrinal la había puesto santo Tomás de Aquino en la Edad Media.

      Santo Tomás, a diferencia de san Agustín, quien tenía como trasfondo la filosofía neoplatónica, explica, basándose en la doctrina de la causalidad aristotélica, la relación armónica entre la Causa Primera (Dios) y la causa segunda, (el hombre, las creaturas). Esto permitió a santo Tomás mirar con una nueva óptica su mutua relación. Sin embargo, esta visión doctrinal de santo Tomás no tuvo mayor repercusión en el modo de vivir y transmitir la fe.

      El P. Kentenich asume con fuerza el principio tomista que dice: “la gracia presupone la naturaleza, la sana, la eleva y la perfecciona”.

      Desde el inicio, visualiza esta perspectiva desarrollando una nueva espiritualidad y pedagogía pastoral.

      Siendo tomista su base doctrinal, incorpora además el pensamiento personalista y de otras corrientes que surgieron en la primera mitad del siglo XX. Sin embargo, su aporte no reside principalmente en el orden de las ideas o de la doctrina sino en el orden de la espiritualidad y de la educación de la fe.

      El Concilio Vaticano II abordó con claridad la relación de Dios y mundo y destaca la importancia del orden temporal y, consecuentemente, de los laicos.

      Al término del Concilio, el P. Kentenich afirmó que lo que planteaba la Iglesia postconciliar, siempre lo había sostenido el Schoenstatt preconciliar. Pero agrega algo más: afirma que aún quedaba la gran tarea de contar con una espiritualidad y pedagogía de la fe que hicieran posible lo que el Concilio planteaba.

      Para él estaba claro el desafío de la renovación de la Iglesia y la tarea de generar un nuevo orden cristiano de la sociedad. No abordar la tarea pedagógica que esto implica, traería consigo que los resultados serían poco satisfactorios.

      2.5. Un gran desafío: Superar el divorcio entre fe y vida

      El divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerado como uno de los más graves errores de nuestra época. (GS, iv, n.43)

      Este diagnóstico del Concilio Vaticano II, Pablo VI lo expresa igualmente en su exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi donde afirma:

      El drama de nuestro tiempo es el divorcio entre Evangelio y cultura. (EN, 20).

      Afirmación que hoy sigue teniendo importancia y, quizás, más que antes.

      El fundador de Schoenstatt quiere responder con una espiritualidad y pastoral que superen este divorcio entre fe y vida.

      Hoy no nos faltan ideas claras, por ejemplo, sobre la doctrina social de la Iglesia, pero el problema es que las fuerzas laicales, muchas veces, no han estado capacitadas para llevar exitosamente a cabo la tarea que correspondía realizar en el campo de la ciencia, de la política, de la empresa, de los medios de comunicación social, etc., ante un mundo cada vez más alejado de Dios y una Iglesia notoriamente debilitada.

      ¿Qué ha sucedido con nuestro compromiso de generar un cambio cultural e instaurar un nuevo orden cristiano de la sociedad?

      La Acción Católica, iniciada con Pío X y apoyada fuertemente por Pío XII, poco a poco, después de un florecimiento, fue perdiendo su fuerza.

      Hubo compromiso y actividad apostólica pero el alma, al parecer, no estaba tan fortalecida y no se había consolidado una espiritualidad que permitiera la acción en el mundo, manteniendo en ella un vivo contacto con Dios. De hecho, la organización como tal, en muchos lugares, desapareció, aunque en algunas partes todavía existe.

      Pensemos también en el compromiso político inspirado en el Evangelio. Grandes pensadores, como Jacques Maritain y Emmanuel Mounier y, luego, algunos partidos políticos, asumieron como propia la inspiración de la doctrina social de la Iglesia y buscaron concretarla, a través de su actividad política, en un cambio social inspirado por los valores del Evangelio. Sabemos qué ha pasado con esas iniciativas.

      Consideremos, por otra parte, lo que ha sucedido en el campo de la ciencia. Esta creció y se desarrolló al margen de la inspiración cristiana. Hoy día son muy pocos los científicos que sostienen los valores cristianos y que no ven una contradicción u oposición entre fe y ciencia.

      En el ámbito de la técnica, en el mundo de las comunicaciones y, en general, en el ambiente laboral ha sucedido algo semejante. La mayoría de los cristianos no hemos sido capaces de hacer surgir un auténtico humanismo en todas las realidades en las que estábamos llamados a ser fermento y pioneros.

      Si nos situamos ahora en nuestro momento histórico, segunda década del siglo XXI, vemos que practicar una espiritualidad, vivir y transmitir una fe viva; transmitir, especialmente a la generación joven, la conciencia de un Dios que interviene en la historia, un Dios que es una realidad viva, es cada vez más difícil. Más todavía cuando no hay acuerdo generalizado respecto a una categoría de valores y a lo que llamamos “orden de ser”, es decir, la existencia de una ley natural, impresa por el Dios vivo en las creaturas que él creó.

      2.6. Nuestra respuesta

      ¿Cuál es nuestra respuesta a estas realidades? En nuestros pueblos, pensando especialmente en Hispanoamérica, en general aún se cuenta con una mayoría creyente. Pero, la vivencia de la fe a menudo es mayormente devocional; se limita a conservar ciertas prácticas religiosas como bautizar a los niños, hacer la Primera Comunión, asistir a misa; en general, participar en la celebración de los sacramentos.

      Por otra parte, también abunda una piedad que, a menudo, se limita a lo emocional y utilitario recurriendo, por ejemplo, a la Virgen o a distintos santos, para pedirles favores y milagros.

      En el actual ambiente cultural, cada vez más creyentes experimentan la dificultad de lograr que sus hijos practiquen su misma fe.

      Personas comprometidas con la Iglesia a menudo practican una fe moralista. Buscan imitar a Cristo o a la Virgen María centrando su empeño en adquirir virtudes que ellos encarnan. Cumplen con los mandamientos y realizan prácticas religiosas, sin embargo, el contacto o trato personal con el Dios vivo, en medio del trabajo que realizan, con frecuencia, no es tan profundo.

      Otros creyentes piensan que es necesario aclarar más la doctrina y predicarla combatiendo los errores doctrinales y morales que existen en la sociedad y la cultura actuales.

      Estas y otras tendencias semejantes hacen difícil transmitir una fe viva, en especial a la juventud, que tiende a seguir fácilmente la corriente reinante. En otras palabras, parece haberse acabado la fe