IBON ERRAZKIN: Tengo nulas dotes de mánager, pero al principio me encargué yo de buscar conciertos. Era fácil. Txuribeltz era un bar siniestro y de rollo valenciano. Traían mucho a tocar a Comité Cisne. Para el bar era bueno porque se llenaba. Movíamos gente de nuestra edad; unas doscientas personas, de las cuales unas treinta tocaban en otros grupos a los que luego también íbamos a ver. Todos tocamos en Txuribeltz tres o cuatro veces.
RICARDO ALDARONDO: Ibon era muy jovencito y tímido, pero yo ya conocía su buen gusto y sabiduría musical, que desde el primer momento se reflejó en las canciones. Me llamó la atención lo que luego a todos: el minimalismo —o quizá habría que hablar de modestia muy bien aprovechada—, las melodías encantadoras, un sentido de lo naíf nada infantiloide, las baterías primitivas de Peru… Todo estaba hecho con una naturalidad y espíritu artesanal que los hacía diferentes a todo. Además eran muy prolíficos y desde el primer momento tuvieron su sonido muy definido y claro.
JAVIER SÁNCHEZ: Unos cuantos seguidores íbamos a todo lo que se movía. Equiparábamos Aventuras de Kirlian con Radio Futura o los Pegamoides. Fuimos a muchísimos conciertos de Aventuras. El ambiente era de fascinación. Era ver a un grupo diferente que traía cosas que no habíamos oído. Y eran sencillas de hacer, en teoría.
No eran buenos en directo, pero eso era parte del atractivo. Pensabas, «no hace falta tocar como los de la tele, puedes salir a tocar dos cuerdas mientras merezca la pena y tenga un sentido». Hacían una música totalmente novedosa con la mayor sencillez y con melodías increíbles. Nosotros, que ya teníamos inclinación por las melodías, alucinábamos.
JAVIER SÁNCHEZ: A través de Aventuras empezamos a tener contacto con La Insidia. Mikel y yo íbamos a verlos y alucinábamos. Era un espectáculo verles. Se creaba una atmósfera alucinante. Estabas viendo algo único. Te das cuenta de que estás delante de alguien especial en muy pocos momentos de tu vida. Y teníamos clarísimo que con esa edad y esas canciones eran muy poco de este mundo. Estaban tocados por una varita. Estaban Iñaki con su bajo y los teclados, Ricardo Aldarondo a la guitarra haciendo punteos y ruidos varios y Javier a la guitarra y la voz.
Un día Javier Aramburu se puso unas gafas de lectura, sacó un libro y musicaron un poema de Lorca. Pero no era algo pretencioso, sino natural. En ellos parecía lo más lógico del mundo. A nosotros, las letras nos parecían un accesorio para formar la melodía de la voz, pero con las suyas te derretías. Te dejaban baldado, fueran o no de Lorca. Tenían esa aura especial en cada uno de los directos. Volvías totalmente embobado a casa.
MIKEL AGUIRRE: Aventuras de Kirlian eran un mundo aparte: unos Young Marble Giants de Donosti, una Velvet Underground menos ruidosa, un grupo extraño. Aventuras de Kirlian y La Insidia me marcaron mucho.
Si tenías oportunidad de ver a Javier Aramburu a finales de los 80, valía la pena. Era muy bueno, muy de vanguardia. Vi a La Insidia en la sala Komplot en un concierto en el que también tocaron Aventuras de Kirlian y 23 Ojos de Pez. En 23 Ojos de Pez también tocaban Ibon y Jon Iceta, el hermano de Peru. Eran una mezcla de Talking Heads y Orange Juice de Donosti.
RICARDO ALDARONDO: Javi Pez estaba totalmente conectado con Ibon y La Insidia. El primer disco que hizo como Parafünk me parece una obra maestra incomprendida y olvidada, y pionera en la forma de rapear y de mezclar hip-hop y soul, y en el arte del sampleado. Como no lo publicó con Siesta o Elefant y no encaja en aquella etiqueta de «pop de mesa camilla», parece que no forma parte de esa escena. Además, después Pez montó su sello discográfico y estableció conexión con la escena dance de Barcelona.
JAVIER SÁNCHEZ: Cada grupo era muy diferente del otro. Y todos tenían una personalidad muy marcada. Decías, «madre mía, las cosas que pueden pasar en una ciudad tan pequeña». Nos preguntábamos, «si me voy a Gijón o a Bilbao, ¿pasará lo mismo?». No teníamos ni idea. Para nosotros Aventuras, La Insidia y 23 Ojos de Pez eran el trío de ases.
IBON ERRAZKIN: El boom de los sellos independientes ya había pasado. Grabábamos maquetas pero pensábamos que a lo sumo la pondrían en Radio Cadena. Era impensable mandar una maqueta a DRO. Era tan difícil como que en los 70 te fichara CBS. Esas discográficas se habían convertido en estructuras muy grandes. Aventuras nunca mandamos una maqueta a una casa de discos. Lo veíamos tan lejos que la música se convirtió en algo muy idealizado y muy arty.
Hacías una maqueta con una portada a mano, se la pasabas a tus amigos y se movía en un ambiente muy de exigencia. Tenías que ser muy artista. No había ninguna intención comercial ni de hacer algo bien grabado en un estudio para moverlo por discográficas. Era más de ideas y de evolucionar todo el rato, de dejar atrás lo anterior. No recuerdo hablar nunca de grabar un disco. Estos grupos estuvimos grabando maquetas tres o cuatro años. El modo de expresión era la maqueta. Grababas una cada tres o cuatro meses con las canciones nuevas y parecía suficiente.
OTRO GRUPO DEL SAN IGNACIO DE LOYOLA
IRANTZU VALENCIA: Nací en Donosti en 1973. Mis padres son de Navarra. Mi padre escuchaba música clásica y mi madre, Serrat, Battiato, Neil Diamond… Cuando íbamos en coche, a Battiato me lo sabía de memoria. Mis dos hermanos me llevan nueve y siete años y han estado en grupos. Ignacio, en La Dama se Esconde, y Pedro, en un grupo de ska, Página 3, que solo publicó maquetas.
Antes de La Dama se Esconde, eran Agrimensor K, la cosa más siniestra del mundo. Mi hermano se pintaba los ojos, se cardaba el pelo… Yo tenía nueve añitos y pensaba que todos los hermanos mayores eran así. Para integrarme en el colegio con mis amigas y amigos, oía a Hombres G, pero mi hermano tuvo una afición muy temprana por lo oscuro y en casa los Cure sonaban todo el día. Mi hermano fue a verlos a Pau, a Francia, con Nacho Goberna. Les tuvieron que llevar mis padres. Los dos eran bastante tímidos e introvertidos, pero superaron sus timideces, se hicieron pasar por periodistas y lograron entrevistar a Robert Smith.
Cuando fui adolescente mis padres ya estaban curados de espanto. Que yo tuviera un grupo les parecía normal. Lo mío les parecía muy naíf; de hecho, lo era.
JAVIER SÁNCHEZ: Nací en Donosti en 1971. Mi abuelo paterno tocaba el violín y la bandurria o el laúd en alguna banda local. Y mi padre de muy joven tocaba un poco la guitarra, aunque yo nunca le he visto hacerlo.
Mis padres estudiaron Económicas, lo que en su tiempo era Mercantil. Eran funcionarios. Tenían colecciones de música clásica de Deutsche Grammophon y cuando viajábamos por la geografía española oíamos muchas cintas de los Beatles, de la tuna y música española. De pop, cero. Somos cuatro hermanos y viajábamos atrás apretados. Eso de los cinturones de seguridad era cosa del futuro. Jugábamos al ajedrez de plástico imantado o echábamos la siesta cuando ponían música. Al final te aprendías las diez o quince cintas de siempre.
Mi hermano mayor, José Luis, empezó a tener gustos propios. Tenía cuarto propio y empezó a traer discos de la primera movida: Kaka de Luxe, Parálisis, los Gabinete de «Golpes» y «Obediencia y nada más», Polanski [y el Ardor], Derribos Arias… Borja95 y yo, que nos llevamos solo un año, empezamos a poner la antena y a alucinar bastante. Íbamos a su cuarto, donde tenía el típico tocadiscos portátil en el que no entra un LP entero. Ese fue el inicio de todo.
En medio hay una hermana, Laura, que tocaba la guitarra española. Fue el primer instrumento que vimos en casa. Más adelante se aburrió y la empezamos a coger y a ver —por imitación— que se podían hacer cosas.
MIKEL AGUIRRE: Nací en 1974. Mis padres son vascos, pero yo nací en Madrid, como todos mis hermanos. Del 74 al 80 viví en Madrid. Mi padre era gerente de concesionarios de BMW y nos fuimos a vivir a Sevilla tres años. En el 83, con nueve años, llegué a San Sebastián. Mi madre tocaba un poco la guitarra. Siempre ha habido vinilos en casa: de los Rolling Stones, los Beatles, María Dolores Pradera, tangos, Sinatra, algo de jazz… Yellow Submarine, con esa portada con esos dibujos animados y esa melodía tan charanguera… es como un jingle que siempre he tenido presente.
Somos tres hermanos y una chica, la pequeña. La música me ha venido a través del mayor, Iñaki. Él empezó a tocar la guitarra en