Hermano, necesita cultivar la prontitud. Deseche su actitud vacilante. Usted es lento y se desconcentra descuidadamente en el trabajo que lleva a cabo. Abandone este estrecho sistema de trabajo porque no sirve (T 3:497, 498).
Cómo convertir el lugar de trabajo en un Betel.–Mantengan siempre una actitud agradable, cortés y bondadosa, y cada lugar de trabajo puede transformarse en un Betel. Los ángeles de Dios complementarán vuestros esfuerzos. Si nuestras casas editoras, nuestras instituciones de salud, nuestros colegios y nuestras misiones se dirigieran con principios correctos, los incrédulos que las visitan quedarían favorablemente impresionados, y se sentirían más dispuestos a aceptar la verdad... Si el corazón se purificara mediante la obediencia a la verdad, no habría preferencias egoístas ni motivos corrompidos; no habría parcialidad ni hipocresía, y no se desarrollaría un sentimiento amoroso enfermizo. Debe ejercerse una vigilancia estricta para que esta maldición no envenene ni corrompa nuestras instituciones (Carta 74, 1896; SpTMWI 8, 9).
Necesidad de reglamentos y disciplina.–Nuestros jóvenes deben adoptar normas más elevadas en la casa editora si desean perfeccionar el carácter cristiano. Debieran asistir a la hora de la oración, a los cultos de oración y estar listos y deseosos de prestar servicio a Dios. Necesitan comprender los elevados derechos de Dios sobre ellos. No se requiere gran erudición, genio ni elocuencia, sino un corazón puro y humilde que anhele la justicia. Si estos jóvenes y señoritas se interesaran en refinar su vida y en elevar y ennoblecer el carácter, con el fin de efectuar un servicio mejor y más santo para Dios; si dedicaran sólo una décima parte de su interés a la complacencia y gratificación del yo, entonces sus nobles esfuerzos producirían un trabajo magnífico. Estos jóvenes deben habituarse a pensar, más que en ellos mismos, en todo lo noble y elevador. No oran, no velan en oración; no están familiarizados con Jesús. Tienen mucho que aprender, pero toman poco tiempo para hacerlo; no hay tiempo para gastar en frivolidades y complacencia del yo. Si comprendieran la necesidad que existe de una verdadera conversión, si oraran y velaran en oración, Dios los haría totalmente suyos, y ellos podrían hacer mucho por su causa. Pero los jóvenes que trabajan en la casa editora deshonran a Dios con sus pensamientos y comportamiento. Los que van a ese lugar con buenos propósitos se echan a perder por la influencia no consagrada de algunos de los empleados. Esto no debe continuar así. En estos casos hay que hablar con claridad y tomar medidas definitivas (SpTWWPP 16, 17).
Las influencias del hogar afectan las instituciones.–Cada hogar cristiano debiera tener reglas; y los padres debieran, por sus palabras y comportamiento mutuo, dar a los hijos un valioso ejemplo viviente de lo que desean que éstos lleguen a ser. Debieran practicar constantemente el lenguaje puro y la verdadera cortesía cristiana. Que no haya nada que induzca al pecado; que no haya conjeturas torcidas ni lengua maligna. Enseñen a los niños y los adolescentes a respetarse ellos mismos, a ser fieles a Dios y leales a los principios; enséñenles a respetar y obedecer la ley de Dios. Entonces estos principios controlarán su vida e intervendrán en su asociación con otras personas. Amarán a su prójimo como a ellos mismos. Crearán una atmósfera pura, que ejercerá influencia para animar a las personas débiles a seguir en el camino que conduce a la santidad y al cielo. Que cada lección tenga un carácter elevador y ennoblecedor, y el registro que aparecerá en los libros del cielo será de tal naturaleza que no se sentirán avergonzados de encontrarlo en el juicio.
Los niños que reciben esta clase de instrucción nunca serán una carga ni una causa de ansiedad en nuestras instituciones; sino que serán una fortaleza, un apoyo para los que llevan responsabilidades. Estarán preparados para trabajar en cargos de responsabilidad, y, por medio del precepto y el ejemplo, ayudarán constantemente a otros a hacer el bien (Carta 74, 1896; SpTMWI 12, 13).
Promesa para los que hacen lo mejor posible.–Cristo está revisando su trabajo en todo sentido. Desea que esté libre del poder de Satanás para que todos reconozcan la pureza de su trabajo. El Señor puede encomiar sólo lo que es digno de encomio. A los que se esfuerzan por hacer su voluntad, les dice con una voz que revela dulzura celestial: “La gracia sea contigo, y la paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” [Efe. 1:2, 3].
La obra que se hace para honra y gloria de Dios llevará el sello de Dios. Cristo aprobará la obra de los que se esfuerzan por hacer lo mejor posible. Y mientras continúan haciendo lo mejor, aumentarán su conocimiento y el carácter de su obra mejorará...
¡Cuán gloriosa es la perspectiva que espera a los que serán aprendices de Cristo, mansos y humildes de corazón, según el Modelo divino! El Señor Jesús será su Ayudador, su Fortaleza, su Liberación, si tan sólo usted quisiera creer y andar humildemente delante de él (Carta 153, 1903).
Poner la causa de Dios sobre todos los demás intereses20.–Ningún vínculo terreno, ninguna consideración terrena, debiera pesar ni por un momento en la balanza contra el deber hacia la causa y la obra de Dios. Jesús cortó su conexión con todo para salvar a un mundo perdido, y requiere de nosotros una consagración completa.
Hay sacrificios que deben realizarse a favor de la causa de Dios. El sacrificio de los sentimientos es el más intenso de los que se requieren de nosotros; sin embargo, después de todo, es un sacrificio pequeño.