Los artículos que se dirigen a miles de lectores deben revelar que hay en sus autores pureza, elevación y santificación del cuerpo, el alma y el espíritu. La pluma debe usarse bajo el control del Espíritu Santo, como medio de sembrar semilla para la vida eterna. Dedíquese el espacio de nuestros periódicos a asuntos de valor real. Acumulen en ellos asuntos rebosantes de intereses eternos. Dios nos invita a subir al monte para conversar con él, y, cuando por fe contemplemos al Invisible, nuestras palabras serán de veras un sabor de vida para vida.
Publicaciones que tratan de Daniel y el Apocalipsis.–Tengan todos más que enseñar, escribir y publicar acerca de las cosas que se han de cumplir ahora y que conciernen al bienestar eterno de las almas. Den alimento a su tiempo a ancianos y jóvenes, a santos y pecadores. Preséntese sin dilación todo lo que pueda decirse para despertar a la iglesia de su somnolencia. No se pierda tiempo en las cosas que no son esenciales y que no tienen relación con las necesidades actuales de la gente. Léanse los primeros tres versículos del Apocalipsis y véase qué obra se recomienda a los que aseveran creer en la Palabra de Dios: [se cita Apoc. 1:1-3] (JT 3:155-158).
Los libros de Daniel y el Apocalipsis debieran ser publicados en un solo tomo. Podrían añadirse unas pocas explicaciones de ciertas partes, pero no estoy segura de que serían necesarias.
Esta es la sugerencia que le hice al Pr. Haskell y dio como resultado el libro que él publicó. Pero este libro no alcanza a cubrir la necesidad.22 Mi idea era que los dos libros se encuadernaran juntos, el Apocalipsis después de Daniel, como un libro que da más luz sobre los temas tratados en Daniel. El objetivo es colocar estos libros juntos, mostrando que ambos se refieren a los mismos temas.
Ha de proclamarse un mensaje que despierte a las iglesias. Ha de hacerse todo esfuerzo para dar la luz, no sólo a nuestro pueblo, sino al mundo. Se me ha instruido en el sentido de que las profecías de Daniel y el Apocalipsis deben imprimirse en libros pequeños, con las explicaciones necesarias, y deben enviarse al mundo entero. Nuestros mismos hermanos necesitan que se les presente la luz con más claridad (TM 117).
Libros de texto para niños y adolescentes.–¿Por qué las lecciones que los niños aprenden no podrían ser puras, elevadoras y ennoblecedoras? ¿Acaso no es posible que se escriban libros exentos de toda clase de errores? ¿No hay entre los adventistas del séptimo día talento suficiente para escribir libros que contengan las sencillas lecciones del Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento?23 (Manuscrito 5, 1890).
Ningún libro de naturaleza dudosa para los jóvenes.–¿Por qué nuestro pueblo depende, para instruir a sus hijos, de libros que contienen graves errores? Cuando los niños preguntan por el significado de esas historias, que son tan contrarias a lo que se les ha enseñado, los padres contestan que no son verdaderas, y sin embargo siguen proporcionándoles esos libros... Al parecer nadie comprende que las ideas presentadas en esos libros descarrían a los niños, y que las historias imaginarias, novelas y fábulas que se ponen a su alcance y que alimentan sus mentes generan gusto y despiertan apetito por las cosas irreales de la vida.
Ya que tenemos abundancia de lo que es real y lo que es divino, ¿por qué no nutrimos la mente de los hijos con esta clase de alimento? Los libros que contienen una perversión de la verdad y que descarrían las mentes en desarrollo, nunca debieran ponerse al alcance de los niños y adolescentes; y los que tienen mentes maduras serían mucho más puros, fuertes y más nobles si no tuvieran nada que ver con ellos (Manuscrito 5, 1890).
Cuidado con publicar teorías falsas.–Puedo ver claramente que si todos los que creen que están calificados para escribir libros siguieran los dictados de su imaginación y los hicieran publicar, e insistieran en que nuestras casas editoras los recomendaran, habría abundancia de malezas sembradas en nuestro mundo...
Mientras haya imprentas y casas editoras, se ofrecerán asuntos incorrectos para que se publiquen, y se imprimirán libros para hacerlos circular entre la gente.
Si no se ejerciera vigilancia contra las historias indebidas, nuestras propias casas editoras se convertirían en agentes para la diseminación de teorías falsas. Algunos escritores hacen un mundo de uno o dos asuntos teóricos, que otros no consideran importantes, y, como resultado, el escritor piensa que se menosprecian sus ideas.
Hace dos o tres días recibí una carta de alguien que profesa ser observador del sábado en California, y que se siente muy herido porque la Pacific Press no respeta sus manuscritos y no acepta la luz que él desea presentar al mundo.
Habrá abundancia de dioses y de señores que lucharán porque se los reconozca; pero si las personas con esa preocupación de inundar el mundo con algo original anduvieran humildemente delante de Dios, con mansedumbre y contrición de espíritu, el Señor las reconocería y les daría la gracia de su Santo Espíritu para que hagan, de acuerdo con su capacidad, precisamente la obra que Dios quisiera que ellos llevaran a cabo (Carta 49, 1894).
Necesidad de diversidad en los escritos.–El Señor dio su Palabra en la forma como él quería que se presentara. La dio por medio de diferentes escritores, cada uno con su propia individualidad, aun cuando relatara la misma historia que otro. Sus mensajes se encuentran reunidos en un Libro, y son como los testimonios presentados en una reunión social. No describen las cosas con el mismo estilo. Cada uno tiene una experiencia individual, y esta diversidad amplía el conocimiento que se extrae para satisfacer las necesidades de diversas mentes. Los pensamientos expresados no son uniformes, como si se hubieran fundido en un molde de hierro. Esta clase de uniformidad habría producido una pérdida de gracia y elegante belleza.
No