—Ya sé, quédate aquí. —Con uno de los vestidos puestos, Renny corrió de regreso a la tienda. Me preguntó si se recuerda que anda con un vestido rosado de ballet.
Mucha gente a nuestro alrededor estaba pendiente de nosotros, jamás se me ocurrió que nuestros pasos estaban siendo documentados en las malditas redes. Malditas redes sociales que esclavizan nuestra vida.
—¡Perfecto! —gritó, entregándome una camisa blanca en cuello en v—. Los pantalones negros, los Vans y esta camisa que lucirá tus brazos.
Además de la camisa blanca, tenía una camisa azul sin mangas, como si fuera un chaleco. Negué, pensando en qué dirían los de la élite al verme de ese modo. Pero la ilusión en los ojos de esa princesa que sostenía la camisa me hizo olvidarme de todo.
No era suficiente saber que teníamos la ropa ideal, la fui a meter al salón para que le pusieran tanto maquillaje como un buen peinado acorde al pequeño vestido blanco que compramos para ella. El vestido no era tan costoso como me hubiera gustado, pero me dejó comprarle un collar y aretes Pandora a juego, Rose Gold de brillos que sabía se le verían bien.
—¡Mierda! —mi expresión era súper vulgar, lo sé, pero Renny estaba… Sin palabras.
El vestido blanco le llegaba hasta el muslo, con la falda en a. Tenía un cinturón de la misma tela de la falda dividiendo el busto. Sus pechos resaltaban en un escote en forma de corazón en dorado brillante. Se calzó unos zapatos dorados altos que no sabía si podía manejar y el collar en su cuello que la hacía lucir hermosa. ¡Malditamente perfecto! Se veía sacada de una historia de fantasía.
—Hermosa —dije, viéndola a los ojos.
—Tú tampoco estás mal, Hamilton.
Sí, como una mierda. Tenía puestos unos pantalones negros pegados, las Vans negras con blanco, la camisa blanca en cuello en v y un chaleco negro. Mis brazos realmente lucían de maravilla en este traje.
—Me gusta el guantelete negro. —Renny señaló mi mano derecha, en la cual olvidé recalcar tenía un guantelete.
—Renny, Renny… Voy a tener que cuidarte demasiado. Seguramente todos estarán con los ojos encima de ti.
—Sí, porque soy una mortal, como me llama tu hermana, no encajo en su mundo.
Me acerqué a ella tomándola del cuello, sin pensar absolutamente nada. Ella creía no encajar en la élite y quizá era verdad, era tan diferente a las mujeres que estaba acostumbrado que eso era exactamente lo que me gustaba.
—No, quizá no encajes en ese mundo, pero eres perfecta para el mío.
Sin más que decir, la atraje hasta mis labios, mi sorpresa fue que en lugar de resistirse como esperaba, envolvió sus brazos en mi cuello, jalándome más a ella, correspondiéndome el beso.
Su lengua provocó a la mía, causando estragos con mi corazón y mi alma. Tan dulce como me la imaginaba. Este era el primer beso real que nos dábamos, uno donde no estábamos en una fuente forzando a que esto fuera real.
Me aparté de ella para verla jadear por lo intenso que era nuestro beso.
—No digas nada —dándome un beso en la mejilla me recordó lo bien que se sentían sus labios—, solo no me recuerdes esta noche que no puedo pertenecerte.
—Renny, tú me perteneces. No hay otra cosa que decir, ahora sube a mi maldita moto, porque no iremos en auto solo porque tienes vestido. ¿Está claro?
—No soy una chica de deportivos, Hamilton.
Envolviendo sus manos en mi cintura, aceleré mi Honda llevándola directo al desastre. La élite nunca fue fácil, no para una mortal y yo estaba a punto de meterla en la boca del lobo.
Un cuento de terror
Tenía que permanecer calmado, mantenerme completo. Estaba nervioso. Para la boda de Holly no me preocupaba tanto que Renny me acompañara, lo sentía tan normal. Quizá porque los ojos estaban puestos en Holly y Louis y no en mí.
Esta vez era distinto, los ojos de todos, sin excepción alguna, estaban en mí y en Holly, los cumpleañeros. Tenía que demostrar que nada me ponía los pelos de punta, comportarme como el player de la élite, nunca les demostré mucho interés a las mujeres, ni siquiera cuando estaba con Charlotte.
—¡Santa madre! ¿Esta es tu casa?
Renny se detuvo instantáneamente, observándolo todo como si fuera un tesoro enorme. El jardín estaba totalmente decorado como si entráramos a un puto cubo de hielo, con rosas azules y blancas. Mamá y Holly lo habían hecho de maravilla, seguramente la mitad de las cosas eran hechas por Mary, pero ella nunca tomaba el crédito.
—La casa de mis padres. —No quería que ella notara la gran diferencia entre ella y yo, sí en algún momento le mostraba la casa que heredaría de mis abuelos, quizá le daría un ataque.
Para asegurarle que todo estaba bien, le tomé la mano para guiarla dentro de la fiesta. Aún era temprano, por lo que las personas que estaban eran mínimas a comparación de las que habría más tarde.
Un rótulo azul y blanco captó mi atención, estaba seguro de que Renny ataría cabos ahora. Solo era de esperarse a que…
—¡Es tu cumpleaños! —pensé que tardaría un poco más.
—¡Sorpresa! —dije con ironía, vaya mierda.
—¿Por qué no dijiste nada? —preguntó, dándome un golpe en el brazo.
—No me gusta celebrar mi cumpleaños, siento que a nadie le interesa. Además, es mañana, no hoy.
—¿28 de junio?
Asentí, esta noche sería extremadamente larga. Tomando su mano de regreso, la orienté para que siguiera caminado a la entrada de la carpa, esta me frenó para susurrar.
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