Proudhon nace en 1809 en Battant[36], barrio periférico de la ciudad de Besançon. De algún modo, Proudhon viene al mundo entre campo y ciudad. Hijo de un tonelero y de una cocinera, ambos pobres y sin instrucción, su infancia transcurre entre la escuela de enseñanza mutua de su barrio, clase única muy al uso entonces, en la que los alumnos más mayores ayudaban a los más pequeños, y a la que acude de manera irregular, y las múltiples ocupaciones que la vida obrera y del campo conlleva, ayudando a sus padres. Será hasta pastor.
En 1820, con doce años, ingresa en el colegio real de Besançon gracias a la intervención de un amigo de la familia, que le consigue una beca, y a la influencia del cura de su parroquia, quien, habiendo detectado la inteligencia del niño, esperaba, sin duda, hacer de él un buen hombre de Iglesia. Podemos imaginar cuál no sería su decepción… En el colegio, en contacto con los niños de la burguesía, el joven Proudhon vive quizá su primera experiencia social humillante: pobre entre los ricos, Proudhon viste y se comporta como lo que es, «un bon gros paysan», un vulgar campesino. A clase va en zuecos y sin sombrero, lo que, naturalmente, desentona con lo que entonces se estilaba. Como no tiene libros, al profesor le dice que se los ha olvidado en casa, por orgullo y vergüenza de decir la verdad: prefiere el castigo del profesor a las burlas de sus compañeros; las traducciones de latín las hará sin diccionario, rellenando en la puerta del colegio, con el de algún compañero, los huecos que dejaba en casa. La experiencia es tan humillante que más tarde Proudhon la recordará así:
Pobreza no es vicio, dicen las mujeres del Franco Condado, ¡es mucho peor!... Peor que el vicio, ¿oye Usted, Monseñor? ¡Qué pensamiento revolucionario! Ésa fue mi primera lección de filosofía práctica; lo confieso, si busco en mi memoria, nada me ha hecho reflexionar más. Cuando fui al colegio, me sorprendió encontrar la misma sentencia en los autores estudiados, casi palabra por palabra: Pauperas hoc habet durius in se quod ridiculos homines facit: lo más insoportable en la pobreza es que lo hace a uno ridículo[37].
Aquí encontramos ya una de las diferencias con otros socialistas de su tiempo que, por su condición social, nunca vivieron en sus carnes la experiencia de la pobreza y la humillación social que lleva aparejada. En éstos el socialismo igualitario se preocupará más de la igualdad en lo material (comunismo marxista) o lo formal (formalismo del liberalismo individualista); en Proudhon prima siempre la igualdad en la dignidad, base necesaria de todo diálogo (de tú a tú, de igual a igual) y de toda relación verdaderamente igualitaria. Volveremos sobre el tema.
En 1827, nuevamente por falta de dinero, abandona el colegio real de Besançon sin poder obtener el bachillerato. El título de bachiller esperará a 1838, once años más tarde. Tiene Proudhon entonces veintinueve años. Del liceo pasará directamente al taller, como tipógrafo y corrector de pruebas, hasta que el paro le lleve a hacer varios tours de France en busca del trabajo que faltaba en su país natal. De vuelta a Besançon en 1833, los Gauthier vuelven a emplearlo en su imprenta. Allí trabajará como jefe corrector hasta 1836. De este periodo, decisivo va a ser su encuentro y amistad con Gustave Fallot, joven y brillante filólogo que morirá antes de cumplir los treinta años de edad. La influencia que ejerce este joven erudito sobre Proudhon y la confianza y aliento que le prodiga (Fallot le predijo en 1832 un destino nada menos que comparable al de un Descartes o un Locke[38]) para que abandone el taller y se dedique plenamente a los estudios serán determinantes en su decisión de pasar el bachillerato para presentarse a la pensión Suard[39], beca de 1.500 francos anuales durante tres años que la Academia de Besançon ofrecía a un joven prometedor del departamento de Doubs, con la que sería premiado Proudhon en 1838, del mismo modo que lo había sido Fallot entre 1832 y 1835. Tampoco parece casual el interés de Proudhon en aquel momento por la filología, que considera entonces como la ciencia de todas las ciencias[40].
Su candidatura a la pensión Suard se vio también en parte motivada por la penosa situación económica que atravesaba. En 1836 el de Besançon había comprado con unos amigos una imprenta que muy pronto se va a convertir en un lastre, dejándole una deuda que arrastrará durante años. De este modo, la candidatura a la pensión Suard, tantas veces demorada por Proudhon ante la insistencia de Fallot, se acaba convirtiendo en 1838 en una buena oportunidad de dedicarse en cuerpo y alma a sus investigaciones sin tener que preocuparse por su sustento y de honrar al mismo tiempo la memoria de quien con tan buena vista había visto en él una de las luces del siglo. No se equivocarían, ni el uno ni el otro[41], pues sólo dos años más tarde salía a la luz una de las obras decisivas del socialismo decimonónico: Qu’est-ce que la propriété?
Durante los difíciles años que pasa en París, Proudhon aprovecha su beca de estudios para acumular un considerable número de lecturas y apuntes (filosofía, economía, derecho), que dejará consignados en sus Cahiers. Al margen de los economistas (Say, Rossi, Ricardo, A. Smith), que Proudhon lee, anota y critica, sobresalen en sus lecturas de los años Suard los filósofos alemanes (Kant, Leibniz, Herder, Vico, Fichte), a los que Proudhon tiene acceso gracias a diversas traducciones (no lee el alemán) y estudios críticos. El interés mostrado por Proudhon por la filosofía alemana –sin descuidar en absoluto su filosofía patria (Montesquieu, Rousseau, Fourier, etc.)–, y en especial por las antinomias (Kant, Hegel), será determinante, como veremos, en el pensamiento proudhoniano.
Fruto de estos tres años de estudio –y sufrimiento[42]– serán sus célebres escritos sobre la propiedad, Qu’est-ce que la propriété? (1840), Lettre à M. Blanqui sur la propriété (1841), Avertissement aux propriétaires, ou Lettre à M. Considérant sur une défense de la propriété (1842) y, posteriormente, De la Création de l’Ordre dans l’Humanité (1843), en la que Proudhon presenta ya un primer ensayo de su dialéctica serial. De hecho, podemos considerar que en De l’Utilité de la Célébration du dimanche (1839), su primera obra, la influencia alemana es todavía inexistente y, si en ella encontramos ya los gérmenes de su posterior dialéctica de equilibrio de contrarios, es buena prueba de que la intuición proudhoniana iba ya bien encaminada hacia la dialéctica, como lo advertiría más tarde el propio Marx[43].
El demoledor ataque que hace Proudhon de la propiedad en Qu’est-ce que la propriété? le trae pronto una considerable notoriedad. Al respecto, puede ser interesante recordar el juicio admirativo que le merece su primera memoria sobre la propiedad al propio Karl Marx, pues el filósofo alemán será precisamente uno de los que con posterioridad golpee con mayor dureza al que hasta 1845 consideraba como «el autor del manifiesto científico del proletariado francés», de una obra fundamental para la economía moderna, comparable en importancia, según el Marx de La Sagrada Familia, al Qu’est-ce que le tiers Etat?, del abate Sieyès, para la política moderna[44]. No es, por tanto, nada aventurado ver en la idea de fuerza colectiva desarrollada por Proudhon en su Première Mémoire una anticipación del posterior análisis marxista centrado en la plusvalía capitalista. Aunque no podemos detenernos en esto, y a pesar de que las diferencias entre ambas críticas, más sociológica en Proudhon, más economista en Marx, existan, las similitudes también parecen evidentes.
Al término de su beca de estudios, en 1842, Proudhon se ve de nuevo obligado a tener que trabajar para vivir. El éxito de sus escritos