El vacío dejado por Giner a un lado y los avances oficiales y particulares en el terreno de la educación de la mujer explican el silencio del BILE en torno a cuestiones femeninas. Su labor ya no era exigir o esgrimir argumentos, sino trabajar en directo desde los centros oficiales ocupados por sus discípulos, sobre todo a través de la Junta para Ampliación de Estudios.
Antes de finalizar este capítulo, una última precisión: repetidamente hemos aludido a la preocupación de los hombres de la ILE por la mujer española y su rehabilitación pero ¿y las propias mujeres? Colaboraron con artículos y ensayos en el BILE, pero su participación ni de lejos se puede comparar con la de los hombres. Ya mencionamos la vinculación de figuras eminentes, como Concepción Arenal y Emilia Pardo Bazán, a Francisco Giner; su firma estuvo presente en el BILE en varias ocasiones. Tal vez la colaboradora más constante fue Alice Pestana, con 27 artículos[144], y aleatorias María Goyri[145], Berta Wilhelmi de Dávila, la inspectora de Madrid Matilde García del Real, la escritora chilena Gabriela Mistral, la profesora de Escuela Normal María Sánchez-Arbós, y poco más. En las Juntas Directiva y Facultativa de la ILE no hubo ninguna mujer, y el profesorado de sus escuelas fue mayoritariamente masculino.
El debate sobre la cuestión femenina llevado a cabo por los institucionistas incidió mucho en la necesidad de aperturas pedagógicas y reformas jurídicas, en parte porque pedagogos y juristas eran sus representantes más significados, pero se evitó la creación de proyectos propios. En este aspecto, la ILE se limitó a instaurar la coeducación en sus escuelas y a acoger en las páginas del BILE artículos sobre iniciativas modélicas extranjeras. Desde su origen y hasta el final fue una obra esencialmente masculina pero de hombres que pensaban en serio y sin fantasías acerca de la mujer, cosa poco frecuente en la España de la época. Hay que señalar la limitación de medios materiales de la Institución a la hora de crear nuevas empresas.
Este argumento es válido cuando nos referimos a la Institución Libre de Enseñanza propiamente dicha, la pequeña escuela del paseo del Obelisco, pero cambia sustancialmente al tratar de la Institución difusa, la «comunidad espiritual» que, basándose en el espíritu y el ejemplo de Giner, se mantendrá hasta la actualidad; en ella sí hay lugar destacado para la mujer, como lo demuestra la apertura de la Residencia de Señoritas de Madrid en 1915.
[1] Juan López-Morillas, El krausismo español. Perfil de una aventura intelectual, Madrid, FCE, 1980, p. 19.
[2] Das Urbild der Menscheit, traducido al castellano y en parte refundido por Julián Sanz del Río con el título de Ideal de la Humanidad para la vida; la primera edición española es de 1860. Véase un ilustrativo estudio comparativo entre el original y la traducción de Sanz del Río en Enrique M. Ureña, José Luis Fernández Fernández y Johannes Seidel, El «Ideal de la Humanidad» de Sanz del Río y su original alemán, Madrid, UPCO, 1997.
[3] Gonzalo Capellán de Miguel, La España armónica. El proyecto del krausismo español para una sociedad en conflicto, Madrid, Biblioteca Nueva, 2006, p. 166.
[4] José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, vol. 3, Madrid, Alianza, 1979, p. 1878.
[5] Presente también en Krause, de manera muy especial en el capítulo relativo a la diferencia de sexos incluido en el volumen Vorlesungen über Naturrecht oder Philosophie des Rechtes und des Staates (1892), en el que Mücke recopila las ideas del maestro sobre el tema, expuestas en las lecciones de 1826-1828; en los Mandamientos de la Humanidad, escritos en 1808 e inéditos hasta 1871, y en El Ideal de la Humanidad.
[6] Nació en Torrearévalo (Soria) en 1814. El Cours de Droit Naturel de Ahrens lo impresionó vivamente. Cuando en 1843 el gabinete progresista de Gómez Becerra crea la Facultad de Filosofía en la Universidad Central de Madrid, Sanz del Río es nombrado catedrático de Historia de la Filosofía con la obligación de estudiar dicha disciplina durante dos años en el extranjero. En París no lo convence el eclectivismo de Victor Cousin; viaja a Bruselas, donde conoce a Ahrens, quien le recomienda dirigirse a Heidelberg. En la ciudad alemana ejercen la docencia universitaria los krausistas Leonhardi, Röder y Schliephke; de ellos toma el modelo para consagrarse a la difusión de las ideas de Krause. Véase Antonio Jiménez García, El krausismo y la Institución Libre de Enseñanza, Madrid, Cincel, 1986.
[7] Marcelino Menéndez Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles, tomo II, Madrid, BAC, 1978, pp. 950-951.
[8] José López Morillas, op. cit., p. 55.
[9] K. F. Krause/Julián Sanz del Río, Ideal de la Humanidad para la vida, Madrid, Orbis, 1985, p. 89.
[10] Ibid., p. 106.
[11] G. Tiberghien, Los Mandamientos de la Humanidad o la Vida Moral de C. Ch. F. Krause, bajo forma de Catecismo popular, Barcelona, Establecimiento Tipográfico de Ramírez y Cía., 1875, p. 129.
[12] Ibid., p. 249.
[13] Véase el exhaustivo estudio de Narciso de Gabriel, «Alfabetización, semialfabetización y analfabetismo en España (1860-1991)», Revista Complutense de Educación, vol. 8, n.o 1, Madrid, 1997, pp. 199-231.
[14] F. Díaz de Cerio, Fernando de Castro, filósofo de la Historia, 1817-1874, León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, 1970.
[15] Ateneo Artístico y Literario de Señoras de Madrid, Estatutos y Reglamento Interior, Madrid, Imprenta de los Sres. Rojas, 1869, p. 3.
[16] G. M. Scanlon, La polémica feminista en la España contemporánea, 1868-1975, Madrid, Akal, 1986, p. 34.
[17] F. Sáez de Melgar, Un libro para mis hijas. Educación cristiana y social de la mujer, Barcelona, Librería de Juan y Antonio Bastinos eds., 1877, p. 19.
[18] Asociación para la Enseñanza de la Mujer, Bases de la misma y Reglamento de sus escuelas, Madrid, Imprenta de U. Gómez, 1882, p. 3.
[19] Gloria Solé Romeo, La instrucción de la mujer en la Restauración: la Asociación para la Enseñanza de la Mujer, Madrid, Editorial de la Universidad Complutense, 1990.