Algunas editoriales acostumbran enviar un ejemplar de cortesía al lector externo, una vez que el libro ha salido de la imprenta.
A continuación se reproduce la opinión de Eleanor Harman, editora asistente de University of Toronto Press, publicada en el libro colectivo The University as Publisher, en 1961, acerca de la imparcialidad del trabajo de dictaminación en las editoriales universitarias norteamericanas:
De acuerdo con nuestra experiencia, los académicos pueden ser groseros con sus esposas, golpear a sus hijos y patear a sus perros (hasta donde nosotros sabemos), pero siempre conservan su integridad académica. El académico puede estar prejuiciado, pero siempre es honesto y no recomendará un manuscrito que no considere que merece publicarse. El hecho de que ocasionalmente pueda estar equivocado no tiene tanta importancia.37
La decisión final
En principio, la decisión editorial de publicar un manuscrito se apoya en el dictamen, arbitraje, evaluación o lectura editorial que he comentado en las páginas anteriores, y también en la llamada “toma de decisión” editorial, que es la aplicación de una técnica llamada comercialización, marketing, mercadotecnia o mercadología:
La toma de decisión editorial consiste en reunir toda la información relacionada con el proyecto de edición, en lo que respecta al mercado potencial, los pronósticos de venta, la estimación del precio de venta, el cálculo del monto de las inversiones y su recuperación, la técnica de edición que será utilizada para la producción y la elección de la publicidad.38
Como puede desprenderse de lo dicho anteriormente, en las editoriales universitarias, lo mismo que en las editoriales más reconocidas y prestigiosas del país y del extranjero, la decisión final de publicar un libro se toma en función de una tradición editorial propia (la llamada “política editorial”) y de la confianza depositada en los asesores literarios, pero no en función de un estudio profundo del mercado editorial o de un programado interés comercial39
En algunas ocasiones la decisión final es tomada por el editor en jefe (o jefe del departamento técnico). En otras, por un comité editorial formado por individuos que representan varias áreas de la editorial.
Delores K. Schriner, en su estudio doctoral sobre la interacción profesional entre autores y editores, concluye señalando que la decisión final depende de cuatro tipos de conocimiento por parte de los editores:
a. conocimiento del lector
b. conocimiento del tópico
c. conocimiento del lenguaje y
d. conocimiento de la profesión editorial40
Una vez que se ha decidido publicar un manuscrito, el editor se hace cargo de elaborar el contrato de edición. El contrato académico ofrece las regalías que usualmente ofrecen los editores comerciales. También establece una fecha para la entrega del manuscrito, cuando éste aún no ha sido terminado, especifica los derechos de impresión del editor, garantiza la publicación y cubre muchos detalles relativos a la forma del manuscrito, el derecho del autor a recibir ejemplares sin costo y con descuento, las alteraciones del manuscrito durante la lectura de las pruebas, las ediciones revisadas, los derechos de autor, las opciones para obras futuras y otros puntos más.41 Por lo demás, el editor se encarga de tomar las decisiones técnicas relativas a la producción del libro, como son el formato, el tiraje, la futura promoción y distribución, etcétera.
En ocasiones el autor es responsable de la lectura de las galeras y las pruebas de imprenta de su libro, así como de la elaboración del índice (para lo cual comúnmente se entregan las pruebas numeradas al autor, y se espera que entregue el índice en un par de semanas).42
Varios meses después de su primer encuentro (curiosamente, en un periodo aproximado de entre seis y 12 meses, es decir, un promedio de nueve meses), es usualmente el editor quien presenta al académico el primer ejemplar de su libro.
La diplomacia editorial
Un libro es el producto de la intervención de muchos elementos. Es el resultado de una combinación individual de un autor, un contenido, un editor, una oportunidad, un diseño, un precio, un formato, una casa editorial y la competencia de otros libros dentro y fuera de la misma casa.43
Sin embargo, no todos los manuscritos que llegan a una casa editora se convierten en libros. El comité de prensa, consejo editorial, comisión de publicaciones o departamento de difusión de una universidad tienen la responsabilidad de tomar esta decisión en el caso de los manuscritos sometidos al dictamen editorial universitario.
Aunque en todos los casos la decisión recae, tanto como es posible, en los méritos académicos del manuscrito, con relativa frecuencia el consejo editorial tomará la decisión de no publicar un manuscrito que, por lo demás, es académicamente satisfactorio, debido a que no coincide con la línea editorial de una determinada colección. Aquellos autores que se encuentran en esta categoría son invitados a negociar su manuscrito con otra editorial cuya línea sea más próxima al contenido del texto, con lo cual éste gozará de mejores canales de distribución y promoción.
Podemos concluir este recorrido por los laberintos de la dictaminación editorial recordando, a modo de contraste irónico, que un escritor tan reconocido como Jack London llegó a tener más de 600 cartas de rechazo en las paredes de su casa, mientras que Zelda no se habría de convertir en la esposa de Scott Fitzgerald sin que antes éste lograra vender al menos uno de sus relatos, por lo que, en las paredes de lo que sería su recámara nupcial se acumularon docenas de cartas de rechazo. Y por su parte, el escritor norteamericano William Saroyan llegó a reunir, a lo largo de toda su vida de escritor, cerca de siete mil cartas de rechazo editorial.44
Por todo esto, si el lector de estas líneas tiene un manuscrito bajo el brazo, un proyecto sobre el papel o un contrato en el horizonte, pero aún no conoce el resultado de su dictamen, puede prepararse leyendo estas líneas de Italo Calvino, contenidas en su novela Si una noche de invierno un viajero:
¿Ha venido usted por el manuscrito? Está en lectura, no, me equivocaba, ha sido leído con interés. ¡Claro que me acuerdo!, notable materia lingüística, sufrida denuncia. ¿No ha recibido la carta? Sin embargo, sentimos tener que anunciarle, en la carta está explicado todo, hace ya tiempo que la hemos enviado, el correo tarda siempre, la recibirá sin duda, los programas editoriales demasiado recargados, la coyuntura nada favorable. ¿Ve cómo la ha recibido? ¿Y qué más decía? Agradeciéndole que nos la haya dado a leer, con toda urgencia le devolveremos... Ah, ¿usted venía para retirar el manuscrito? No, no lo hemos encontrado, tenga un poco de paciencia, ya aparecerá, no tenga miedo, aquí nunca se pierde nada. Precisamente ahora hemos encontrado manuscritos que estábamos buscando desde hace diez años. Oh, no dentro de diez años, el suyo lo encontraremos incluso antes, al menos eso esperamos, tenemos tantos manuscritos, pilas así de altas, si quiere se las enseñamos, ya comprendo que usted quiere el suyo, no otro, faltaría más, quería decir que tenemos ahí tantos manuscritos que no nos importan nada, imagínese si íbamos a tirar el suyo que tanto nos interesa, no, no para publicarlo, nos interesa para devolvérselo.45