Pero existen también editores con proyectos editoriales en busca de un autor. En ocasiones, la editorial busca un autor reconocido con el fin de que éste escriba un prólogo para un libro que está en proceso de ser publicado. Éste es el caso de algunas traducciones, de libros colectivos, de la edición de libros antiguos (especialmente cuando son reproducciones facsímiles del original) o cuando la opinión de un autor reconocido es interesante para los lectores.
En todos estos casos, el proceso de dictamen es diferente del proceso que sigue un manuscrito presentado motu proprio por un autor independiente. Sin embargo, conviene establecer una distinción aplicable a cualquier proceso de adquisición de manuscritos: existen procesos de evaluación en los que pesa más el criterio del editor (el cual exige hacer modificaciones al texto) y otros en los que el único criterio que cuenta es la calidad del texto, de tal manera que este último no es sometido a modificaciones de fondo, sino únicamente a la revisión de elementos formales, como la extensión, la organización o el estilo, con el fin de volverlo más accesible y claro, o de lectura menos pesada o especializada.
En términos generales, muchas editoriales universitarias se guían por este último principio, pues éste es, en última instancia, un criterio de calidad, en oposición a un criterio de mercado. En otras palabras, si en toda editorial las decisiones de publicación dependen de los criterios económicos y de contenido, en las universidades el primero está sometido a las prioridades del segundo.
Es un hecho bien sabido que en las universidades estatales, por ley, las partidas presupuestales para ediciones son intransferibles, y que deben ser aprovechadas cada año con el fin de ser recibidas en la misma proporción el año siguiente. Sin embargo, existe una tendencia surgida en años recientes, a no gastar este presupuesto, sino invertirlo en promocionar ciertos títulos con el fin de ocupar algunos mercados, de tal manera que con su venta se puedan editar libros importantes que de otra manera serían incosteables.
También puede ser que la empresa editorial tome la iniciativa de publicar un título que no ha sido enviado directamente por el autor para ser dictaminado. Se trata de las reediciones y la reimpresión de obras muy valiosas o de difícil acceso. La decisión editorial en estos casos depende del estudio de la curva de ventas, o bien del dictamen enviado ex profeso por los propios lectores o, cuando se trata de instituciones universitarias, por las propias comisiones editoriales de las facultades y escuelas. En otros casos, suele haber acuerdos entre editoriales, en los que alguna de ellas cede los derechos, y el dictamen de publicación está implícito en el interés de ambas editoriales por que la obra sea reeditada o reimpresa.
El proceso por medio del cual un editor en busca de libros llega a hacerse de los autores que necesita, es múltiple: éstos se encuentran entre los autores previamente publicados, entre los autores que son amigos de los autores, y entre los autores que son amigos de la casa editorial, así como entre las asociaciones de escritores e investigadores y en aquellos individuos entre los que el editor cree poder encontrar a un buen autor en potencia.11
Así, por ejemplo, 60 por ciento de los títulos publicados por Harvard University Press fueron escritos por los profesores o por ex miembros o ex alumnos de la misma universidad.12 En general, los autores de libros ya publicados suelen impulsar el envío de manuscritos por parte de sus colegas, así como de sus estudiantes y colaboradores, entre los académicos más jóvenes.
En general, el periodo concedido a un autor por parte de una editorial para entregar un manuscrito es el resultado de un acuerdo mutuo.
Sin embargo, existen experiencias como la del departamento editorial de la Universidad de Cambridge, en la que el profesor J. S. Reid se presentó en las oficinas editoriales en 1923 con su casi terminada edición de la obra De Finibus de Cicerón, temeroso de haber llegado un poco tarde. De hecho, en los archivos editoriales constaba que había acordado emprender este trabajo en al año 1879.13
En contraste, el riesgo que corre un autor que voluntariamente ofrece su manuscrito a un editor indiferente es el riesgo de perder unas horas en una actividad por lo demás azarosa.14
Los casos especiales
En las páginas anteriores se han hecho comentarios sobre algunos elementos que pueden afectar el proceso de dictaminación de manuscritos escritos por un solo autor, y que generalmente son el resultado de una investigación o de un determinado periodo de creación. Entre los materiales que escapan a esta categorización y cuyos procesos de dictaminación tienen características propias, pueden mencionarse las traducciones, las antologías, los libros colectivos, las iconografías, las ediciones críticas, las bibliografías, las reproducciones facsimilares, las memorias y las ediciones variorum de textos antiguos (es decir, aquellas en las que el texto de un autor clásico está precedido por las apreciaciones críticas de varios especialistas, cada uno de los cuales analiza la obra desde distintas perspectivas metodológicas).15
En lo que respecta a las traducciones, la fundamentación del dictamen es responsabilidad de quien la propone, y su evaluación depende directamente del director de la colección a la que pertenecerá la obra. Por esta razón, cada caso se considera por separado, aplicando los criterios propios de cada colección. La importancia editorial de las traducciones fue señalada por Daniel Cosío Villegas al crear el Fondo de Cultura Económica, pues en ese momento (1934) 80 por ciento de la producción editorial sobre economía se encontraba escrita en inglés.16
El principal problema al dictaminar las antologías es el pago de los múltiples derechos de autor. Cuando las obras originales son universitarias suele haber un límite para reproducir fragmentos de las obras sin que ello requiera el pago de derechos a la casa editorial.17 En ocasiones el pago de derechos es tan alto que requiere publicar la obra en coedición con otra casa editorial, y el dictamen definitivo dependerá de este acuerdo.
Los libros colectivos requieren de un proceso de edición de los materiales que les dé coherencia y unidad, razón por la cual siguen un proceso de dictaminación distinto, por ejemplo, al de las actas o memorias de congresos o seminarios académicos (en cuyo caso el criterio determinante es la extensión de los materiales y su originalidad o aportación para el conocimiento de la materia).
Es evidente que la edición de partituras está a cargo de músicos, y las ediciones anotadas dependen del director de la colección, mientras que las reproducciones facsimilares son dictaminadas directamente por los investigadores especializados en el área.18
Las ediciones críticas, en especial las ediciones variorum (de hecho, el tipo de edición más completo de una obra), requieren, para su diseño y dictaminación, de un equipo igualmente especializado. Estas ediciones suelen incluir elementos tales como el estudio de las variantes (entre distintas versiones o ediciones del mismo texto), la “fijación” del texto “definitivo” según criterios comparativos, uno o varios estudios sobre el autor, diversos (y por lo general extensos) estudios críticos, bibliografía crítica comentada, notas, glosarios, reproducciones facsimilares y una versión “diplomática” del texto (es decir, en tipografía distinta a la de la edición original o edition princeps, pero sin alterar el texto).
Como puede apreciarse, este tipo de edición requiere de un