Los números de los valores en dos Perúes. Franklin Ibáñez B.. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Franklin Ibáñez B.
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789972574887
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sicario o asesino profesional puede ser eficiente: cumple sus encargos en el tiempo preciso, con puntería y discreción. Pero no es ético porque no respeta a las personas: claramente no a sus víctimas. Alguien podría sostener que sí es respetuoso de su palabra y de sus clientes. Pero el respeto es un valor fundamentalmente universal: quien se dice respetuoso lo es con todos; no solo con quienes le pagan. Tampoco es que vea a sus clientes con respeto, sino que estos son fuentes de dinero, por tanto, podría matarlos si otra persona los contrata para ello. Entonces, un asesino puntual y limpio no ejerce un oficio respetuoso, justo, honrado. ¿Tiene valores? Sí –puntualidad, limpieza–, pero en un sentido más fino podríamos decir que no observa valores éticos –respeto, justicia, honradez.

      Para la presente investigación, nuestro enfoque se centra en los valores en sentido general. No solo excluiremos el uso de los valores en un sentido ético o moral más estrecho, sino que evitaremos enunciar juicios de valor o calificaciones respecto de las personas y sus creencias. No jerarquizaremos los valores ni a sus poseedores, a diferencia de otros enfoques que veremos en breve. Por ejemplo, la teoría de los valores saludables y no saludables suscribe un orden o jerarquización de unos valores como superiores o saludables frente a otros.

      La Encuesta Mundial de Valores

      Luego, el grupo de investigadores también fue ampliando la motivación inicial hasta proponer un marco teórico que permite organizar los valores de los individuos y sociedades en dos ejes. Primero, la modernidad no ha implicado la desaparición de la religión en todas las sociedades, pero sí un reacomodo profundo en otros ámbitos que demuestran cambios y permanencias en creencias y valores. Una sociedad moderna no es irreligiosa, pero tiende a ser urbana y letrada, entre otras características. Entonces, el primer eje de comparación es la escala gradual entre valores tradicionales, donde prima lo religioso, y valores modernos o, más precisamente, seculares.

      Las sociedades con valores tradicionales enfatizan la preponderancia de la religión, la obediencia a la autoridad, los lazos entre padres e hijos y las familias con padre y madre, así como estándares morales absolutos; estas sociedades rechazan el divorcio, el aborto, la eutanasia y el suicidio, y tienden a ser más patriotas y nacionalistas. En contraste, las sociedades con valores seculares-racionales muestran preferencias contrarias respecto de todos esos temas (Inglehart & Carballo, 2013, p. 26).

      El segundo eje de comparación se centra en la dicotomía entre valores materialistas y posmaterialistas, o supervivencia y autoexpresión. En el siglo XX se experimentó un crecimiento económico sin igual que posibilitó el Estado benefactor en muchos lugares del mundo, como Europa. De este modo, para buena parte de la población mundial, la prioridad no consistía en asegurar las condiciones mínimas de supervivencia, sino fomentar la expresión personal: que cada uno haga lo que desea. Esta última idea está asociada a valores como la tolerancia, la democracia, la igualdad entre hombres y mujeres, entre otros. Una sociedad posmaterialista, por ejemplo, tiende a ser más receptiva frente a la homosexualidad, pues esta representa la libre expresión del individuo. En este contexto, materialista no debe confundirse con la cultura del shopping y consumismo, sino con el priorizar la seguridad física, alimentaria y otras.

      Las sociedades que califican alto en valores de supervivencia tienden a fortalecer las orientaciones materialistas y los roles tradicionales de género; estas sociedades muestran una relativa intolerancia a extranjeros, homosexuales y otros «out-groups» y niveles relativamente bajos de bienestar subjetivo; califican bajo en confianza interpersonal; y enfatizan el trabajo arduo –más que la imaginación o la tolerancia– como el asunto esencial que se debe enseñar a los niños. Sociedades que enfatizan valores de autoexpresión exhiben preferencias opuestas acerca de todos estos temas (Inglehart & Carballo, 2013, pp. 29-30).

      Sobre la base de ambos ejes, el grupo de investigadores ha construido un mapa mundial de valores. En él, se puede ubicar los países y confirmar que la agrupación de algunos de ellos constituye unidades culturales, en tanto que piensan y valoran de manera semejante, como se aprecia en las figuras 1 y 2. Por ejemplo, los países latinoamericanos son todavía bastante religiosos y, aunque se registra un ligero crecimiento del ateísmo en los últimos años, no se identifican aún con la cultura secular más propia de la Europa protestante. Del mismo modo, Latinoamérica se encuentra en el medio entre la situación de supervivencia material y la posibilidad de promover los valores de autoexpresión, que sí han alcanzado los países protestantes europeos.

      Fuente: Inglehart (2018, p. 45).

      Fuente: Inglehart (2018, p. 46).

      Los procesos de recolección de datos que dieron origen a ambas figuras se distancian por casi 20 años. Sin embargo, se aprecia aún gran estabilidad entre los bloques culturales. Además, en la segunda figura la muestra de países fue mayor, por lo que se confirman los bloques culturales. Por ejemplo, el Perú estaba ausente en la muestra de la primera figura, mas no lo está en la segunda. Como comentario final respecto de la EMV, se puede decir que asume una perspectiva historicista: los valores se crean o recrean según contextos históricos determinados. La prueba estaría en la escasa presencia o atención a los valores «posmaterialistas» en Occidente antes de la Segunda Guerra Mundial. Hoy, con los problemas de supervivencia material resueltos en gran parte, aparecen allí nuevos valores o se genera nueva atención sobre ellos. Estos son los valores de autoexpresión.

      La teoría de valores de Schwartz

      Uno de los principales esfuerzos contemporáneos para teorizar y medir los valores, esfuerzo que inspira este libro, proviene de la teoría de los valores humanos de Schwartz (1992, 2005, 2006, 2012). En esta, se definen los valores como «Conceptos o creencias pertenecientes a estados finales o comportamientos deseables, que trascienden situaciones específicas, guían la selección o evaluación de comportamientos y eventos y están ordenados por importancia relativa» (Schwartz & Bilsky, 1987, p. 551). Desde esta perspectiva, los valores satisfacen necesidades humanas biológicas, sociales, de supervivencia y de bienestar. Son estas las que motivan los comportamientos de los individuos en las distintas sociedades. Como estas necesidades son transversales a toda la humanidad o independientes del contexto social, se dice que los valores son universales (Schwartz, 1992).

      En las tres últimas décadas, la teoría de Schwartz ha cobrado relevancia también por la capacidad de establecer comparaciones entre sociedades y dentro de ellas. Schwartz y colaboradores parten de la identificación de 10 tipos o conjuntos de valores que consideran observables en todas las culturas. Algunas de estas agrupaciones entran en conflicto, como el poder versus la benevolencia, mientras que otras, más bien, son compatibles, como la obediencia y la seguridad. La estructura o modo en que estos valores se relacionan entre sí, apoyándose u oponiéndose, es semejante a través de distintas culturas. Por tanto, les es posible confirmar una estructura motivacional