La cuestión sobre la naturaleza de los valores es hasta hoy bastante espinosa. Pese a la gran difusión del término «valor» y sus usos en diversos campos en el siglo XX, no se concluyó con una buena sistematización que resolviera la paradoja sobre la naturaleza de los valores –¿universales o temporales?– o su jerarquía –¿son algunos más importantes que otros?–. Sentencia Valcárcel: «las teorías de valor se colapsaron: habían abarcado demasiado, […] habían logrado, en fin, un implante difuso de su terminología en el lenguaje cotidiano enorme mientras que su núcleo se fragilizaba velozmente. Murieron de éxito» (2002, p. 419). Y añade: «por ahora existe la estrategia que podríamos llamar “avanzar por exhauciones”. Es decir, analizar por separado cada valor, la libertad, la paz, la igualdad, la fidelidad […] intentando no nombrar sus mayores, el bien y el mal» (2002, p. 426). En suma, el sentido común los asume como evidentes, aunque tiene problemas para definir lo que son.
Los valores según su función social
Dados los problemas de fundamentación y definición de los valores, en el presente libro se continúa con la estrategia más común al respecto. Se asume que las personas entienden intuitivamente qué son los valores; luego, poseen y priorizan algunos para guiar su acción. Además, existe mayor consenso sobre su función, «para qué sirven» o «qué hacen», pero no sobre su definición, «qué son». Los valores hacen que las cosas se vuelvan valiosas. Les otorgan sentido o importancia, las fortalecen, las vuelven apreciables. De hecho, el sentido del término «valor» proviene etimológicamente del verbo latino valere, «ser fuerte» –semejante a ser valiente–. Por lo anterior, se puede decir que los valores permiten jerarquizar entre objetos, acciones, decisiones, entre otros. Este enfoque, que se centra en la funcionalidad de los valores, permite importantes aplicaciones en las ciencias sociales, la psicología y las políticas educativas, entre otros campos.
Para comprender cómo funcionan los valores, se puede recurrir a las siguientes imágenes. Quien adquiere un celular, y no otro, lo hace porque el modelo elegido posee propiedades que el comprador considera valiosas; por ejemplo, es más resistente, portátil, veloz. Es posible reinterpretar el hecho desde los valores: el usuario está ponderando la resistencia, la portabilidad, la velocidad, aunque no siempre sea consciente de que estos valores sean importantes para él. El considerar valiosas tales características le permite elegir entre uno u otro modelo. Lo mismo sucede para calificar acciones. Un peatón observa que cerca de él un adulto mayor ha resbalado en la calle y no puede levantarse por sus propios medios. Si el observador decide continuar su camino en vez de ayudar, probablemente será juzgado por otros espectadores como indiferente o egoísta. Los valores permiten calificar, aprobar o desaprobar acciones desde la perspectiva de otros, pero incluso la de uno mismo, esto es, los valores ofrecen un punto de juicio que se puede encarnar tanto en otros como en uno mismo. No es infrecuente el juzgar nuestras propias conductas. El observador inicial puede razonar así: «si el caído fuese un familiar mío o yo mismo, ¿me gustaría que un transeúnte pase de largo o que se detenga para socorrer al necesitado?». El argumento demuestra que el valor de la solidaridad es importante y, por tanto, es bueno que sea internalizado para que no tengamos que razonar todo el tiempo frente a situaciones similares, sino que actuemos de la manera correcta casi por inercia. Además de evaluar objetos y acciones cotidianas, los valores permiten ponderar y elegir opciones más fundamentales de largo plazo. Si una persona considera apreciable la función de los médicos de curar a las personas, es probable que quiera ser uno de ellos. Si, en cambio, decide estudiar administración de negocios porque estima importante y necesaria la generación de riqueza, está priorizando otros valores. Desde luego, también es posible elegir esas carreras u otras no por la función social que cumplen, sino porque prometen dinero o fama. Allí también hay una valoración de estos últimos. Entonces, siempre hay algo que se valora. Como se aprecia, los valores son motores para la acción, son guía u orientación. Permiten elegir entre cauces posibles de acción inmediata e incluso apostar por proyectos grandes en la vida.
Las definiciones y teorías expuestas desde múltiples disciplinas y a partir de diversos estudios comparten similitudes de lo que son los valores. Un ejemplo de ello es la premisa de que las comunidades o sociedades se construyen y sobreviven sobre la base de prácticas, actitudes y comportamientos de personas, familias y grupos de individuos que conviven. Estas prácticas se rigen sobre la base de aquellos filtros que definen lo bueno o lo malo, lo aceptable o lo inaceptable, lo correcto o lo incorrecto, entre otras opciones. En este contexto, los valores son los filtros que definen, orientan o guían el quehacer de las personas y, consecuentemente, de grupos humanos y las sociedades. Usualmente, cuando las personas piensan en «valores», inmediatamente los relacionan con actitudes positivas en la sociedad. Acciones como el respeto, la honestidad, el compromiso o la disciplina son solo algunos ejemplos (Anderson, 1992; Raby, 2005). De acuerdo con este concepto, la Real Academia Española (RAE, 2014) define «valor» como «Subsistencia y firmeza de algún acto. Persona que posee o a la que se le atribuyen cualidades positivas para desarrollar una determinada actividad». Sin embargo, desde una perspectiva filosófica, la RAE (2014) define «valor» como «Cualidad que poseen algunas realidades, consideradas bienes, por lo cual son estimables. Los valores tienen polaridad en cuanto son positivos o negativos, y jerarquía en cuanto son superiores o inferiores». Desde este punto de vista, académicos como Allport (1955), Hartman (1967) y Rokeach (1973) han construido teorías que condensan las principales características que definen a una sociedad; es decir; teorías para los valores.
Una distinción sutil: valores generales y valores éticos
Conviene hacer una aclaración sobre el uso de la expresión «valores» en la ética o «valores éticos». La limpieza es un valor; la eficiencia o la inteligencia, también. Para contratar a un empleado, elegimos uno que sea limpio, eficiente e inteligente, si es que estimamos tales valores. Pero hay una sutil diferencia con otros valores como la honestidad, la lealtad, el respeto, la justicia, entre otros. A estos últimos se les suele llamar «valores éticos», pues hacen que una persona sea ética. Una persona limpia por supuesto que sigue valores –como la limpieza–, pero no afirmamos que sea ética o no. Solo podríamos calificarla como ética si supiéramos que cuida la limpieza por respeto a otros, pero, en este caso, el valor ético es el respeto, no la limpieza.