Jacques está loco, no lo recibiré más, decide Alice. La elegancia es limpieza. A quién se le ocurre echar de menos al París de las hambrunas, del paté de hígados de rata, de las tabernas sucias con globos de cristal empañados, de los callejones tortuosos donde la carne iba en busca de hojas asesinas. Y yo para qué quiero lucir elegante, dice Raquel, adivinando los pensamientos de la prima. Prefiero pintar, cantar. No hagas tantas muecas, Raquel, dice Alice. Qué idiota eres.
A Raquel no le molesta que le digan idiota. Es una ventaja ser la zurrapa, lo que quedó en el fondo de la voluntad reproductora de su madre tras varios abortos. Tiene sus privilegios ser hija de personas maduras. El padre le decía Pulgarcita y la madre la vestía de muñeca. Estos parisinos tan duros y civilizados son bastante ridículos. Hasta qué punto, pensó entonces, ante la gestualidad de Jacques, ante su recitación palabra por palabra de proclamas altisonantes, la guerra es cuestión de música mala más que de armas.
Parecer idiota otorga ventajas, como cuando el mozo presenta la cuenta en una bandejita de plata. Jacques monta en cólera, amenaza con retar a duelo al traidor a su clase. Alice la mira, exigiéndole lo imposible. Tú sabes que yo no tengo un centavo, dice Raquel, levantándose de la mesa y estirando los brazos para despedir al sol poniente.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.