Sobre los caminos que la narrativa fantástica recorrerá los próximos años, solo cabe presumir que las tendencias continuarán diversificándose y ofrecerán proyectos cada vez menos localizados en un contexto reconocible y más orientado a la indefinición o la ambivalencia. Habrá una vocación global y un interés cada vez más creciente por la hibridez. De ese modo, la línea que va desde el Modernismo hasta nuestra época probará que siempre fuimos un país donde realidad y ficción son dos planos muy difíciles de separar.
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El presente trabajo, compuesto por doce ensayos, pretende brindar un panorama sobre los autores más representativos e influyentes en la consolidación de este modo literario. Hemos optado por una estructura dividida en tres grandes periodos (Modernismo y Vanguardia, Generación del Cincuenta y las tendencias de los años sesenta a los noventa). Este recorrido esclarece un proceso que da cuenta de una etapa fundacional, aún impregnada de ciertos componentes estéticos del siglo XIX, la eclosión vanguardista, la afirmación de la narrativa de contornos fantásticos propios en la Generación del Cincuenta y las diversas exploraciones en las décadas posteriores.
Nuestra selección obedece a un criterio de representatividad e innovación y a escritores que han supuesto un hito decisivo en el modo de lo fantástico y que han ido configurando una tradición. Si bien es cierto que esta no fue gran protagonista en la primera mitad del siglo XX, hoy ha alcanzado una posición relevante y atendida por los estudiosos tanto nacionales como extranjeros. Cada ensayo se aboca a un autor decisivo y nuestra lista incluye a Clemente Palma, Abraham Valdelomar, César Vallejo, Julio Ramón Ribeyro, José Durand, Luis Loayza, Manuel Mejía Valera, José Adolph, Rodolfo Hinostroza, Harry Belevan, Carlos Calderón Fajardo y Enrique Prochazka. Aun cuando cada ensayo tiene una impronta distinta, hemos procurado mantener una estructura semejante. En todos los casos ofrecemos una presentación del autor, su posición en el marco de la narrativa peruana y el modo fantástico, y un trabajo de análisis textual que privilegia los relatos que mejor grafican la opción por esta práctica ficcional.
Somos conscientes de que quedan fuera de nuestra selección algunos escritores valiosos mencionados anteriormente en nuestro panorama. Sin embargo, este libro es también una selección y un testimonio de parte en el que los tres coautores eligen las voces que consideran centrales. Creemos que la justificación puede hallarla el lector en cada ensayo particular. Por eso, este libro es una invitación a los futuros estudiosos para que continúen explorando este fructífero dominio.
Introducción
Del otro lado del espejo: lo fantástico o el reino de la transgresión
Alejandro Susti
Elusivo y siempre proteico, lo fantástico resurge a lo largo de la historia de la literatura moderna como un medio de expresión que indaga en terrenos disímiles que abarcan, entre otros, lo “extraño”, lo “transgresivo”, lo “reprimido” o lo “irracional” que, en general, se vinculan al universo de la imaginación y el deseo1. De ahí que, como señala Rosemary Jackson (1986), se haya constituido siempre por su “resistencia a toda definición”, es decir, por su capacidad de disolver y contravenir las convenciones y restricciones que translucen aquellos otros textos que la crítica literaria suele clasificar como “realistas”, por su rechazo a la observación empírica de “las unidades de tiempo, espacio y personaje, el alejamiento del orden cronológico y la tridimensionalidad, así como las rígidas distinciones y oposiciones que separan a los objetos en animados e inanimados, a la constitución de la identidad y la diferencia entre el sujeto y los otros y, por último, a los límites que distinguen la vida de la muerte” (pp. 1-2). Planteado de esta manera, lo fantástico se erige no solo como un modo2 que privilegia la exploración y experimentación de las categorías que conforman el discurso literario (lo verosímil, la búsqueda de un nuevo lenguaje, la construcción del personaje, el manejo del tiempo y el espacio, entre otras) sino, además, como un mecanismo que indaga acerca de los límites con los que la cultura define históricamente su conocimiento del mundo contribuyendo con ello a revelar las formaciones ideológicas que gobiernan la subjetividad en una determinada época. De ahí que todo acercamiento a lo fantástico deberá necesariamente ahondar no solo en el ámbito de su poética –esto es, la reflexión acerca del proceso productivo por el cual el texto fantástico se constituye como tal–, sino, además, en el de su inserción como formación cultural en un orden social y político dentro del cual se presta ya sea al cuestionamiento o a la validación de los supuestos filosóficos y/o epistemológicos que privilegian determinadas formas de conocimiento del mundo (Jackson, pp. 5-6). Este doble enfoque, que atañe tanto a la estructura interna del texto como a su vínculo con el orden político y social dominante en un determinado periodo, permite comprender mejor la naturaleza dialógica, polivalente y antinómica de lo fantástico en la que “se presupone una percepción esencialmente relativa de las convicciones e ideologías del momento, puestas en obra por el autor” (Irène Bessière, 1974, p. 11). Por ello, lo fantástico “no constituye una categoría o un género literario, sino que supone una lógica narrativa a la vez formal y temática que, ya sea sorprendente o arbitraria para el lector, refleja, bajo la apariencia del juego de la invención pura, las metamorfosis culturales de la razón y el imaginario comunitario” (Bessière, p. 10). Por todas estas razones, lo fantástico –usando los términos usados por Bessière–, propone una lógica narrativa que encuentra su razón de ser en la medida en que paradójicamente vincula categorías tales como lo real, lo racional y lo dicho con “lo no dicho y lo invisible de la cultura: aquello que ha sido silenciado, hecho invisible, cubierto y hecho ausente” (Jackson, p. 4)
La configuración de lo fantástico, por lo tanto, se sustenta sobre la base de una búsqueda tanto formal como temática, que coloca en un lugar privilegiado el cuestionamiento de los procedimientos de la representación mimética verbal3, y se formula a través de una crítica sistemática de la capacidad expresiva del lenguaje para dar cuenta de aquello que escapa a lo real, de aquella “presencia espectral” que elude toda formulación lógica y que, sin embargo, paradójicamente “recombina e invierte lo real” (Jackson, p. 20). En tal sentido, el tropo literario que mejor representaría la naturaleza contradictoria y proteica de lo fantástico sería el oxímoron, figura que, por su capacidad de contraponer conceptos que se complementan a su vez4 se presta a la formulación de un sentido o significado que modela aquellas experiencias que exceden los parámetros de interpretación que organizan el pensamiento y comportan la aprehensión de lo que se conoce como “lo real”.
Dentro de este proceso de búsqueda de una expresión para la experiencia de “lo extraño” se ha señalado también el distanciamiento operado entre el significante y el significado en la literatura fantástica, lo que ha dado lugar a que haya sido caracterizada como una “literatura de la separación”, un discurso que carece de objeto o referente (Jackson, p. 40). Autores como Jean Paul Sartre –quien estudia el universo ficcional en la obra de Franz Kafka– han abordado el “exceso semiótico” de los textos fantásticos modernos:
The law of the fantastic condemns it to encounter instruments only. These instruments are not [...] meant to serve men, but rather to manifest unremittingly an evasive, preposterous finality. This accounts for the labyrinth of corridors, doors and staircases that lead to nothing, the sign posts that lead to nothing, the innumerable signs that line the road and that mean nothing5.
Esta proliferación y abundancia de signos y objetos presente en los textos fantásticos señalaría paradójicamente el fenómeno de vaciamiento de sentido del mundo que se pretende representar a través del