José García Bryce. Carrera de Arquitectura. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Carrera de Arquitectura
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789972455704
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la relativa dureza y precisión de perfiles y aristas que permite el revoque de cemento.

      La aparición del chalet, del edificio de oficinas y la introducción de nuevos materiales son las características del tercer período que he mencionado hasta ahora. Otra característica fue la rápida profesionalización del oficio de arquitectos, gracias a la implantación, en la Escuela de Ingenieros, de una Sección de Arquitectura, que posteriormente se convirtió en Departamento. La primera generación de arquitectos de formación europea o norteamericana fue seguida, entonces, por una segunda generación, más numerosa, formada ya en el país.

      He mencionado, al referirme a la casa suburbana, la pluralidad de estilos que se usaba en su diseño. Fue dentro de este panorama de confusión y desorden que comenzó a perfilarse el movimiento más importante del tercer período: el neocolonial que fue para la arquitectura de esta época, lo que el indigenismo fue para la pintura.

      Como el academismo clasicista y los renacimientos de otros estilos tradi-cionales, el neocolonial fue también un movimiento historicista, que recurrió a las formas del pasado como fuentes de inspiración para una arquitectura actual. Su novedad e interés, sin embargo, residieron en que, esta vez, las formas pertenecían a la propia tradición arquitectónica. Al contenido historicista se sumó, entonces, un contenido nacional o nacionalista.

      En un plano histórico-cultural, el neocolonial se presenta como una consecuencia tardía del romanticismo del siglo XIX, que tendía a valorizar sobre todo lo individual, lo característico y lo propio. Para un pueblo o un país, lo característico o individual es lo nacional, y de ahí el despertar de los nacionalismos europeos del siglo pasado y la proliferación de las escuelas de pintura y literatura nacionales, con su preocupación por lo tradicional y lo folklórico. En una escala pequeña, en nuestro siglo y en el campo de la arquitectura, el neocolonial fue el paralelo peruano de estas reivindicaciones europeas de lo propio o nacional, y significó una toma de conciencia de la propia historia arquitectónica.

      Como indica el término “neocolonial”, las incursiones en el mundo del pasado arquitectónico peruano se limitaron a la época colonial.

      Por la dificultad de adaptarlas a las nuevas construcciones, las formas de la arquitectura peruana precolombina casi no se utilizaron. Lo incaico y preincaico apareció solo en elementos decorativos secundarios y los pocos edificios neoincaicos que se construyeron probaron ser un fracaso.

      El neocolonial se gestó lentamente y las primeras obras datan de muy atrás, de las décadas 10 y 20, inclusive (el Palacio Arzobispal de Lima es de 1916). Los años 1935-37 marcan su plena entrada en vigor y 1940-45 su época de apogeo.

      Aparte de la modalidad híbrida que resultó de la mezcla con los estilos neohispanizantes que mencioné anteriormente, el neocolonial manifestó dos tendencias básicas:

      – Una tendencia academizante

      – Una tendencia pintoresca o más moderna

      El neocolonial de tendencia academizante, en el que existe casi siempre una dosis de neobarroco español, fue más que nada un ropaje decorativo que se aplicó a edificios grandes, tales como los de oficinas de departamentos y ciertos edificios públicos. La monumentalidad, la simetría y un criterio aún clásico de la composición, caracterizó sus obras. Se le puede considerar por lo tanto como una arquitectura de transición entre el academismo y el neocolonial propiamente dicho. El hotel Bolívar (1924) y los edificios Boza y Sudamérica (alrededor de 1937) en la plaza San Martín, ejemplifican esta tendencia. La Municipalidad de Lima (terminada en 1944), con sus muros llanos, sus ventanas sin enmarcamientos y sus balcones de madera, y el Hotel de Turistas del Cusco (proyecto de 1938), ejemplificarían una fase más moderna e intencionalmente colonial de la misma tendencia, en la cual ya no quedan casi rastros de neohispanismos.

      La tendencia pintoresca predominó en el chalet o casa residencial suburbana. La composición asimétrica de masas sólidas de albañilería, los muros llanos y continuos, las aristas romas y redondeadas y la simplificación y dramatización de motivos ornamentales o estructurales como portadas, ventanas de reja, balcones y contrafuertes, caracterizó esta tendencia.

      La versión extrema de la tendencia pintoresca estuvo representada por lo que se llamó el “estilo andino” que empleaba techos inclinados con tejas, muros en talud, arcos con arranques bajísimos, contrafuertes enormes y distribuciones completamente irregulares de vanos. Las casas que pueblan la zona de Los Cóndores, en Santa Inés, ejemplifican muy bien este picto-ricismo serrano. Por los efectos plásticos y decorativos que se buscaban dentro de la tendencia pintoresca, las preferencias de los arquitectos fueron sobre todo por los modelos que ofrecía la arquitectura colonial de Lima, con sus balcones y rejas, la de Arequipa, con su volumetría maciza y recia, y la de Cajamarca, con sus fachadas cerradas y asimétricas.

      Hubo en el planteamiento que dio lugar al neocolonial, dos equívocos básicos. El primero fue su afán de revivir las formas de una tendencia artística cuyo ciclo ya se había cumplido. Esto determinó que la actualidad que adquirieron las formas coloniales en su versión neocolonial fuera muy precaria y por esta razón que el movimiento languideciera rápidamente después de 1947. El segundo equívoco fue el de querer hacer, consciente y deliberadamente, arquitectura peruana. Sobre este punto volveré posteriormente.

      Pero si estos planteamientos fueron equivocados, el neocolonial tuvo tam-bién aspectos positivos.

      Primordialmente, implicó la revalorización de un patrimonio y de monumentos arquitectónicos que en épocas anteriores habían sido igno-rados y muchas veces considerados inferiores porque, para juzgarlos se les aplicaba el metro del clasicismo académico.

      Seguidamente, el neocolonial puede considerarse como el movimiento que trató de superar la proliferación de estilos inconexos y de volver a la antigua unidad de lenguaje arquitectónico. En este sentido, y dentro de su modesto radio de acción, es posible decir que el neocolonial purificó el panorama arquitectónico peruano.

      Finalmente, el neocolonial, en su tendencia pintoresca o moderna, preparó el camino de volúmenes limpios, la exhibición de la superficie llana de los muros; y las composiciones libres y articuladas, tanto en planta como en alzado, fueron características neocoloniales que anunciaron la etapa posterior a 1947.

      El cuarto periodo

      Inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, se produjo en el Perú la irrupción de la arquitectura moderna y con ella el inicio del cuarto período.

      Si bien la nueva arquitectura comenzó a ser introducida desde 1947, en el tercer período, entre los años 1935 y 1940, ya se habían construido en Lima una serie de obras precursoras de la arquitectura moderna. Esta modalidad precursora, derivada de la arquitectura internacional de los años 20 y 30, por sus características formales había recibido el nombre de “estilo buque” o “arquitectura cubista”.

      Aunque el estilo buque con sus aleros, sus ojos de buey, sus ventanas en esquina y su ornamentación de líneas paralelas, se presentó como una más de las modas decorativas del tercer período, me parece que no es justo despreciarlo o desestimarlo, ya que puede considerársele como un primer intento de liberación del historicismo en que cayó la arquitectura de este período.

      La introducción definitiva de la arquitectura moderna en el Perú ha estado vinculada a tres factores:

      – a la expansión mundial de esta arquitectura después de la Segunda Guerra Mundial

      – a la labor de la Agrupación Espacio

      – a la reforma de la enseñanza de la arquitectura

      La arquitectura moderna, luego de un largo período de gestación que comenzó a fines del siglo XIX, cristalizó en Europa entre 1920 y 1935. Esta fue la época de maduración de los principales maestros del racionalismo, en la que también aparecieron obras precursoras del movimiento orgánico, aparte de las del norteamericano Frank Lloyd Wright, que venían jalonando la evolución de la nueva arquitectura desde 1890.

      Las obras de este quinquenio tenían todavía un fuerte carácter polémico y eran relativamente pocas en número.

      Esta