José García Bryce. Carrera de Arquitectura. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Carrera de Arquitectura
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789972455704
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su propio sello.

      En el período republicano, este ya no fue el caso. La arquitectura republicana se gestó en Lima, y se extendió por las regiones costeñas, sin penetrar en la sierra o penetrando solo esporádicamente. En sus líneas generales, la arquitectura serrana prácticamente no evolucionó ni creó nuevas formas, y su carácter republicano solo se manifestó en uno que otro detalle decorativo. La única excepción fue Arequipa, ciudad intermedia entre la costa y la sierra, que conservó su antigua vitalidad durante el siglo XIX y produjo una arquitectura republicana propia y diferente de la limeña.

      La arquitectura republicana se diferencia de la colonial en algunos aspectos y se parece a ella en otros.

      Una diferencia importante fue que la colonial produjo abundantísimas y excelentes obras de arquitectura religiosa —tanto iglesias como conventos— aparte de su arquitectura doméstica o civil, mientras que, a partir del período republicano, prácticamente se cesó de construir iglesias y conventos o por lo menos, construyeron muy pocos. Esto se debió al debilitamiento que sufrió la vida eclesiástica después de la Independencia. En estos años, la Iglesia perdió su carácter de máxima patrona y rectora de las artes —posición que le había comenzado a ser disputada ya desde el Renacimiento, pero que había mantenido particularmente en Italia, España e Hispanoamérica— hasta el siglo XVIII. Debido al carácter laicista del nuevo siglo en América se debilitó también su preeminencia cultural y su rol de centro espiritual de la vida social. Así, si bien la fe siguió siendo católica, la vida religiosa y eclesiástica dejó de tener una expresión tan visible como la que había tenido en épocas anteriores.

      Este hecho se tradujo en la arquitectura, y así los temas más importantes del período republicano no fueron ya la casa, la iglesia y el convento sino únicamente la casa: la casa urbana, el rancho y la casa hacienda.

      ¿Qué diferencia existe entre las casas republicanas y las coloniales?

      En lo que concierne a la planimetría o distribución, a las proporciones de las piezas y a la concepción volumétrica general existe poca o ninguna diferencia.

      Esta similitud se explica con la ausencia de un cambio profundo de ritmo y forma de vida entre los siglos XVIII y XIX.

      Si bien institucionalmente el Perú pasó del virreinato a la república, la organización social siguió siendo, en el fondo, de tipo aristocrático y jerárquico, y basada en valores familiares.

      La planificación de la casa republicana se mantuvo dentro de la antiquísima tradición mediterránea de ambientes organizados alrededor de patios y relativamente cerrados al exterior, como había sido en la época colonial. Tan poco variaron las necesidades y la forma de vida, que muchas casas republicanas —en Lima, Trujillo, Arequipa— no son sino casas coloniales reconstruidas, en las cuales se han aprovechado los muros y los techos de las antiguas estructuras.

      Más notoria fue la transformación de la estilística y del lenguaje arqui-tectónico. En el siglo XIX se abandonaron las formas barrocas y rococó y se adoptaron las neoclásicas.

      El barroco y su versión más ligera y moderna, el rococó, habían sido las expresiones estilísticas de la época del Absolutismo y la Contrarreforma, y de la sociedad cortesana. Paralelamente a la reacción contra los valores de esta sociedad, en el siglo XVIII se produjo una reacción contra los valores de esta sociedad, contra el arte y la arquitectura barrocas, que se rechazó como una versión decadente de lo clásico y la expresión de una sociedad corrompida.

      Los arquitectos buscaron la belleza en el renacimiento de las formas puras de Grecia y Roma. Estos pueblos eran, para el romanticismo incipiente del siglo XVIII, modelo de democracia y virtud republicana. De la identificación de lo clásico antiguo con valores morales, derivó la identificación de la arquitectura clásica con la idea de excelencia y pureza, de franqueza en la construcción y limpieza en la forma. Fue por medio de la arqueología, una de las nuevas pasiones del siglo XVIII, que este revivió las formas antiguas, que justificaba no solo estética, sino también moralmente. El neoclasicismo se presentó entonces, como con renacimiento romántico, moralizante y arqueológico de lo grecorromano.

      En la tarda arquitectura colonial hay ya atisbos de neoclasicismo, pero este entró de lleno en el Perú solo con la arquitectura republicana, alrededor de 1820 y 1830.

      En cuanto a la problemática estético-moral que se planteaban los arquitectos y teóricos de la arquitectura en el Viejo Continente, no creo que ella haya preocupado mayormente a los maestros constructores y arquitectos costeños del siglo pasado. Ellos simplemente adoptaron un lenguaje de actualidad y lo adaptaron a las necesidades locales.

      La adopción del neoclasicismo determina cambios plásticos y ornamentales en la arquitectura. Se abandonaron las formas gruesas y pastosas del barroco colonial por la finura, el equilibrio y la estructuralidad de las formas clásicas.

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      Figura 1. Casa republicana mediados del siglo XIX.

      Dibujo de Patricia Rozas

      Desaparecieron los pequeños balcones de celosías, que cedieron su lugar a las largas galerías de madera y vidrio, rematadas con cornisas clásicas que son los balcones republicanos. En el diseño de los patios, dejando a un lado los modelos andaluces, se llegó a soluciones que recuerdan las de los patios pompeyanos, con sus hileras regulares de columnas clásicas.

      En las fachadas, las pilastras y los enmarcamientos de puertas y ventanas eran de madera y destacaban perfilados contra los muros claros.

      La naturaleza industrial de muchos de los elementos de la arquitectura republicana fue una característica interesante. Muchos de los cornisamientos y los relieves se producían en fábrica y los diseños de los balcones eran estandarizados, razón por la cual, en Lima, cinco o seis diseños-tipo de balcón se repiten un sinnúmero de veces. Con las rejas sucedió lo mismo: se abandonó el hierro forjado, procedimiento artesanal, por la fabricación a base de piezas standard de hierro fundido.

      La expresión de la industria a través de la estandarización y uniformización le dio a la arquitectura republicana un carácter moderno y, si se quiere, avanzado. Bien podríamos considerar el balcón republicano como una especie de wall-span o muro cortina criollo y neoclásico.

      El segundo período

      La arquitectura republicana fue la última expresión peruana regional en el campo de la edificación, en que un lenguaje arquitectónico internacional —el neoclasicismo— fue transformado y adaptado a una manera de concebir y realizar los edificios característicamente peruana, todavía ligada a la antigua tradición de los siglos XVII y XVIII.

      Cuando, en el último cuarto del siglo XIX, esta última expresión regional se debilitó y desapareció, puede decirse que se inició el segundo período. Como comienzo del período podría fijarse la década entre 1870 y 1880. En 1870, bajo el gobierno de Balta, se inició la época de los empréstitos y los ferrocarriles. La Guerra del Pacífico (1879-83) marcó el final de la década. Ambos eventos contribuyeron a operar un cambio en la villa del país y este cambio determinó el inicio del período que he llamado académico.

      ¿Cuáles fueron las características de la arquitectura de esta época?

      La primera fue la acentuación definitiva de Lima como capital arquitectónica del país. Esto se debió al visible incremento del centralismo político, econó-mico y administrativo que trajo consigo la nueva era.

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      Figura 2. Palacio de la Exposición

      Fotografía de Marco Ureta

      Hemos visto cómo, al pasar del siglo XVIII al XIX, la vitalidad arquitectónica de los centros serranos decayó y cómo la arquitectura republicana fue casi exclusivamente una expresión costeña. Al finalizar el siglo XIX, el fenómeno se acentuó aún más y fueron entonces las poblaciones de la costa, e inclusive la ciudad de Arequipa, las que perdieron su rol