El ingenio de los mediocres. María Antonia Quesada. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: María Antonia Quesada
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788418759413
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la mayor parte del tiempo junto a mi madre inmóvil, contarle los sentimientos tan confusos que tenía, quizás muy parecidos a los suyos, pero él estaba tan tenso, tan afectado, que ante cualquier comentario sobre mamá se mostraba suspicaz e irritable. La situación había alterado nuestras vidas y estábamos todos muy susceptibles. A mí me parecía absurdo que Javier viniera a diario a visitar a mamá cuando sabía que papá no estaba en casa para no encontrarse con él. El origen de su enfrentamiento es profundo, aunque hasta hace poco yo creía que radicaba en el empeño de papá de que Javier fuera ingeniero y mi hermano decidiera estudiar cualquier carrera menos una ingeniería. La tozudez de Nino resulta incomprensible en una persona que también torció los planes de su padre, dueño de un taller mecánico en Aranda de Duero, que aspiraba a que su hijo mayor trabajara en la Michelin de la localidad. Papá dice que cumplió la voluntad de su progenitor hasta los veintiún años y que, al morir prematuramente el abuelo Teodosio, dejó su puesto en la fábrica para hacerse cargo del taller y más tarde, sacando tiempo de donde no lo había, completó los estudios de formación profesional superior en automoción.

      Mi hermano también reivindicó su derecho a elegir y, aunque dio muchas vueltas antes de acertar con la carrera, al final se graduó en Económicas y se orientó hacia la cooperación internacional. Fue una decisión con la que dejó claro que no quería saber nada de la fábrica de papá. Durante algún tiempo Javier estuvo viajando por distintos países africanos colaborando en el diseño de proyectos de desarrollo y de salud pública, y así conoció a Rosa en Nigeria, donde ella estaba haciendo un estudio clínico en su calidad de médico especialista en enfermedades tropicales. Aunque ella ha vuelto varias veces a ese país, sé que su objetivo es conseguir una plaza fija en el hospital y terminar con la sucesión de contratos temporales que lleva firmando hace años. Por eso, desde el inicio de su relación ambos olvidaron los viajes y se centraron en conseguir una situación más estable.

      Con la ayuda de mamá y del abuelo, Javier accedió a un puesto de coordinador de proyectos en una ONG de la Iglesia católica. Con ese movimiento, mamá vio culminada en su hijo la proyección de sus sueños: emplear el talento en el bien de la humanidad. ¿Qué otra cosa podría desear ella para presumir ante sus amistades? Y como premio de consolación ahora se casa con la doctora. No me extraña que el abuelo Iluminado se haya empeñado en celebrar la boda en su casa; para él es una alegría que nadie del resto de la familia le habría podido dar. A ver qué pasa cuando conozca a la novia, porque Rosa no es tan dócil como Javier: muy suavemente impone siempre su criterio. Bueno, quizás es el tipo de mujer que le va a mi hermano, a quien le gusta que le resuelvan los problemas sin complicarse demasiado la existencia. Me pregunto por qué a veces me invade esta amargura. Es posible que sea yo la que está equivocada, la que se ha descarriado del camino de una forma que nadie puede entender; pero no voy a utilizar un lenguaje que no es mío. Eso es lo que diría mi madre. Yo tengo veintiocho años y nadie de mi entorno sabe lo que siento y cómo soy.

      Mi padre trata de mostrarse ocupado repasando unos papeles de la fábrica, pero espera ansioso que le cuente lo que hemos hablado. Yo demoro mis explicaciones porque hay más novedades y no sé cómo se las va a tomar. Decido que no es mi problema y le doy la enhorabuena porque, además de casar a su hijo, va a ser abuelo. Se queda con el bolígrafo suspendido entre los dedos, me mira incrédulo y de repente se le llenan los ojos de lágrimas. No me lo puedo creer; se abraza a mí y por primera vez no soy yo la que busca refugio en él. No hacen falta palabras, entiendo lo que pasa por su cabeza. Ambos sabemos que no hay forma de racionalizar los sentimientos. Mi padre humedece mi hombro con sus lágrimas y yo comprendo que está empezando a envejecer. Seguramente se acuerda de mamá, de lo mucho que le habría gustado acunar un nieto entre los brazos, aunque al principio no le habría hecho gracia que se casaran de penalti, como decían ella y sus amigas.

      ***

      A mi hija le sorprende que la abrace emocionado, todavía ignora lo duro que es hacerse viejo y estar solo. Le doy a ella el abrazo que me hubiera gustado darle a Javier, pero mi hijo está molesto conmigo porque es otro que me responsabiliza de sus errores. De acuerdo que nunca he sido efusivo en mis afectos, pero creo que he sido un buen padre y merezco que me muestre un poco de respeto. Yo nunca necesité que mi padre me halagara para sentir que me quería, pero Javier siempre estuvo demasiado mimado por su madre y por el viejo, que ve en mi hijo al varón que le hubiera gustado tener. Espero que Javier al casarse y tener descendencia no cometa los mismos errores que yo. Claro que al principio todo son buenos propósitos, recuerdo la alegría que sentí cuando nació y pensé que ya había alguien que continuaría mi obra. Un engaño más, como tantos, lo cual no impide que sienta la llegada de un nieto como una nueva oportunidad para hacer las cosas mejor, aunque me pregunto para quién. ¿Para mi hijo o para mí?

      Consigo reprimir la emoción y le digo a Carmen que mejor me detalle en casa lo que le ha contado su hermano por teléfono, que ahora estoy muy ocupado. Algo me dice que quizás debería llamar a mi hijo más tarde, pero inmediatamente me arrepiento y evito la mirada de ella, que me conoce bien y puede que me adivine el pensamiento. No tengo ganas de darle explicaciones, mi hija lo comprende y se marcha a su despacho no sin antes terminar la conversación que manteníamos sobre la reunión del próximo jueves acerca de los nuevos proyectos.

      Carmen está ansiosa por convencer al consejo de que asumamos eso que ella llama de forma muy visual «el espíritu de los feriantes», que no es otra cosa que plantar nuestro negocio donde están nuestros clientes. Es una gran directiva y con los años lo va a ser más, hasta lo reconoce Manolo Arlanza, que siempre le pone peros a todo. Con Carmen el grupo va a consolidar su presencia internacional, ese es el reto que tiene en mente y que mi hija está dispuesta a asumir en unos años, cuando le traspase el mando por el que está peleando. Ella sí que tiene ilusión por dirigir la empresa. He ido madurando esta decisión con mis hermanos y las personas clave del grupo, entre otros Manolo, para que haga correr el rumor de la sucesión entre los trabajadores. Arlanza sabe bien cómo manejar estos asuntos.

      No he tenido un representante sindical más duro e inteligente que él y tampoco más honesto, por eso lo ascendí a jefe de personal; ahora se dice director de recursos humanos. Se resistió a mi oferta durante años porque no quería que su sindicato y los trabajadores a los que representaba se lo tomaran como una traición. Claro que cómo iba a considerar que se ponía del lado del «enemigo» si yo nunca he sido el enemigo de nadie, soy Nino. Algunos criticaron a Manolo diciendo que había sido un caballo de Troya de la empresa en el corazón del sindicato y que su cargo era el premio por los servicios prestados, pero los que realmente le tenían afecto se alegraron de su ascenso y al resto se le fue pasando el cabreo con el tiempo. Fue una jugada maestra por mi parte para quitarme de enfrente un oponente de peso y unirlo a mi causa aun siendo consciente de que Manolo nunca dejará de decirme lo que realmente piensa.

      Este grupo no sería lo que es sin la gente que trabaja en él y, aunque sean cosas que parece que se dicen de boquilla, yo así lo siento a pesar de los reproches y exabruptos que he tenido que oír de boca de muchos de ellos en estos años de crisis. No fue fácil, nunca lo es cuando hay que reducir plantilla, y ahí Manolo jugó bien sus cartas y con gran habilidad negoció la congelación de sueldos, las bajas incentivadas de gente a la que le faltaba poco para jubilarse y una suspensión temporal de empleos. El próximo ejercicio espero que se empiece a normalizar la situación, aunque no creo que sea suficiente para recuperar salario como quieren algunos. Ha supuesto un gran esfuerzo superar el bache en un panorama industrial devastado; nuestro mérito ha sido adelantarnos, ir de frente y tratar a la gente como se merece. No como hacía Iluminado y muchos otros como él, y así les fue. Me pregunto si mi hija y mis sobrinos, así como sus futuros hijos y descendientes, sabrán llevar este grupo de la misma forma. Pero ¿qué sabemos de lo que nos deparará el futuro? Posiblemente cuando llegue no me importe tanto lo que pueda suceder o simplemente ya no esté para dar mi opinión.

      Me apesadumbra recordar estas cosas cuando debería estar contento porque mi hijo se casa y voy a tener un nieto, pero no me gusta haber sido el último en enterarme y, además, por teléfono. Casi ni conozco a la que va a ser su mujer, me la presentó en el funeral de Rosa como por compromiso y porque fui yo el que se acercó a ellos. Mi mujer, que estaba fascinada con el noviazgo de Javier, me había hablado bien de ella, pero yo no puedo decir mucho al respecto, solo que tiene buena apariencia,