La entrada soviética en la guerra de España se había desarrollado de forma fragmentada y por etapas. Primero llegó la movilización del pueblo soviético en las campañas y recaudaciones de fondos humanitarias. Esto sucedió en paralelo con el envío de periodistas y realizadores cinematográficos. A ello siguió el acercamiento diplomático, que abrió el camino para el apoyo militar, iniciado a mediados de septiembre de 1936 pero que sólo comenzó a utilizarse en el frente de Madrid unas seis semanas después. La pieza que faltaba era la ofensiva cultural, que seguiría pronto en los últimos meses de 1936. La presencia de representación soviética oficial en la zona republicana había transformado el potencial local para una amplia difusión de la propaganda bolchevique y del Comintern. Desde los primeros días de su llegada, el personal diplomático de Moscú en la República funcionó como un activo y efectivo agente para la importación y distribución de todo tipo de materiales culturales y políticos soviéticos. El personal de la embajada también hizo apariciones en actos de propaganda financiados por AUS.62
Sin duda, los intercambios culturales puestos en marcha a través de la alianza bilateral funcionaron en ambas direcciones. En la Unión Soviética como resultado de la activa dirección de las autoridades estatales rápidamente todo lo español comenzó a causar furor. Una exhibición española se añadió apresuradamente al venerado Museo de la Revolución, parada obligatoria para los escolares que rendían tributo a la religión secular del marxismo leninismo. Eventos literarios y teatrales de tema español dominaron los círculos culturales en las principales ciudades de la URSS.63 Pero no todos los intercambios culturales tuvieron éxito. La difusión de la literatura soviética en España, por ejemplo, estuvo muy limitada por un completo fracaso lingüístico. De los miles de libros, carteles, películas y grabaciones que los soviéticos enviaron a la República, casi todos estaban en ruso y no servían, por ello, para objetivos de propaganda.64 En otras ocasiones, el suministro de materiales desde la URSS resultaba difícil y poco fiable. A finales de octubre de 1936, la jefa de las actividades de propaganda en Barcelona estaba desesperada y rogaba a Moscú: «La tarea ante nosotros es amplia y posiblemente imposible de realizar. Pero por favor envíenos algo de material».65
Más éxito tuvo la movilización del cine soviético. En España, la cinematografía soviética estaría inextricablemente ligada a la movilización bélica del Kremlin. Moscú envió a la República largometrajes cuya función era a la vez propagandística y comercial. En otoño de 1936 una nueva compañía, Film Popular, se organizó para supervisar la producción de noticiarios de propaganda y versiones en español de films soviéticos.66 La primera película soviética distribuida por Film Popular fue Los marinos del Kronstadt (Efim Dzigan, 1936), que se estrenó en el cine Capital de Madrid el 18 de octubre de 1936. La elección de esta película para iniciar la serie soviética se basó en cuidadosas consideraciones sobre el valor de la película para el esfuerzo bélico republicano. Situada durante la guerra civil rusa, la película cuenta la transformación de una anárquica banda de marinos en una disciplinada unidad del Ejército Rojo. Según el corresponsal de Pravda, Mikhail Koltsov, al estreno asistieron el gobierno completo, los líderes de varios partidos políticos y muchos diputados, saludados en la sala por una gran multitud que gritaba «¡Viva Rusia!». Un noticiero rodado durante el estreno captura esa excitación, con anuncios de la película colgados por toda la ciudad y una larga fila de entusiastas cinéfilos que hacían cola para verla.67 Incluso más exitosa fue la presentación de Tchapaief (Gregorii y Sergei Vasiliev, 1934), que había sido lanzada en la URSS para conmemorar el setenta aniversario de la Revolución. Proyectada primero en Madrid el 2 de noviembre de 1936, Tchapaief, como el Kronstadt, era una historia bélica con ecos significativos para los soldados republicanos.68 La película narra la vida de Vasilii Chapayev, figura mítica de la guerra civil rusa que en 1919 aterrorizó a las tropas blancas en los Urales e inspiró al campesinado a defender la Revolución. En la película, el protagonista es promocionado a comandante, lidera brillantemente a sus hombre a una ofensiva y finalmente cae en la batalla de forma heroica.69 Tchapaief se convirtió en la película más vista en la España republicana, el Partido Comunista le dio gran valor pedagógico y muchos soldados la vieron repetidamente.70
Las relaciones entre los republicanos españoles y los soviéticos evolucionaron a buen ritmo a lo largo de 1936. En un año que empezó con una escasa movilización del Comintern en España, un PCE estancado y sin lazos diplomáticos de alto nivel, el arranque de la guerra civil transformó las posibilidades para una alianza bilateral, incluso para dos estados en la periferia de Europa. Los componentes de esta pujante amistad no eran pocos y afectaban a incontables vidas tanto en la República Española como en la Unión Soviética. El acercamiento diplomático sucedió de forma sorprendentemente rápida y el inicio de las campañas humanitarias soviéticas para ayudar a la República fue una gran inyección de moral para España. El apoyo militar de Moscú, que llegó en un momento clave de la Batalla de Madrid, insufló vida a una República casi quebrada. Este público cautivo, a cambio, fue explotado por los soviéticos en una ofensiva cultural con diferentes direcciones. Los meses finales de 1936 fueron el momento álgido del proyecto de colaboración soviético-republicano. Sabemos ahora que el destino de la República quedó determinado en los primeros meses de la guerra, en julio, agosto y septiembre de 1936. El compromiso de las potencias fascistas con el general Franco, la firma del pacto de No-Intervención por las potencias occidentales y la decisión de Stalin de ligar la ayuda militar soviética