La logística del transporte, desarrollado completamente por mar, fue complicada y peligrosa, ya que requirió que lo soviéticos cruzaran aguas vigiladas y, en algunos casos, minadas, y tuvieran que hacer frente en varias ocasiones a embarcaciones alemanas, italianas, británicas y francesas.44 Por supuesto, al igual que Franco no recibió nada gratis de los estados fascistas, el envío de armamento soviético a la República no fue un acto de caridad, sino que se desarrolló como una operación comercial corriente entre estados soberanos. Como compensación por el armamento, el gobierno de Madrid transfirió al régimen soviético sus suministros remanentes de oro, valorados en 518 millones de dólares en precios de 1936.45 No puede dudarse de que la República obtuvo un buen beneficio de su oro. A finales de octubre de 1936, la Fuerza Aérea Roja, gracias al uso de cazas I-15 e I-16 y de bombarderos SB, permitió a la República recuperar la ventaja en los cielos que había perdido en las primeras semanas de la guerra. Las unidades mecanizadas dirigidas por soviéticos, que manejaban tanques T-26, tecnológicamente superiores, tuvieron un papel fundamental de apoyo a las operaciones del bando leal a la República en la mayoría de las batallas aéreas clave, y no menos en la batalla de Madrid, entre octubre y diciembre de 1936, pero también en Guadalajara, Brunete, Teruel y el Ebro.46 Debido a la dependencia de los republicanos de las armas de Moscú, los asesores soviéticos pudieron involucrarse en muchos aspectos del esfuerzo bélico republicano. Para unas fuerzas armadas republicanas cortas de personal y con muchos miembros de bajo rango, se buscó activamente el consejo soviético, que se siguió en ocasiones, sobre todo en la organización del Ejército Popular en octubre de 1936, que se desarrolló con la iniciativa soviética y que replicaba la estructura del Ejército Rojo. Más significativo fue el hecho de que en los tres últimos meses de 1936 la defensa de Madrid estuviera en gran medida dirigida por el agregado militar soviético Vladimir Gorev. También en las aguas republicanas dominaron los soviéticos: el comandante de facto de la acosada armada republicana fue el agregado ruso Nikolai Kuznetsov.47
Los resultados positivos de la ayuda soviética desde el momento de su llegada difícilmente pueden exagerarse. Los primeros envíos de aviones y tanques llegaron a Cartagena a mediados de octubre. Gobernados por pilotos y conductores de tanques soviéticos, este material de equipamiento se envió inmediatamente al frente central, donde las fuerzas nacionalistas estaban inmersas en un severo asalto a Madrid. La acción más decisiva que incluyó a pilotos soviéticos llegó en los últimos días de octubre de 1936. Antes de la llegada de los aviones soviéticos, la fuerza aérea rebelde tenía carta blanca en el aire y podría bombardear Madrid a baja altura y con completa impunidad. Hacia la segunda semana de noviembre, sin embargo, los cielos eran de los pilotos soviéticos y la ofensiva rebelde se había parado a las afueras de Madrid. Si los pilotos nacionalistas habían circulado sobre el centro de Madrid a alturas de 500-700 metros –la altura ideal para bombardeos a objetivos fijados–, después de que los soviéticos ganaran el control de los cielos, los aviones rebeldes se vieron forzados a operar a las mucho menos efectivas altitudes de 800-2000 metros.48 Pero la pericia aérea soviética dio a la República más que un beneficio táctico; igualmente decisivo fue el impulso dado a la moral de los civiles, un hecho destacado por muchos observadores contemporáneos y transmitido a Moscú por los representantes soviéticos en el terreno. Durante el final del otoño de 1936, el equilibrio en el poder aéreo se inclinó sustancialmente a favor de la República. La llegada de centenares de experimentados pilotos soviéticos y los voluminosos envíos de los más modernos cazas, bombarderos y aviones de ataque permitieron la creación de una formidable fuerza aérea republicana que, en ese estadio de la guerra, no tenía ninguna debilidad demostrable. La flota dominada por los soviéticos pronto eclipsó las fuerzas italianas y alemanas que volaban por petición nacionalista.
El bautismo de los blindados soviéticos en la Península Ibérica fue igualmente decisivo. El 26 de octubre de 1936 se formó la primera compañía con quince tanques y un grupo de instructores y especialistas soviéticos, apoyados por republicanos en proceso de entrenamiento. En Esquivias (Toledo), los tanques soviéticos e italianos se enfrentaron por primera vez durante la guerra. Un detallado telegrama enviado desde el frente central a Voroshilov indicó que los tanques soviéticos habían conseguido una importante victoria. Según el informe, las fuerzas de combate republicanas destruyeron dos tanques rebeldes, trece armas de artillería, dos baterías de artillería, dos vehículos de suministros que llevaban apoyo de infantería y seis vehículos legionarios que transportaban oficiales.49
Stalin autorizó el envío de oficiales, pilotos, conductores de tanque e ingenieros, pero se opuso a enviar al Ejército Rojo a España. En su lugar, el apoyo humano fue suministrado por las Brigadas Internacionales, organizadas, financiadas y abastecidas por el Comintern. El 18 de septiembre de 1936, el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista (CEIC) aprobó «el reclutamiento de voluntarios con experiencia militar entre trabajadores de todos los países, con el propósito de enviarlos a España».50 El principal punto para el primer reclutamiento para las Brigadas fue París, con los aspectos de organización manejados conjuntamente por el Partido Comunista Francés (PCF) y el Partido Comunista Italiano (PCI) en el exilio.51 El liderazgo estuvo encabezado por André Marty, líder del PCF, representante en la Cámara de Diputados y miembro del CEIC. Su ayudante fue el incondicional del PCI Luigi Longo (también conocido como «Gallo»), quien había estado activo en España desde poco después del alzamiento rebelde.52 Muchos otros comunistas extranjeros también participaron en la estructura de movilización internacional, enviando cuotas de reclutamiento a partidos nacionales y células por todo el mundo y supervisando su trasporte a la frontera española. Entre los más activos de los primeros organizadores estuvo el yugoslavo Josip Broz, «Tito».
Aunque muchos propagandistas comunistas se adhirieron con empecinamiento a la idea de que las Brigadas Internacionales se organizaron de forma espontánea, ya durante la guerra algunos miembros del Comintern reconocieron abiertamente el papel central jugado por el CEIC.53 Pero no fue hasta finales de la década de los sesenta cuando Moscú admitió que el CEIC había tomado la decisión en septiembre de 1936 «para localizar entre los trabajadores de diferentes países voluntarios con experiencia militar y enviarlos a luchar a España».54 Por supuesto, nada de esto supone negar que en las primeras semanas de la guerra, mucho antes de que el Comintern se involucrara, llegaran espontáneamente voluntarios para luchar del lado de los leales a la República.55 Fue el Comintern, sin embargo, el que convertiría ese goteo desorganizado en un flujo bien organizado de cuadros, cuyo compromiso dejaría una profunda huella en batallas clave del primer año del conflicto. La base de entrenamiento de las Brigadas en España se estableció cerca de la ciudad de Albacete. Fue allí donde los primeros 500 voluntarios comenzaron su servicio el 14 de octubre de 1936. La fecha es significativa, sólo dos días después de que el navío soviético Komsomol llegara a Cartagena con cincuenta tanques T-26 soviéticos y sus operadores.56 Durante el curso de la guerra, al menos 35000 extranjeros