“No sale de las riquezas la virtud para los hombres, sino de la virtud, las riquezas y todos los otros bienes, tanto los privados como los públicos”
—Pues yo me sublevo contra esa sentencia —dijo Apolodoro, hombre sencillo, que le era muy adicto y que estaba allí presente— porque veo que mueres injustamente.
—Queridísimo Apolodoro —le contestó Sócrates, pasándole la mano cariñosamente por la cabeza—, pues ¿por ventura querrías tú mejor verme morir con justicia que con inocencia? —y al mismo tiempo dejó ver su afable sonrisa.
Cuentan también que al ver á Añilo que pasaba, dijo: ese hombre va tan enorgullecido, como si hubiera realizado una acción grande y bella con haber votado mi muerte y ¿por qué? porque le hice notar que no estaba bien que él, honrado por la Ciudad con los más elevados cargos, rebajara á mi hijo hasta el oficio de curtidor. El insensato, no conoce que entre él y yo el triunfo será siempre de aquel que en todo tiempo haya ejecutado las cosas más útiles y bellas! Pero Homero concede á algunos de los que están para morir el don de penetrar en lo venidero, y os voy á pronunciar un vaticinio: he tratado un poco de tiempo al hijo de Anio, y no me parece un espíritu desprovisto de energía: pues os anuncio que no ha de permanecer en el oficio servil a que el padre le ha consagrado; falto de un honrado guía que le conduzca, sucumbirá á una pasión vergonzosa; y ya en adelante continuará progresando en el camino de la depravación. Los hechos correspondieron á la profecía: el mancebo se entró al vicio del vino, y ebrio a todas horas concluyó por hacerse un hombre inútil para su Patria, para sus amigos y para sí mismo. El padre, por la educación infame que había dado al hijo, y por su torpe ignorancia, ha logrado verse deshonrado aun hasta hoy, después de muerto. En cuanto á Sócrates el haberse engrandecido ante sus jueces excitó contra él la envidia y los decidió más resueltamente á condenarle. Por lo demás, creo también que su muerte fue un beneficio que le concedieron los dioses, puesto que dejó lo más triste de la vida y alcanzó la más dulce de las muertes. ¡Y qué alma tan grandiosa! Convencido como estaba de que la muerte era para él más ventajosa que una larga vida”.3
Bibliografía
Jenofonte (2009): Apología. Banquete. Recuerdos de Sócrates, Madrid, Alianza Editorial.
Platón (2000): El Banquete, Madrid, Alianza.
— (1985): Apología de Sócrates, Madrid, Editorial Alhambra.
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Platón
427- 348 a. C.
El logro de la visión más elevada y auténtica de lo real
Platón es una de las más reconocidas expresiones del espíritu. Siempre presente y apelado. De vocación y creatividad literarias, el encuentro con Sócrates le acercó a la filosofía. Nietzsche renunciaba de Sócrates por fijar en sus enseñanzas la influencia que provocó el cambio, en Platón, de un creador dionisiaco a un pensador apolíneo.
En el muy extenso ámbito de sus escritos trata los temas relevantes en su tiempo, que comparte en la actividad en la Academia. Anclado en la belleza racional de la geometría, potencia el valor y la presencia de la razón como mediación ideal de conocimiento. Considera el ideal del bien, agafos, como suprema realidad alcanzable, y la educación como un proceso para la buena dirección de la conciencia.
Aristocles nació en el seno de una familia aristocrática ateniense. Platón, ‘el que tiene anchas espaldas’, es el apodo que le puso su profesor de gimnasia.1 Era hijo de Aristón, descendiente de Codro, el último de los reyes de Atenas, y de Perictione, cuya familia estaba emparentada con Solón. Un tío y un primo de Platón fueron miembros de la dictadura oligárquica de los Treinta Tiranos que usurpó el poder en Atenas después de la guerra del Peloponeso. Influenciado por la familia, fue un intenso antidemócrata (como refleja en la República, Político y Leyes). Ello no le impidió rechazar las violentas acciones que habían cometido sus parientes oligárquicos y negarse a participar en el Gobierno. Siempre defendió la aristocracia del espíritu y la búsqueda de la felicidad personal y comunitaria, basada en lo aprendido de su maestro Sócrates.
En su juventud se interesó por la pintura, la poesía y el drama; la tradición, recogida por Nietzsche, narra que había escrito tragedias, afán que dejó al conocer a Sócrates. Según se ve en su teoría educativa, se interesó por la gimnasia; participó de algunas batallas de la guerra del Peloponeso y de la guerra de Corinto.
Según la autobiográfica y reveladora Carta VII, Platón viajó a Italia y a Sicilia. En Italia tuvo contacto con pitagóricos, una de las principales influencias. En el 387 viajó a Sicilia, a Siracusa, gobernada por el tirano Dionisio; allí conoció a Dión, cuñado de Dionisio, por quien se sintió poderosamente atraído y al que transmitió las doctrinas socráticas acerca de la virtud y del placer.
“Son filósofos verdaderos aquellos a quienes gusta contemplar la verdad”
“Ahora, continué, imagínate nuestra naturaleza, por lo que se refiere a la ciencia, y a la ignorancia, mediante la siguiente escena. Imagina unos hombres en una habitación subterránea en forma de caverna con una gran abertura del lado de la luz. Se encuentran en ella desde su niñez, sujetos por cadenas que les inmovilizan las piernas y el cuello, de tal manera que no pueden ni cambiar de sitio ni volver la cabeza, y no ven más que lo que está delante de ellos. La luz les viene de un fuego encendido a una cierta distancia detrás de ellos sobre una eminencia del terreno. Entre ese fuego y los prisioneros, hay un camino elevado, a lo largo del cual debes imaginar un pequeño muro semejante a las barreras que los ilusionistas levantan entre ellos y los espectadores y por encima de las cuales muestran sus prodigios.
—Ya lo veo —dijo.
—Piensa ahora que a lo largo de este muro unos hombres llevan objetos de todas clases, figuras de hombres y de animales de madera o de piedra, y de mil formas distintas, de manera que aparecen por encima del muro. Y naturalmente entre los hombres que pasan, unos hablan y otros no dicen nada.
—Es esta una extraña escena y unos extraños prisioneros —dijo.
—Se parecen a nosotros, respondí. Y ante todo, ¿crees que en esta situación verán otra cosa de sí mismos y de los que están a su lado que unas sombras proyectadas por la luz del fuego sobre el fondo de la caverna que está frente a ellos.
—No, puesto que se ven forzados a mantener toda su vida la cabeza inmóvil.
—¿Y no ocurre lo mismo con los objetos que pasan por detrás de ellos?
—Sin duda.
—Y si estos hombres pudiesen conversar entre sí, ¿no crees que creerían nombrar a las cosas en sí nombrando las sombras