12. Ramón Llull
15. Maquiavelo
16. Luis Vives
18. Rousseau
19. Diderot
20. Kant
21. Herder
22. Jovellanos
23. Pestalozzi
24. Froebel
25. Marx y Engels
26. Tolstói
29. Ramón y Cajal
30. Dewey
31. Manjón
32. Unamuno
33. Machado
34. María Montessori
35. Poveda
37. Ortega y Gasset
38. Ferrière
39. Piaget
40. Freire
41. Neill
42. Illich
43. Sartre
45. Foucault
46. Declaración Universal de los Derechos Humanos
47. Unesco
48. OCDE
49. Stephen Downes
50. La Agenda 2030
Presentación
Razón de ser de este libro
La capacidad de dar buenas y valiosas respuestas a los retos nuevos e intensos de nuestro presente. Esa es la necesidad que nos hace pensar sobre la educación. Siempre y ahora la reflexión y la acción educativas han despertado el interés de la sociedad, y la vocación de este libro es contribuir a ello.
La educación aquí no está usada en el sentido restringido, imperfecto, de solo sistema escolar. Educación es el aire, el espíritu, con el que una sociedad proyecta y planifica el horizonte de su realización humana, como individuo y como conjunto social. Y eso no se hace solo en la escuela. Eso se realimenta y construye en la familia, la escuela, los diferentes grupos sociales, los ámbitos y experiencias laborales, y la savia reflexiva, la cultura, que fluye compartida por el conjunto social.
La educación es una acción interpersonal. Su finalidad Kant la refleja en una frase de la Antropología: “El hecho de que el hombre pueda tener el Yo en su representación le eleva infinitamente por encima de todos los otros seres que viven en la tierra”.
Al potenciar la razón reconocemos que todos los seres humanos tenemos como carácter determinante y diferenciador el ser una racionalidad apalabrada, logos: el hombre es el único animal que tiene razón o palabra (logos), afirma Aristóteles en La Política.
Si se incrementa el conocimiento de uno mismo, llevando a efecto el sabio lema clásico “gnosce te ipsum”, ‘conócete a ti mismo’, se consigue alcanzar más libertad respecto de nuestras ataduras bioreactivas derivadas de la fuerza de lo instintivo. En la medida en que nos educamos, potenciamos la conciencia, nos esforzamos en conocer nuestra realización (reali-dad-zación) personal, los ideales, valores y actitudes. Hay dos pensadores que describen certeramente este aspecto. Luis Vives, en el siglo xvi dice: “Hay que avivar la fuerza de la razón para que tenga algún poder sobre las fuerzas del alma”. Y Nietzsche, en el siglo xix, no suena muy diferente: “La inteligencia es un instrumento al servicio de los instintos; siempre ha sido así; nunca ha sido libre”. En este sentido, educar es liberar el espíritu.
Por último, el sentido y enigma de la existencia humana es que tenemos la posibilidad, la libertad, de hacernos. Existimos retados para dar razón de nuestra realidad, que es nuestra ineludible realización personal. Para llevar a cabo esa experiencia es para lo que nos educamos. Considero que esto requiere generar el programa ético de la personal realización.
Estas experiencias las necesitamos todos los seres humanos por dos grandes razones. La primera es que, desde el punto de vista antropológico, la condición humana es abierta y liberada. Requerimos realizarnos, dar razón del horizonte y recorrido de nuestra existencia, que es personal e inalienable. Un humanista del siglo xvi, Pico della Mirandola, en el magnífico Discurso sobre la dignidad humana matiza con claridad