XIII. Porque Cicerón fue el que hizo ver a los romanos cuánto es el placer que la elocuencia concilia a lo que es honesto, que lo justo es invencible, si se sabe decir, y que el que gobierna con celo en las obras debe siempre preferir lo honesto a lo agradable, y en las palabras quitar de lo útil y provechoso lo que pueda ofender. Otra prueba de su gracia y poder en el decir es lo que sucedió siendo cónsul con motivo de la ley de espectáculos; porque antes los del orden ecuestre estaban en los teatros confundidos con la muchedumbre, sentándose con esta donde cada uno podía, y el primero que por honor separó a los caballeros de los demás ciudadanos fue el pretor Marco Otón, asignándoles lugar determinado y distinguido, que es el que todavía conservan. Túvolo el pueblo a desprecio, y al presentarse Otón en el teatro, empezó por insulto a silbarle, y los caballeros le recibieron con grandes aplausos y palmadas. Continuó el pueblo en los silbidos, y estos otra vez en los aplausos, de lo cual se siguió volverse unos contra otros, diciéndose injurias y denuestos, siendo suma la confusión y alboroto que se movió en el teatro. Compareció Cicerón luego que lo supo, y como habiendo llamado al pueblo al templo de Belona, le hubiese increpado el hecho y exhortándole a la obediencia, cuando otra vez se restituyeron al teatro aplaudieron mucho a Otón y compitieron con los caballeros en darle muestras de honor y aprecio. […]
“A veces una broma, una anécdota, un momento insignificante nos pintan mejor a un hombre ilustre, que las mayores proezas o las batallas más sangrientas”
XL. Desde aquella época, habiendo el gobierno degenerado en monarquía, retiróse de los negocios públicos y se dedicó a la filosofía con los jóvenes que quisieron cultivarla; que siendo de los más ilustres y principales, por su trato con ellos volvió a tener en la ciudad el mayor influjo. Habíase aplicado a escribir y a traducir diálogos filosóficos, trasladando a la lengua latina los nombres usados en la dialéctica y la física; porque se dice haber sido el primero que introdujo los nombres de fantasía, catatesis, época, catalepsia, además átomo, ameres y quenon a lo menos el que más los dio a conocer a los romanos, usando de metáforas y de otras expresiones acomodadas con singular industria y diligencia. Divertíase con poner a veces en ejercicio la gran facilidad que tenía en hacer versos, pues se dice que cuando le daba esta humorada hacía en una noche quinientos. Habiendo pasado la mayor parte de este tiempo en su quinta Tusculana, escribió a sus amigos que hacía la vida de Laertes, o por juego y chiste, como lo acostumbrada, o por prurito de ambición de mando no llevando bien el retiro. Rara vez venía a la ciudad como no fuera para visitar a César, y entonces era el primero que suscribía a los honores que se le decretaban, y que decía alguna cosa nueva en elogio de su persona y de sus hechos, como fue la relativa a las estatuas de Pompeyo, que César mandó levantar y colocar, habiendo sido antes derribadas; porque dijo Cicerón que César, con este acto de humildad, levantaba las estatuas de Pompeyo para afirmar más las suyas”.2
Bibliografía
Plutarco (2010): Vidas paralelas, Buenos Aires, Losada.
— (2009): Consejos a los políticos para gobernar bien, Madrid, Siruela.
— (1990): Sobre el amor, Madrid, Espasa-Calpe.
9
San Agustín
354-430 d. C.
La atención a la dimensión religiosa de la conciencia
La existencia de san Agustín y la narración abierta y sincera de la misma son un ejemplo de proceso educativo. Adquiere relevancia el valor de la lectura y de la toma personal de conciencia de lo vivido. Su personalidad sensible y comunicativa se muestra en la propia escritura, y en la experiencia personal destaca el valor de la amistad y de la familia. Reflexiona también sobre la evolución psicológica a lo largo de los años y las diferentes etapas vitales. Potenció la atención a la oratoria y la filosofía como los dos medios clásicos en los que centrar la educación.
San Agustín nació en Tagaste (hoy Argelia, situada entonces en Numidia, una provincia del Imperio romano. Su padre, Patricio, era un pequeño propietario pagano y su madre, la futura santa Mónica, es considerada por la Iglesia como ejemplo de mujer cristiana.
Agustín se interesó por la literatura, la griega clásica, y poseía gran elocuencia. A los diecinueve años, la lectura de Hortensius de Cicerón le despertó el afán de la especulación y se dedicó de lleno al estudio de la filosofía. En su búsqueda incansable de respuesta al problema de la verdad, Agustín pasó de una escuela filosófica a otra sin que encontrara en ninguna una verdadera respuesta. Un tiempo creyó que el maniqueísmo guiaría sus inquietudes, hasta abandonó al considerar que apoyaba la pasividad del bien ante el mal.
El escrito de san Agustín titulado El Maestro defiende que la verdad se halla presente por igual en el alma del discípulo como en la del maestro; la palabra de este hace explícita esa verdad. Por lo tanto, solo hay un maestro, el interior que es la Verdad misma, o sea Dios. Es una teoría de la Iluminación: el conocimiento de toda verdad nueva no solo requiere signos y palabras que la ocasionan, sino una directa intervención divina, iluminación.
En Del Orden, San Agustín representa el punto de vista cristiano de las disciplinas de la enseñanza, y hace una defensa de ellas: la gramática, el estudio de la lengua; la dialéctica, “en la cual la misma razón nos da a conocer lo que es ella misma, lo que quiere, lo que puede hacer”; la retórica, que sirve para conmover a los hombres con objeto de persuadirlos de la verdad y del bien; la música, arte de la armonía, y, en fin, la aritmética, la geometría y la astronomía.
“Es mejor cojear por el camino que avanzar a grandes pasos fuera de él. Pues quien cojea en el camino, aunque avance poco, se acerca a la meta, mientras que quien va fuera de él, cuanto más corre, más se aleja”
“5. En aquel año, viniendo de la ciudad de Madaura (a donde había ido a estudiar el arte oratorio), dejé de estudiar algunos días, entretanto que se aparejaba lo que era menester para enviarme a Cartago, que estaba más lejos que Madaura. Para este camino yo aparejaba con más ánimo que dinero, por ser mi padre un pobre ciudadano de la ciudad de Tagaste. Pero ¿a quién digo yo esto?, no lo digo a vos, Dios mío, que lo sabéis, sino aquella partecilla del linaje humano y mío que acertare a leerlo; y ¿para qué lo digo? Para que yo y los que lo leyeren pensemos cuán de veras y cuán profundamente debemos clamar a vos. Pero ¿qué cosa hay que esté tan cerca y tan presente como vuestros oídos, si el corazón os confiesa y la vida se conforma con la fe?
¿Qué hombre había entonces que no alabase a mi padre porque gastaba conmigo más de lo que podía, y me daba todo lo que había menester para mis estudios (que no era poco), porque otros muchos ciudadanos había, más ricos que no él que no tenían este cuidado de sus hijos. Y con hacer esto mi padre conmigo, no tenía cuidado que yo creciese para vos y viviese castamente, sino que fuese elocuente o, por mejor decir, desamparado