La sabiduría es un hábito de la mente perfecta; ser sabio es el uso de la mente perfecta”.3
Bibliografía
Séneca (2018): Cartas a Lucilio, Madrid, Cátedra.
— (2013): Sobre la felicidad, Madrid, Austral.
— (2012): Tratados morales, Madrid, Austral.
— (1943): Obras Completas, Madrid, Aguilar.
8
Plutarco
Ca. 50 -120 d. C.
El esfuerzo de superación del conjunto social
Escritor helenista (nacido en Beocia) y ciudadano romano, estudió y escribió en un contexto amplio, de cruce y presencia de varios matices culturales, conocido como helenismo.
Su gran obra, Vidas paralelas, es un esfuerzo por hacer presente lo romano en el contexto cultural de predominancia cultural griega. Insertó en la tradición moral el espejo imitable de personajes griegos y latinos, emparejados. Cada uno de los paralelos incorporados (filósofos, oradores, militares…) es una expresión valiosa de la acción personal y ciudadana, bien escrita y que subraya los perfiles humanos y prácticos más relevantes, para que las generaciones coetáneas y futuras puedan conocerlos e imitarlos.
Súbdito del imperio, pertenecía a una familia acomodada de la zona. Durante sus estudios en la Academia de Atenas, Amonio lo encaminó a las matemáticas, aunque él prefería la ética.
Además de sus deberes como sacerdote del templo de Delfos, Plutarco fue magistrado en Queronea y representó a su pueblo en varias misiones a países extranjeros durante sus primeros años en la vida pública. Su amigo Lucio Mestrio Floro (de quien tomó su nombre romano: Lucio Mestrio Plutarco), cónsul romano, patrocinó a Plutarco para conseguir la ciudadanía romana y el emperador Trajano lo nombró, ya en la vejez, procurador de la provincia de Acaya. Este cargo le permitió portar las vestiduras y ornamentos propios de un cónsul.
Pese a estos contactos políticos en el Imperio romano, Plutarco decidió siempre vivir en la pequeña población de Queronea al igual que todos sus antepasados. Tal vez por eso ningún escritor griego contemporáneo lo menciona. Viajó, eso sí, ocasionalmente por Grecia. Como el griego le bastaba en Roma, donde la clase alta era bilingüe, no sintió la necesidad de aprender bien latín sino ya bastante viejo, cuando necesitó documentarse para sus obras históricas, “tarde ya y muy adelantado en edad”, según escribió.
“La fortuna no está hecha para los poltrones y para alcanzarla, antes que mantenerse bien sentado, hay que correr tras ella”
“Demóstenes y Cicerón
I. El que escribió, ¡Oh, Señor!, el elogio de Alcibíades, vencedor en Olimpia corriendo con caballos, fuese Eurípides como generalmente se cree, o fuese cualquier otro, dice que al hombre, para ser feliz, lo ha de caber en suerte haber nacido en una ciudad ilustre; pero yo creo que para la verdadera felicidad, que principalmente consiste en las costumbres y en el propósito del ánimo, nada da ni quita haber nacido en una patria oscura e ignorada, o de una madre fea y pequeña. Porque sería cosa ridícula que hubiera quien pensase que Julida, parte muy pequeña de una isla no grande como la de Ceo, y que Egina, de la que dijo un ateniense que debía quitarse como una legaña del Pireo, habían de haber llevado excelentes actores y poetas, y no habían de poder producir un hombre justo que se bastase a sí mismo, que tuviera juicio y fuera de un ánimo elevado. Porque lo natural es que las otras artes, que se alimentan con el trabajo y la fama, se marchiten en pueblos humildes y oscuros, y que la virtud como planta fuerte y robusta, arraigue en todo terreno, si prende en una buena índole y en un ánimo inclinado al trabajo; de donde se sigue que si nosotros dejáramos de pensar y conducirnos como corresponde esto deberá justamente atribuirse, no a la pequeñez de la patria, sino a nosotros mismos. […]
III. Por esta razón, escribiendo en este libro de las Vidas paralelas las de Demóstenes y Cicerón, de sus hechos y modo de conducirse en el gobierno, procuraremos colegiar cuál era el carácter y disposición de cada uno, omitiendo el hacer cotejo de sus discursos y manifestar cuál de los dos era más dulce o más primoroso en el decir, porque esto sería, como dijo el poeta Ion, ‘la fuerza del delfín en tierra’. Por ignorar esta máxima Cecilio, excesivo en todo se metió sin reflexión a formar juicio entre Cicerón y Demóstenes; pero si a todos les fuera tener a la mano el conócete a ti mismo, no hubiera sido esta tenida por una advertencia divina. Parece, pues, haber sido un mismo genio el que formó a Demóstenes y Cicerón, y acumuló en su naturaleza muchas semejanzas, como la ambición, el amor a la libertad cuando tomaron parte en el gobierno y la cobardía para los peligros y la guerra; con lo que mezcló también muchas cosas de las que son de fortuna; porque no creo que podrán encontrarse otros dos oradores que de oscuros y pequeños hubiesen llegado a ser grandes y poderosos, que hubieran resistido a reyes y tiranos, que hubiesen perdido sus hijas, hubiesen sido arrojados de su patria y restituidos después con honor; que huyendo después hubiesen sido alcanzados por sus enemigos, y que en el mismo punto de expirar la libertad de sus conciudadanos hubiesen ellos perdido la vida; como que si a manera del de los artistas pudiera haber certamen entre la naturaleza y la fortuna, sería muy difícil discernir si aquella los había hecho más semejantes en las costumbres o esta en los sucesos. […]
“El trabajo moderado fortifica el espíritu; y lo debilita cuando es excesivo: así como el agua moderada nutre las plantas y demasiada las ahoga”
XI. Para remediar los defectos corporales, empleó estos medios, según refiere Demetrio de Falera, que dice haber alcanzado a oír a Demóstenes, cuando ya era anciano, que la torpeza y balbucencia de la lengua la venció y corrigió llevando guijas en la boca y pronunciando períodos al mismo tiempo; que en el campo ejercitaba la voz corriendo y subiendo a sitios elevados, hablando y pronunciando al mismo tiempo algún trozo de prosa o algunos versos con aliento cansado y, finalmente, que tenía en casa un gran espejo y que, puesto enfrente, recitaba, viéndose en él, sus discursos”.1
“La omisión del bien no es menos reprensible que la comisión del mal”
“I. Dícese de la madre de Cicerón, Helvia, haber sido buena familia y de recondemdable conducta; pero en cuanto al padre todo es extremos; porque unos dicen que nació y se crio en un lavadero, y otros refieren el origen de su linaje a Tulio Acio, que reinó gloriosamente sobre los volscos. El primero de la familia que se llamó Cicerón parece que fue persona digna de memoria, y que por esta razón sus descendientes, no solo no dejaron este sobrenombre, sino que más bien, se mostraron ufanos con él, sin embargo de que muchos era objeto de sarcasmos; porque los latinos al garbanzo le llaman Cicer, y aquel tuvo en la punta de la nariz una verruga aplastada, a manera de