Así pues, en 1938 o ya el 28 de marzo 1939 (cuando el Instituto de Requena, tras funcionar bajo mínimos por la movilización de parte del profesorado, cierra sus puertas) se trunca abruptamente la trayectoria de un alumno brillante como Jesús Martínez. De su madurez dan cuenta algunos documentos del expediente escolar, como una impagable redacción sobre la «Descripción física de Inglaterra. Estudio de sus cordilleras, ríos, accidentes costeros, producciones, industria y comercio», escrita a pluma con excelente caligrafía y con un nivel de redacción que ya quisieran algunos universitarios actuales, con numerosas citas e informaciones precisas. Inglaterra, por cierto, fue un país por el que mostró gran admiración en su juventud. Era su «Ejercicio de Oposición a Matrícula de Honor. 2.º curso», firmado el 1 de junio de 1936. En una foto escolar del año anterior podemos contemplarlo sentado a la izquierda de la primera fila, serio y mirando fijamente a la cámara, portando un atuendo que revela a un niño de familia modesta, que, a diferencia de sus compañeros mejor abrigados, viste un sencillo jersey jaspeado con cremallera y calza unas zapatillas de loneta blanca. Su ropa y su diáfana mirada, entre tímida y contenida, sugieren aquel titánico esfuerzo de superación que plasmó en el único espacio que la memoria familiar le abrió para ser alguien en el mundo. Un espacio cerrado súbitamente por el devenir de una contienda bélica que haría añicos sus sueños. Aupado en el anhelante magisterio de su padre, también le marcaría el de algunos profesores del Instituto. Por ejemplo, Camilo Chousa, profesor de Lengua y Literatura y, casualmente, vecino del n.º 20 de la misma calle del Carmen donde habitaba la familia Martínez Guerricabeitia. Doctor en Filosofía y Letras y licenciado en Pedagogía –estudios que amplió en Ginebra y París–, fue pensionado en varias ocasiones por la Junta de Ampliación de Estudios al objeto de estudiar la organización de la enseñanza en Francia, Bélgica y Suiza. Ferviente admirador de Giner de los Ríos y de la Institución Libre de Enseñanza, de ideología liberal y republicana –había sido director del Instituto y alcalde de Antequera en 1932 por el partido Radical de Alejandro Lerroux–, fundaría en 1935 la Unión Republicana de Requena, donde intentó introducir la Liga de los Derechos del Hombre, una asociación vinculada a la masonería a la que perteneció. Paradójicamente, fue depurado doblemente: primero durante la República, en 1936, sancionado con la jubilación forzosa, y después por los que se alzaron contra ella, ante su manifiesta militancia republicana. La relación de vecindad con la familia llegó a la abierta amistad. No en vano les dejó unas cajas de libros y otros enseres cuando abandonó Requena tras ser depurado en 1936. El desgraciado hallazgo de estos objetos (requisados al ser detenidos José Martínez García y sus dos hijos) fue una prueba más para su condena a 12 años de prisión por el Tribunal de la Represión de la Masonería y el Comunismo de Valencia.33
Foto escolar del curso de Amor Martínez (sentado en el extremo izquierdo). Instituto de Segunda Enseñanza de Requena, 1935.
Jesús Martínez Guerricabeitia nunca llegó a terminar su quinto curso de bachillerato. Ni siquiera después de la guerra, aunque pensara hacerlo.34 El camino que con tanto sacrificio y entusiasmo había querido abrir a sus hijos un obrero hecho a sí mismo y forjado en los ideales de la cultura libertaria se cerraba oscuramente. Ni la querencia por la sociología de José, ni la vocación por la filología de Jesús, para quienes trazaba un porvenir incluso de futura docencia universitaria, pudieron materializarse. La vida había doblado una esquina, abocándose a una trágica incertidumbre. Años después, cuando Jesús escriba a sus padres desde la lejana Barranquilla, reflexionará estoicamente sobre tal frustración: «Seguramente con otro ambiente o en un terreno más propicio hubiera podido ser otra cosa, pues veo mi mente capaz de llegar a cualquier altura [...]. Pero qué vamos a hacer. Somos gente de una encrucijada y sufrimos las consecuencias de la misma».35
El drama de la Guerra Civil y sus consecuencias
El levantamiento militar de julio de 1936 contra la República supuso un cambio radical en Requena. Como en otros lugares, el desplome del estado republicano y el sentido revolucionario que adquirió la resistencia contra la sublevación llevaron a la creación de un Comité Ejecutivo Popular a finales de julio o principios de agosto. Se trataba de un organismo político-administrativo de carácter municipal que, integrado por delegados de los partidos y sindicatos del Frente Popular, intentaba llenar el vacío de poder provocado por la crisis gubernamental ocasionada por la rebelión. Los miembros de la CNT se hacen cargo de algunas delegaciones, y José Martínez García asume, desde los primeros momentos, la de Fincas Rústicas e Incautadas y en septiembre se encarga de organizar su Consejo de Administración, del que será secretario.36 En sus memorias especifica con puntualidad, además, otras responsabilidades aceptadas a su pesar:
Durante el curso de la guerra no reparé en sacrificios, y con afán de empujar todo lo que pudiera, cargué sobre mis hombros tantos quehaceres que me obligaba a tener descuidada a mi familia. A un mismo tiempo desempeñaba el cargo de consejero del Consejo Municipal, Secretario del Consejo Administrativo de Fincas Incautadas, Director y Administrador del Hospital y Residencia de Ancianos, Secretario del Frente Popular, Presidente del Consejo de primera y segunda enseñanza y miembro del Comité de enlace UGT y CNT. Posteriormente, al formarse la Colectividad [Agrícola], pasé a hacerme cargo de dicha secretaría quedándome solamente con esta obligación y la del Consejo Municipal. Anteriormente me hice cargo del Comité de Abastos fundando una Cooperativa de consumo de UGT y CNT que aglutinó a todos sus socios, con gran envidia de los que no lo eran. Fui propuesto por la organización para que desempeñara la Alcaldía, cosa a la que me negué rotundamente por la razón de que no era nacido en Requena.37
Añade que todas las semanas enviaba un artículo al semanario de Izquierda Republicana Requena, hasta que rompió con sus dirigentes, y que escribió esporádicamente para Fragua Social, siempre obligado por las circunstancias. Todos aquellos hechos serían, como era de esperar, letales para su futuro después del conflicto, cuando José Martínez García quedaría a merced de la indiscriminada represión del llamado bando nacional. Como quedó evidenciado por su actitud tras los sucesos de Fuenterrobles en 1933, su radicalismo ideológico nada tuvo que ver con la violencia y siempre se distinguió, incluso durante la guerra, por mediar con sus correligionarios anarcosindicalistas proclives a medidas brutalmente expeditivas. A principios de agosto de 1936, intercedió para salvar la vida de los sacerdotes Vicente García Parra (con quien la familia mantendría después una larga amistad) y Julián Guijarro León (hermano del médico y profesor de Educación Física del Instituto, Felipe Guijarro León), suministrándoles un salvoconducto para huir a Valencia. También protegió al director del Instituto de Enseñanza Media, Luis María Rubio Esteban, sacándolo de la Cárcel Modelo. A este, como a algunos profesores y a Luis Ruiz (entonces director del Banco Español de Crédito) les consiguió un carné de afiliación a la CNT para poder darles trabajo en el Consejo de Administración de Fincas Rústicas Incautadas. Dio refugio en su misma casa, entre otros, al administrador de Correos Alfonso Calvo Peñarrocha. Se arriesgó hasta el punto de ser acusado públicamente en 1937 de encubrir a elementos fascistas.38 Pero ni esto ni la intercesión a su favor de quienes habían salvado la vida gracias a sus buenos oficios sirvieron de algo. Su «significación» –una palabra sistemáticamente empleada por los vencedores– y, también, las envidias y delaciones interesadas