La familia, consternada por la decisión de José, tendrá pronto noticias suyas. Aquel muchacho apuesto de poco más de veinticinco años, de pelo negro, ojos inteligentes y sensibles y temperamento tímido –como lo describiría Barbara Probst Solomon–66 había tenido que cruzar la frontera, tras esperar la ocasión propicia en San Sebastián, atravesando a nado el Bidasoa. El 3 de septiembre le contará a su hermano Jesús la odisea de su viaje, sus planes para intentar encontrar trabajo como peón o aprender algún oficio y obtener una beca para estudiar francés, un idioma que desconocía; le relata las costumbres parisinas tan distintas de la vida familiar llevada hasta ese momento; le pondera la admiración por los monumentos de la ciudad y el asombro que le causan los planos interactivos del metro para facilitar los desplazamientos; le propone «intercambiar publicaciones», y le aconseja que le escriba tomando precauciones (con remite falso o «usando tinta simpática para algo notable»).67 Poco después, el 27 de octubre, le comunica que se dedica a la carga y descarga en el mercado de les Halles.68 Ya en diciembre de 1948 José es admitido en una escuela profesional para hacer un curso de ajustador,69 y en enero la familia se sobresalta ante el anuncio de que desea casarse con Teresa Gondra, una joven madre soltera. Jesús –que parece asumir el papel de hermano mayor– intenta disuadirle, dadas las condiciones adversas en las que debe vivir y la propia situación de Teresa.70 El consejo pudo hacer mella en su hermano, que a finales de abril de 1949 ha aplazado su matrimonio, aunque mantiene su relación con la joven. José Martínez atraviesa entonces una crisis –tanto sentimental como de salud– que le hace abandonar incluso su trabajo en una fábrica metalúrgica. Jesús, con celo y comprensión fraternal, le anima entonces a que siga con ella si de eso depende su felicidad.71 Pero la vida se va haciendo más fácil para su hermano. Con menos angustias económicas y la obtención de una carta de trabajo desde el 29 de abril que le permitía residir legalmente en París durante seis meses, puede echar mano de la seguridad social para sobrellevar su enfermedad.72 Llegará a conseguir una beca de Noruega de 8.300 francos mensuales para cursar Letras (o Derecho, por el que se siente más atraído) en la Universidad de la Sorbona.73 Se materializa así el viejo sueño universitario de quien habría de crear la célebre editorial Ruedo Ibérico. Por esas fechas, impulsado quizá por los contactos realizados con otros jóvenes intelectuales refugiados en París, como Nicolás Sánchez Albornoz, parece inspirarse en el carácter emprendedor de Jesús al idear el negocio de una biblioteca de préstamo de libros españoles, para lo que, lógicamente, desea contar con su apoyo. Aunque la familia se muestra al principio remisa –en una carta se quejará amargamente a Jesús de que no haya invertido las 5.000 pesetas que pidió, en tanto él celebraba su boda a lo grande–,74 parece que finalmente se presta a ayudarle, puesto que en una carta del 11 de octubre de 1949, le detalla el tipo de lecturas que pueden interesarle, con referencia expresa a los clásicos españoles editados por Espasa Calpe (y su emblemática Colección Austral) o por Losada, de evidente interés para los estudiantes universitarios franceses.75 Jesús, de algún modo, realizaría así su primer ensayo de mecenazgo, pues, aunque el proyecto de su hermano resultaba incierto –de hecho José lo da por concluido en febrero de 1951–,76 sufragó la compra y el envío de docenas de libros. Y, al hacerle llegar el título de bachillerato, facilitaría sin duda su aventura universitaria. Jesús expresó de manera determinante su relación con José en esta época: «Aunque nuestras opciones políticas iban siendo diferentes, el afecto mutuo y nuestro deseo de ayudarle nunca faltó».77
¿Qué distintas opciones políticas se estaban fraguando por parte de ambos? Aunque en el intercambio epistolar de aquella época se suceden detallados comentarios sobre la situación internacional del momento, nunca sobre la situación política española. Desde luego, existía el fundado temor de que las cartas fueran interceptadas por la policía. Pero es evidente que ha fraguado ya una perspectiva vital completamente distinta. Desde una personalidad más fuerte y realista, curtido por la lucha diaria para salir adelante, Jesús –súbito mentor de su hermano mayor– le recomienda encarecidamente que no se comprometa sin necesidad: «No te ates socialmente a nadie [...]. Nada que te obligue a cosas distintas que no sean vivir enconchado después de lo de aquí. Ni políticas tampoco. Lo mismo amorosas». Estas palabras (y subrayo específicamente una frase decisiva) se las dirige Jesús en septiembre de 1948, apenas recién llegado a París su hermano. Y cabe leerlas no solo a la luz de la tremenda experiencia sufrida por los suyos en la década anterior, sino desde el espejo en el que Jesús adivina el influjo que en su propia aspiración de libertad han proyectado los egos de su padre y hermano:
Si a mí me pasara lo mismo, ya ves: pasaría de un cúmulo de preocupaciones que ahora, ligado como estoy a muchas cosas, me sujetan a sentirme completamente libre, sin más preocupaciones que saber qué he de comer y cenar este día y el que viene Dios dirá. Esa es la verdadera libertad, y sobre todo como cambio de sistema.78
En efecto, Jesús está ya ligado –pues se ha visto forzado a ello– «a muchas cosas». Su sentido de la libertad se ha tenido que construir bajo otra visión de la realidad. Una realidad que le ha obligado a interiorizar una ética de deberes más urgentes y de deseos más próximos a su propia realización