La reintegración definitiva del reino de Mallorca a la Corona de Aragón
Poco después de 1340, tras una etapa convulsa, las posiciones de la Corona de Aragón mejoraron en todos los frentes: restableció la paz con Génova, sofocó la revuelta sarda, contribuyó a la expulsión de los benimerines de la Baja Andalucía e incrementó su protagonismo internacional con motivo de la concentración de las monarquías francesa e inglesa en los pródromos de la Guerra de los Cien Años. Los consejeros de Pedro el Ceremonioso consideraron que esta favorable coyuntura permitía ejecutar un proyecto que se venía gestando desde 1318, la reintegración definitiva del reino de Mallorca a la Corona de Aragón.66 La empresa contaba con el apoyo decidido de las ciudades mercantiles de la «confederación», en cuyas redes comerciales los territorios sometidos a la jurisdicción del monarca balear se habían convertido en enclaves de vital importancia. La operación se iniciaría con una ofensiva diplomática encaminada a privar a Jaime III de Mallorca de sus potenciales aliados y con una guerra de corso contra las embarcaciones baleares y rosellonesas, a fin de erosionar sus apoyos interiores. El pretexto desencadenante del conflicto serían unas pretendidas acuñaciones de moneda catalana falsa por parte del rey de Mallorca en Perpiñán.
El 23 de mayo de 1343, una flota catalana, en cuyo armamento la ciudad de Barcelona había invertido más de 76.000 libras,67 desembarcaba en la Palomera, unos veinte kilómetros al este de la Ciutat de Mallorca, e iniciaba la conquista de la isla, que culminaría en pocas semanas.68 La caída de Mallorca y el repliegue de Jaime III al Rosellón precipitaron las capitulaciones de Menorca, Ibiza y Formentera. La conquista de los condados de Rosellón y Cerdaña, en cambio, exigiría dos cruentas campañas estivales y se prolongaría hasta el 15 de julio de 1344, cuando Pedro el Ceremonioso efectuaría su entrada en Perpiñán.69
Jaime III, después de solicitar infructuosamente, durante cuatro años, el apoyo militar y financiero de Francia y la Santa Sede, vendió, en abril de 1349, a Felipe VI todos los derechos de que disponía sobre el señorío de Montpellier, su último refugio, por 120.000 escudos de oro, pagaderos en tres plazos. Convencido de que su causa era aún popular entre la población balear, se apresuró a invertir los primeros 40.000 escudos recibidos del erario galo en la preparación de una flota y en el reclutamiento de efectivos militares. La hueste mercenaria, integrada básicamente por genoveses y provenzales, desembarcó, el 11 de octubre de 1349, en la bahía de Pollença. El gobernador de Mallorca, Gilabert de Centelles, había concentrado detrás de los muros de la capital a la población rural, diezmada por los recientes estragos de la Peste Negra. Los invasores, después de recorrer unos campos casi desiertos, vacíos de alimentos y de posibles colaboradores, serían derrotados, el 25 de octubre, en la llanura de Llucmajor, donde Jaime III encontraría la muerte.70 Su desaparición significaría el final del reino privativo.
DESDE MEDIADOS DEL SIGLO XIV A FINALES DEL XV
La reintegración de Menorca a la Corona de Aragón, en 1343, no implicó cambios económicos importantes; los carniceros mallorquines y los mercaderes catalanes continuaron adquiriendo ganado en la isla. Las nuevas autoridades ratificaron prácticamente todas las medidas reguladoras del mercado interior instauradas durante el reino privativo, incluida la imposición sobre la venta de carne.71 El lugarteniente del gobernador, en marzo de 1346, ante la desafortunada coincidencia de una fuerte escasez de cereales72 con los preparativos navales de Jaime III de Mallorca, prohibió la saca de carneros, cerdos, cabrones, cabritos, corderos, ovejas, cabras, cerdas, bueyes, vacas, terneros, terneras, caballos y rocines73 y equino, especificando, sin embargo, que el veto no era aplicable a los contingentes destinados a Mallorca. El texto de la prohibición demuestra que el tráfico de ganado de carne entre ambas islas se había diversificado, con la incorporación de los suidos y los caprinos. La reintegración el archipiélago a la Corona de Aragón potenció también los envíos de ganado menorquín a Cataluña.74
Las repercusiones de la Peste Negra
La Peste Negra, en 1348, provocó una fuerte contracción demográfica en Menorca, a pesar de las medidas adoptadas por las autoridades locales, que, siguiendo el ejemplo de las de Mallorca, sometieron a cuarentena todas las embarcaciones llegadas a la isla, exigieron ayunos al conjunto de la población, organizaron procesiones expiatorias y obligaron a algún esclavo condenado por homicidio a atender a los enfermos.75 Pedro el Ceremonioso, el 15 de junio de 1349, ordenó al lugarteniente general de las islas que enviara caballos armados y ballesteros a Menorca, puesto que la isla, a causa de la mortandad, había quedado casi desierta y no podría resistir un ataque de los partidarios de Jaime III.76 Al día siguiente, le transmitía, sin embargo, la queja que la Universidad de Menorca había formulado contra su veto de extracción de caballos del archipiélago balear, alegando que era incompatible con algunos de los privilegios reales concedidos a los habitantes de la isla.77
El monarca, a principios de julio de 1349, ordenaba a la Universidad de Menorca gravar con una nueva imposición la venta de carne en la isla y consignar íntegramente la recaudación a la reparación de las murallas de Ciudadela y a la mejora de la infraestructura defensiva de la isla.78 Los impuestos indirectos sobre el consumo de carne constituirían, pues, la vía más rápida de que disponía el monarca para obtener recursos económicos extraordinarios en los pródromos de un conflicto bélico. Su iniciativa fiscal debió de provocar tensión entre unos pobladores que se estaban reponiendo aún de los estragos de la epidemia, puesto que, en septiembre, el gobernador, para neutralizar la reciente subida del precio de la carne, bloqueaba las exportaciones de animales; el veto, como era de esperar, fue rápidamente desautorizado por el lugarteniente general de las islas, aduciendo que el derecho de compra de que gozaban los carniceros de Mallorca continuaba en vigor durante las coyunturas adversas.79 Las actuaciones de los diversos niveles de la administración pública en la gestión de la crisis política y alimentaria subsiguiente a la Peste Negra no fueron, pues, plenamente concordantes, debido a la prioridad que cada uno de ellos concedía a la defensa de sus intereses específicos. En los períodos de emergencia, tanto el lugarteniente general como los tablajeros mallorquines procuraban preservar la circulación de reses entre las islas, cortando de raíz las interferencias puntuales de las autoridades menorquinas.80
La mortandad provocó una brusca redistribución de la propiedad inmobiliaria, un fuerte declive de la producción agrícola y una sensible reducción de la demanda de alimentos, especialmente de cereales: el concesionario de la recaudación de las rentas reales, a finales del 1348, declaró unas pérdidas del orden de las 200 libras.81 Pedro el Ceremonioso, a pesar de su falta crónica de recursos, tendría que dispensar, en agosto de 1350, a la diezmada población de la isla de contribuir en el impuesto de maridaje, que se estaba recaudando con motivo de su matrimonio con Leonor de Sicilia.82
La brusca caída de la mano de obra provocada por la pandemia fue parcialmente contrarrestada con cautivos sardos, que se integraron como esclavos en el sistema productivo menorquín.83 A pesar de esta aportación demográfica externa, los propietarios rurales y los campesinos tuvieron que optar por la ganadería, que exigía menos de fuerza de trabajo que la agricultura; redujeron la superficie destinada a los cultivos, prolongaron los barbechos y crearon nuevas áreas de pastos.
En la prioridad concedida por los propietarios rurales menorquines, en 1349, a los rebaños intervino además un incremento transitorio de la demanda exterior y local de carne. Apenas finalizada la epidemia, los supervivientes se apresuraron a resarcirse tanto del pánico que había pasado como de los sacrificios expiatorios que les habían impuesto las autoridades eclesiásticas y seculares. Según la literatura satírica italiana,84 muchos de los que se habían enriquecidos con la acumulación de herencias, se autogratificaban gastronómicamente; frecuentaban las tabernas, organizaban fiestas y banquetes, comían y bebían sin medida,85 exigían sistemáticamente una alta presencia de carnes frescas, especias, azúcar y vinos dulces en sus mesas.86 Aunque la tácita finalidad moralizadora o crítica de sus autores desaconseja una lectura literal de estas obras, no se puede negar que reflejan, en parte, la realidad que se