Aquí está. Cuando el enemigo, de alguna manera, te engaña para que aprietes el tamaño de tu vida al tamaño de tus sueños, tus deseos y tus necesidades personales, él te tiene exactamente donde quiere que estés. Él ha ganado una victoria cada vez que intenta, con éxito, que tú cambies el más centrado en Dios para el cual fuiste creado, reemplazándolo con uno de los interminables catálogos de “muchos más” egocéntricos que cuelgan frente a nosotros en este mundo caído. Su mentira es esta: “La trascendencia se encuentra realmente cuando vives en el centro de tu mundo”. O, “El gozo y la satisfacción máximos se hallan cuando vives para ti”.
Ahora podrías estar diciendo, “vamos, Paul, soy lo suficiente inteligente bíblicamente para saber que ¡eso no es cierto!”. Probablemente lo sea, pero la lucha que estoy describiendo sucede con frecuencia dentro de los límites de una buena teología y una participación regular en los programas de la iglesia. Es posible, y quizá hasta muy común, participar en estas cosas y todavía estar conformándose, en los pequeños momentos de nuestra existencia diaria, por mucho menos que la trascendencia para la que fuimos creados. Cosas tan mundanas como el guardarropa, el menú, el horario, la carga de trabajo, la localidad, el tráfico, el clima, tener razón, ser afirmado, el dinero, la vivienda, el empleo, los jardines, la sala de estar, el sexo, la diversión, quién va al baño primero, quién hizo qué con mi periódico, quién se acabó el cereal, etc. —todas en cierto grado importantes— crecen a un nivel de importancia espiritualmente peligroso en el calor del momento. Estos son los momentos en los que vivimos todos los días. El día normal es una colección de 24 horas de momentos pequeños. Día tras día, semana tras semana, y año tras año, estos momentos pequeños fijan el carácter de la vida de una persona.
Cuando las pequeñas cosas se vuelven la gran cosa por la que yo peleo constantemente, he abandonado la trascendencia por las sombras de glorias temporales de la creación. La satisfacción y el placer temporales que obtengo no durará. Estas cosas son como crack espiritual; me darán una descarga rápida emocional o espiritual, aunque me deja insatisfecho y ansioso por una siguiente descarga.
Esta siempre ha sido la lucha del pueblo de Dios. Piensa en Israel en el desierto. ¿Qué es lo que provoca que consideren realmente regresar a Egipto? ¡El menú! (Lee Números 11). Estaban cansados de esta casi insípida substancia llamada maná. Piensa en eso por un momento. El sabor de la comida provista por Dios subió a un nivel de importancia tal que ellos pudieron en realidad ver a Egipto como un lugar con un mejor menú, en vez del lugar de esclavitud y muerte que era verdaderamente.
CUANDO EL ENEMIGO, DE ALGUNA MANERA, TE ENGAÑA PARA QUE APRIETES EL TAMAÑO DE TU VIDA AL TAMAÑO DE TUS SUEÑOS, TUS DESEOS Y TUS NECESIDADES PERSONALES, ÉL TE TIENE EXACTAMENTE DONDE QUIERE QUE ESTÉS.
Piensa en lo que inició la idolatría atroz de Israel en la base del Monte Sinaí. ¿Acaso no fue un asunto de horario? (Mira Éxodo 32:1). Moisés había estado mucho tiempo en la montaña. Los hijos de Israel estaban impacientes, así que dijeron: “Moisés se ha ausentado durante tanto tiempo que no sabemos qué le ha pasado, así que fabriquemos dioses que vayan delante de nosotros”. ¿El horario es importante? ¿Hay legitimidad para preguntarse qué le ha pasado a tu líder si ha estado ausente por un tiempo? ¡Por supuesto que sí! Sin embargo, esta preocupación legítima se vuelve fundamentalmente más importante de lo que debería ser, y cuando lo hace, distorsiona por completo la perspectiva del pueblo y lo coloca en un peligro espiritual.
O piensa en los discípulos en el aposento alto, en las horas finales antes de la captura de Cristo. Él se sienta con ellos como el Mesías, el Sacerdote y el Cordero. Él, en este momento y en los momentos sacrificiales por venir, está instituyendo el Nuevo Pacto. No podría haber un momento más relevante de importancia redentora. Sin embargo, Lucas nos dice que, en medio de este momento de drama alto y santo, los discípulos están discutiendo acerca de quién de ellos es el más grande. (Lee Lucas 22:24-30). ¿Son la posición, el poder y la afirmación sin importancia? ¡Claro que no! Sin embargo, cuando ellos llegan hasta el nivel de abrumar la relevancia excepcional de ser bienvenidos en el reino de Dios, de comer a la mesa con el Señor del universo y de sentarse en tronos construidos por Él, entonces algo ha salido drásticamente mal. En este momento los discípulos están abandonando las glorias trascendentes del reino de Dios por la falsa gloria de poder y posición personal.
LA HUMANIDAD VERDADERA SIEMPRE ESTÁ CONECTADA A LA GLORIA, Y A LA GLORIA VERDADERA QUE SOLAMENTE PUEDE HALLARSE EN AQUEL QUIEN ES LA GLORIA, EL SEÑOR.
Toma un momento para analizar a Pedro en Galacia, quien ha permitido que su temor a cierto grupo de judíos se eleve a un nivel de mayor importancia que las glorias trascendentes de la libertad del evangelio para el cual había sido elegido portavoz. (Lee Gálatas 2:11-14). Algo tan normal como una preocupación sobre qué es lo que los demás piensan de mí, o qué me pasará si los demás se me oponen, se eleva a un nivel tal de inmediata importancia que mis acciones están más formadas por esa preocupación de lo que lo están acerca de las glorias enormes y trascendentes de la gracia del evangelio que cambia la vida.
Entonces, ¿qué estás haciendo con la trascendencia? ¿Qué es ese “más” por el que estás buscando? Analiza las últimas semanas. ¿Qué está subiendo al nivel de importancia de tomar decisiones y definir conductas en tu vida? Dentro de tu teología correcta y de tu participación fiel en las reuniones y los ministerios del cuerpo de Cristo, ¿es tu vida una imagen del deterioro de la trascendencia? ¿Has intercambiado “más” por “menos”? Aunque afirmas lo que es correcto, ¿te has conformado funcionalmente por lo que es realmente un rechazo sutil, pero significativo, de la humanidad verdadera para la que fuiste creado? La humanidad verdadera siempre está conectada a la gloria, y a la gloria verdadera que solamente puede hallarse en Aquel quien es la gloria, el Señor.
Cada semana, ¿en cuántas formas mundanas eres tentado a comprimir el tamaño de tu vida al de las preocupaciones de tu vida? Incluso puedes reducir el llamado de gloria y las promesas de gloria del evangelio al nivel de la emoción por un matrimonio un poquito mejor, hijos ligeramente más receptivos y algunos principios que te ayuden a tener más éxito en tu trabajo. ¿Me ofrece Dios estas cosas? ¡Seguro que sí lo hace! Pero me llama a muchísimo más. Él me llama para encontrar mi gloria personal en la gloria de Él, y al hacerlo, también a estar comprometido con la gloria de comunión, mayordomía y verdad.
EN ESE PRECISO MOMENTO TRÁGICO, ADÁN Y EVA MIGRARON AL CENTRO DE SU MUNDO, EL LUGAR PRECISO DONDE LOS SERES HUMANOS DISEÑADOS PARA LA GLORIA NUNCA DEBERÍAN VIVIR.
Si Génesis 1 es una bienvenida a la trascendencia, entonces Génesis 3 se trata de la tragedia de minimizar la trascendencia. Adán y Eva fueron creados para que la vida de cada uno pudiera llegar a ser tan amplia como el reino y la gloria de Dios. En ese preciso momento desastroso, ellos no ampliaron sus límites; sino que los estrecharon dramáticamente. El “más” vertical para el cual los seres humanos trascendentes fueron creados fue reemplazado por un “más” horizontal que nunca se supuso que fuera una motivación para la vida del ser humano. En ese preciso momento trágico, Adán y Eva migraron al centro de su mundo, el lugar preciso donde los seres humanos diseñados para la gloria nunca deberían vivir. Ellos no solamente optaron por la independencia; optaron por la posición de Dios, y al hacerlo, renunciaron a cualquier posibilidad de una participación personal en la gloria trascedente de una relación con Dios.
Por eso, Dios envió a su Hijo Redentor a la tierra. Él vino a rescatarnos de nosotros mismos y a devolvernos la participación en su trascendencia. En su adopción, la gloria de Dios nos recupera, la cual debe ser el centro de todo lo que hacemos. En su iglesia, la comunión de gloria nos recupera, en la cual fuimos hechos para participar. Al libertarnos de la idolatría, en vez de ser gobernados por la creación, la mayordomía de gloria nos recupera para que administremos sobre la creación a la que hemos sido llamados. En el ministerio de