Así, la invariancia identitaria no es sólo morfológica (mantenimiento de formas estables a través del flujo irreversible de los constituyentes), sino también topológica: se instala en la ocupación autorreferente y autoegocéntrica del centro espacio–temporal de su universo, lugar intangible que sólo la muerte le arranca al individuo.
La triple referencia
Vemos, pues, que la identidad individual se constituye en virtud de una triple referencia: a) a una genericidad trans–individual, portadora de una identidad a la vez interior (el patrimonio inscrito en los genes), anterior (el progenitor, el antepasado), posterior (la progenitura) y exterior a sí mismo (el congénere); b) a una singularidad individual que diferencia a cada uno de cualquier otro semejante; y c) a un egocentrismo subjetivo que excluye a cualquier otro semejante del propio sitio ontológico y asume un carácter autoafirmativo.
Las tres referencias no están yuxtapuestas ni fusionadas: forman juntas una unidad de carácter circular. La diferencia individual se forma con base en ramas de pertenencia y de conformidad (con los progenitores y congéneres). La exclusión subjetiva del otro tiene como corolario la inclusión trans–subjetiva. La identidad constituye una especie de circuito cerrado entre similitud/inclusión y diferencia/exclusión.
La fórmula de la identidad una/triple sería: yo mismo soy el mismo que mis congéneres y progenitores, a la vez diferente de ellos porque tengo mi originalidad particular y soy irremplazablemente yo mismo
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La alter–identidad y la identidad pluriconcéntrica
Ningún sujeto puede acceder a un yo (je) sin la alteridad potencial de un yo (moi) objetivado.
“Yo es otro”: la sorprendente fórmula de Rimbaud es válida para todo ser viviente, en particular para el unicelular. En la identidad del individuo–sujeto hay siempre la presencia de un alter ego y de una “estructura de otredad” virtuales. La autorreproducción celular crea, a partir de una identidad una e indivisible, una doble identidad (dos seres semejantes) y una alteridad (dos sujetos diferentes), sin dejar de mantener la identidad original (el mismo ser que continúa su misma vida en dos existencias). Los dos nuevos seres son dos ego alter, virtualmente alter ego el uno para el otro, y pueden tornarse extranjeros, fraternales o fratricidas.
Ningún sujeto, por lo menos entre los animales superiores, puede realizarse sin la comunicación o comunión con alter ego/ego alter reales que sean congéneres o parientes. La identidad individual se nutre y se enriquece incluyendo en sí misma intensiva y durablemente a padres, hijos y amigos.
Entre nosotros, los humanos, la identidad es todavía más fuertemente una, tornándose al mismo tiempo cada vez más plural, y su circuito engloba a nuestras amadas y amados, mientras que nuestros ego alter/alter ego privilegiados —padres, hermanos, hermanas, tíos, tías, primos y amigos— se inscriben en las órbitas concéntricas de la familia, clan, aldea, provincia, patria, religión e incluso humanidad.
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En el seno del yo: la alteridad, la escisión, la separación
En el seno del yo individual no hay unidad pura y no existe solamente la unidad compleja integrada por componentes múltiples; existe también, de modo sorprendente, la alteridad y la escisión.
Hemos visto que el ser celular más arcaico supone en su seno un alter ego virtual que se escinde en dos semiporciones de ser, y que a partir de estas partes escindidas se desdobla en dos alter ego reales. Por consiguiente, la escisión y la separación internas están inscritas virtualmente (autorreflexión, computación objetiva/subjetiva del sí mismo) y realmente (autorreproducción) en el corazón de la identidad individual.
La organización de la sexualidad no va a suprimir sino a modificar la escisión y la separación, añadiendo la ausencia y la necesidad. Así, cada una de las células sexuales masculinas y femeninas, a diferencia de otras células del organismo, sólo detenta un juego de cromosomas en lugar de dos. Y no solamente a nivel de gameto, sino también —y sobre todo— en el nivel del individuo de segundo tipo, la sexualidad crea seres insuficientes. Se trata de seres de un solo sexo quienes les falta, periódica, y posteriormente sin tregua (homo) su otra mitad.
El homo no supera sino más bien revela la escisión, la separación, la falta y la insuficiencia de la identidad subjetiva cuando encuentra su alter ego en su doble, cuando busca en el ser deseado su falta, cuando encuentra finalmente en el ser amado su otra mitad.
La identidad compleja
“La identidad no radica en la simplicidad del ‘o bien esto o bien aquello’, sino en la diversidad de ‘a la vez esto y aquello’”. (5) La identidad viva comporta no sólo una multiplicidad de facetas, pertenencias y dependencias, sino también algo de infraidentitario (ça), preidentitario (on) y sobreidentitario, que a la vez la nutre y corroe. Ella contiene y produce alteridad. Ella contiene multiplicidad y unidad, originalidad y conformidad, unicidad y serialidad; ella necesita siempre de otro por reproducción y, eventualmente, comunicación.
Esta identidad viva asume sus caracteres de unidad, de unicidad e invariancia a pesar y a través de las degradaciones, variaciones y turnovers que la desagregan, la constituyen y la reconstituyen mediante la ocupación autorreferente (por cierto irrisoria y efímera) del centro espacio–temporal de su universo. Ella se afirma de manera autotrascendente en sus pertenencias, dependencias y multiplicidades, lo que la convierte a la vez en realidad e ilusión absolutas.
Bibliografía
MORIN, Edgar, La méthode. La nature de la nature, vol. 1, Éditions du Seuil, París, 1997.
OLSSON, G., Of Ambiguity, Nordiska Institutet för Samhällsplanering, Estocolmo, 1997.
*- Edgar Morin. Tomado de La méthode, 2. La vie de la vie, Seuil, París, 1980, pp. 269–273. Traducción de Gilberto Giménez.
1- Méthode I, pp. 115–129.
2- Para Edgar Morin, los organismos pluricelulares constituyen un nuevo tipo de individuo, que él llama “individuo de segundo tipo”. (N. del T.)
3- En francés los pronombres je y moi, que designan a la primera persona, tienen usos y significados distintos, que analiza el traductor de Lacan, Tomás Segovia, en su prólogo a los Escritos, Siglo XXI Editores. (N. del T.)
4- Edgar Morin llama “cómputo” a las operaciones permanentes de autoorganización y autoconocimiento reflexivo realizadas por la cuasimáquina genética que procesa información y comunicación. Cf. La méthode, 2, p. 182 y ss. (N. del T.)
5- G. Olsson,