Tesis: La causalidad según leyes de la naturaleza no es la única de la que pueden derivar los fenómenos todos del mundo. Para explicar éstos nos hace falta otra causalidad por libertad. (…) Antítesis: No hay libertad. Todo cuanto sucede en el mundo se desarrolla exclusivamente según leyes de la naturaleza10.
De acuerdo con Kant, la tesis acepta una parte de lo que defiende la antítesis, pues acepta la causalidad de las leyes naturales, pero choca con ella al afirmar otra causalidad distinta a las determinaciones físicas, que sería la de la libertad. A su vez, la antítesis niega que la libertad pueda tener un poder causal, pues ello supondría un principio incondicionado no sujeto a las leyes de la naturaleza.
Cada proposición ofrece un inicio para sostenerse como verdadera, la tesis, una posibilidad y la antítesis, una autoridad, las leyes naturales. El problema que surge a partir de esta inconmensurabilidad no es solamente el formal, esto es, que parecen contradecirse, sino además práctico, pues si se acepta la tesis, se rompería la hipótesis de un orden causal físico del mundo, pero si se acepta la antítesis, no habría espacio para la agencia moral libre, que sería la condición de posibilidad para la justificación moral11. De lo expuesto, resulta entonces claro que Kant busca permitir una salida a un atolladero de la razón, el cual, de no realizarse, generaría profundas crisis de estabilidad al interino de su sistema.
No obstante, y siendo rigurosos en la lectura, la libertad que se podría desprender de la tesis no es tomada como posibilidad de agencia moral, pero sí nos sirve como una explicación no mecanicista del obrar humano en general, en cuanto, como el mismo Kant expone, la libertad trascendental es la capacidad de empezar un estado espontáneamente12. Por tanto, el problema de la justificación moral, si bien no es trabajado por Kant en la antinomia, sí es una tensión que podemos leer allí. De vuelta al problema, según Allison, la tesis es justificada por Kant gracias a la lectura que hace de la antítesis como contradictoria al no cumplir con el principio de razón suficiente13, pues la causalidad que exige que un evento sea causado por otro y este a su vez sea causado por otro evento, no tendría nunca una serie completa, y ello sugeriría no poseer una explicación adecuada de la totalidad de los elementos14.
Una interpretación similar a esta es la de Carlos Pereda, quien sostiene que la tesis se justifica sobre la antítesis cuando exige a esta última dar cuenta de los principios de finitud y compleción, siendo el primer principio la exigencia incumplible de un regreso al infinito en la explicación causal, y el segundo el que las causas nunca se observan como totalidad15.
Continuando con nuestra reconstrucción, la prueba de la tesis expone, a nuestro juicio, tres elementos puntuales que podemos identificar para reconocer su validez: i) suponiendo que no hay otra causalidad distinta a la naturaleza, todo en cuanto sucede presupone estados previos encadenados a una regla16; ii) una causa presupone a su vez otra causa, y esto nos lleva a un regreso ad infinitum en el que no existiría una integridad en la serie de las causas; y, iii) de los dos elementos enunciados, se infiere que el primer comienzo tuvo que ser incondicionado, puesto que:
nada sucede sin causa suficientemente determinada a priori. Así, pues, la proposición según la cual toda causalidad es sólo posible según leyes de la naturaleza se contradice a sí misma en su universalidad ilimitada. No podemos, por tanto, admitir que tal causalidad sea la única17.
Con estos tres elementos, la tesis, en principio, parece triunfar sobre la antítesis. Bajo esta óptica sin una primera causa incondicionada, las causas que constituyen la serie fenoménica no se encontrarán lo suficientemente determinadas a priori, por lo tanto, no se podrán explicar los fenómenos que acaecen en el mundo. Desde nuestra lectura, es una forma de reducción al absurdo, empero, Kant sigue un procedimiento similar para mostrar que el argumento puede estar a favor de la antítesis.
Evaluando esa última, rescatamos igualmente tres elementos de la proposición que adscriben la posibilidad causal únicamente a la naturaleza: i) suponiendo una libertad trascendental que diera inicio a un estado de cosas condicionado por este inicio absoluto, no podría ser consecuencia de una causa anterior; ii) dicho de esta forma, todo lo que acontece se origina en esta causa incondicionada, pero esta causa al no tener causa, viola precisamente la ley de la causalidad; y, iii) con base en lo anterior:
una conexión de estados sucesivos de las causas eficientes según la cual es imposible toda unidad de la experiencia y que, consiguientemente, tampoco se halle en ninguna experiencia, no es más que un puro producto mental18.
De manera análoga al caso de la tesis, en la antítesis se argumenta que, si se reconoce la libertad trascendental, se supone una creación ex nihilo que altera la unidad de la experiencia y por tanto trasgrede la naturaleza19. Con la revisión de ambas proposiciones concluimos dos aspectos. Primero, creemos que el objetivo de la antinomia, al ser presentada como irresoluble formalmente, en principio se confunde por suponer características fenoménicas a la libertad. Explicar lo incondicionado desde parámetros condicionados genera una contradicción evidente y, por tanto, una invitación a no generar más representaciones de lo que no se puede representar fenoménicamente. Asumimos, entonces, que es una restricción sana de los límites de nuestro conocimiento y de ahí por qué la libertad surge como un problema teórico en principio.
Segundo aspecto: la tercera antinomia presenta, provisionalmente, una libertad que surge dentro de un problema cosmológico pero que puede leerse en clave moral20. En este punto vale la pena recordar que en la tercera antinomia el problema de la justificación moral no tiene un papel central, pero lo que sí se reconoce en ella es que la libertad, entendida como causalidad espontánea, está en aquellas sustancias del mundo que se pueden reconocer como agentes morales y que tienen además la capacidad de intervenir en el mundo, lo cual no es sino la de sujetos racionales, cuyas decisiones interpelan al mundo21. Siguiendo esta idea, ¿cómo reconcilia Kant estas dos proposiciones, ya que sobre la base de rigurosas pruebas y observaciones las contrapone, pero en último término parecen legítimas por separado?
Ahora, esta pregunta no resulta menor al reconocerse el papel que juega la libertad dentro del entorno que se considera práctico en la filosofía de Kant, a saber, la historia, la política y la educación moral. Así, por ejemplo, asumir que hay una irrestricta determinación física es adjudicar leyes implícitas de naturaleza de este orden en la historia, lo cual devendría en asumir los acontecimientos como enlaces de causalidades; al tiempo que los procesos de formación y deliberación humana en la educación serían tan solo la presentación de la legalidad natural en aspectos tan complejos como el aprendizaje, la decisión, el papel de la ciudadanía y la responsabilidad moral.
La solución
Llegados a este punto nuestro objetivo específico para esta sección es analizar los argumentos que aduce Kant para demostrar que las proposiciones de tesis y antítesis pueden llegar a ser compatibles. Como veremos, según Kant, hay causas que pueden darse gracias a la naturaleza y hay otras que pueden venir de la espontaneidad de la libertad. Empero, tal compatibilidad requiere organizar el problema, esto es, reconocer la locación exacta, si se nos permite la expresión, de cada una de las variables de las dos proposiciones.
En principio, el planteamiento de las dos proposiciones supone la siguiente disyuntiva: son todas nuestras acciones dirigidas por nosotros mismos o son estas las consecuencias de las leyes de la naturaleza. Al respecto, por las observaciones y posturas que tomará Kant frente a esta antinomia, se llegará a la conclusión de aceptar ambas tesis, pero reformuladas bajo la expresión: algunas de nuestras acciones son dirigidas por nosotros y otras tantas por leyes naturales.
Para ello, Kant acude a una distinción entre la perspectiva fenoménica y nouménica, de tal manera que el problema cosmológico se va a traducir en términos no ontológicos22, como una cuestión de dos jurisdicciones que pueden operar de manera simultánea y sin que cada una de estas traspase sus límites23. Ello implica que las acciones humanas no pueden verse como una piedra de escándalo al suponer una disyuntiva exclusiva de ser obedientes a las leyes de la naturaleza o, por lo contrario, manifestaciones de una causa incondicionada.
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