El Libro de los Siglos y los Instantes. Javier Soverna. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Javier Soverna
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9789878718675
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techo de la sala del Centro de Experimentación

      Sala pequeña

      Está cubierto de reflectores

      Pero solo unos pocos iluminan al dúo

      Los Dos Coyotes (así se llama)

      No hablarán en toda la velada

      Gesticularán con la cabeza, los brazos y las manos

      Tocarán el piano y el violonchelo

      De su físico (el del pianista)

      Me llamaron la atención los dedos no delgados

      La calvicie del otro

      Stroke es para Karttunen Quien aprendiera de Jacqueline du Pré y de Pleeth (Si Jackie abría las piernas, él enseña su calvicie cerebral) La posibilidad de cierta soledad Luego, una melodía más clara aparecerá con Stravinski Transcripta por los dos finlandeses Para afirmarse después del entreacto (Breve, como si la ansiedad los apurara) La improvisación recuerda a Cage Por la utilización del piano Santa Fe Project, una obra maestra Pura música, continua, compacta O por momentos fibrosa y nervuda No cierra el recital El bis lo hace El lugar queda vacío en la noche Con dos “coyotes” bajo un techo, bajo la luna

       Light

      Hoy a un mal vidriero

      Se le pueden tirar Flowers bags Desde el balcón

       El hijo único

      El hijo único

      Que cree que quienes se mueven en grupo

      Son cobardes

      Y a ellos se opone

      Vislumbra la pesadilla:

      Vivir en una sociedad corporativa

      Años y años viviendo en su afectuosa casa

      En su centro

      Con sus objetos

      Durmiendo solo, leyendo solo

      Con su comida

      ¿Lo llevarán a las patadas, obligado, a la mesa común?

      Los espartanos no desaparecieron

      Y nunca desaparecerán

      Pero son evitables

       Angustia

      1) Los pensamientos obsesivos, monomaníacos, son inocuos

      Intolerables las sensaciones y sentimientos obsesivos dolorosos

      Sin motivo

      En donde no hay causa que se encuentre

      No hay causa y efecto

      Pienso que no puedo dejar de sentir angustia

      Que no puedo dejar de pensar que estoy pensando

      Que no puedo dejar de pensar que respiro

      Que no puedo dejar de pensar en los latidos del corazón

      Cierro los ojos durante la noche

      Y represento un negro caleidoscopio insistente e informe

      Las imágenes y pensamientos son tan diversos

      Como los de cualquier mortal

      Pero están recortados sobre un fondo sentimental atrofiado o distinto

      2) Ni el pensamiento origina la angustia

      Ni la angustia el pensamiento

      (Este tema interesa, entre otros, al primer Di Benedetto

      El de Mundo Animal ¿Y a quién no?) La conciencia es la angustia Y la angustia es la conciencia La lucidez, la negación La conciencia, que es la angustia, sugiere que Quien no quiera vivir Pero tampoco morir (Porque de eso se trata Porque esa negación incluye a todas las demás) Habrá de enfermarse (Claro que la enfermedad es una forma de vida Por lo que entonces la privilegia por sobre la muerte) El suicida, el que quiere morir El que teme a la eternidad No se enfermará

       El jardín

      Sí, tuve un jardín. Viví en un barrio de casas bajas y altas

      De casas

      No le escapé a la erosión del aire

      (Que quizás refresca la parálisis de los interiores)

      Caminaba por el jardín después de escribir

      O antes de hacerlo, como la última expresión del ocio

      A veces activaba las fugaces sensaciones de la memoria

      Sobre todo no bien salía a la intemperie

      Antes de reconocer la carretilla con flores

      Los domingos, inactivo

      Me sentaba en los bancos de la mesa circular de cemento

      En otoño juntaba las hojas que caían del tilo en el pasto

      Aunque me gustaba esa alfombra, de tubos ramificados

      Acataba órdenes de arriba

      Aunque me engaño, porque en alguna tarde de aburrimiento

      La elección era mía

      Me servía de una pala de plástico, una escoba

      Un rastrillo, una bolsa de nylon y un tacho

      También usaba las manos (mi trabajo era puntilloso)

      No me molestaban la humedad y la tierra

       Razia sabática de Ramos Mejía

      En los tiempos en que cursaba el cuarto año de la secundaria

      No salía los sábados

      Pero esa noche de principios de diciembre

      Un amigo me convenció

      Nos juntamos con su grupo

      En una esquina de Ramos Mejía a tomar algunas cervezas

      Cuando las luces de dos patrulleros nos cegaron los ojos

      Estaban de razia

      Así que fuimos a parar todos

      (Todos menos uno en bicicleta, que se escurrió)

      A los asientos de atrás

      Y después a la comisaría

      Y allí a un patio a cielo descubierto, detrás de unas rejas

      Podíamos ver a los policías a pocos metros

      Tomando mate, jugando a las cartas

      Y mirando en la TV un programa de música ligera

      También, pero hacia el interior de la comisaría

      Separados por una ventana

      A unos reos (seguramente esperaban su traslado a una cárcel)

      Que se mofaban y nos hacían gestos obscenos

      En el patio además había otros tipos, agarrados por la razia

      De nuestro grupo, los mayores de edad salieron rápido

      Timbrando todos sus dedos

      Yo salí a las dos o tres horas cuando mi padre me vino a buscar

      Después de que el "ciclista" avisara en todas las casas

      (Los policías jamás se tomarían el trabajo de levantar el tubo del teléfono)

      Llegamos a pensar que toda esa maniobra policial, ese operativo

      No solo se debía a una puesta en escena ("estamos haciendo algo")

      Sino a otro propósito

      El de complicar al dueño del local que nos vendiera las cervezas

      Que quizás no "colaborara"

      En una sola salida del cascarón