educación estaba comprendida, simultáneamente, en los modelos de comportamiento inspirados en los valores cristianos de la sociedad y en la educación personal de las virtudes de la caridad y de la castidad.Durante estos dos mil años de cristianismo, fueron surgiendo en el ámbito eclesial reflexiones teológicas y antropológicas sobre la sexualidad, el matrimonio, la familia, el amor y la castidad (por ejemplo: San Juan Crisóstomo
13, San Agustín
14, Santo Tomás de Aquino, etc.). Pero es al inicio de la modernidad cuando aparece un tratado dedicado especialmente a la educación de los hijos: el cardenal Silvio Antoniano, discípulo del gran educador San Felipe Neri, maestro y secretario para las cartas latinas de San Carlos Borromeo, quien a su instancia y bajo su inspiración escribe el tratado De la educación cristiana de los hijos, en el cual se halla como esbozada la educación para el amor y la sexualidad.Pero es hacia fines del siglo xix y comienzos del xx cuando comienzan a desarrollarse una praxis y una teoría sobre la educación que van adquiriendo su valor propio respecto del cristianismo y de la Iglesia: es lo que históricamente se llamó la educación laica que, –si bien en su origen y durante mucho tiempo se dio como alternativa y en oposición a la educación católica–, fue el despertar de un ámbito humano que comenzó a adquirir su propia relevancia y del cual surgieron nuevas disciplinas (como Teoría y Praxis de la Educación, Filosofía de la Educación, Pedagogía, Didáctica, etc.). En esa misma época y como una parte de la praxis y de la teoría educativas aparece la educación sexual.A nivel de la Iglesia universal, el primer documento importante que menciona la cuestión de la educación sexual es la encíclica de Pío xi Divini illius Magistri sobre “La educación cristiana” del 31 de diciembre de 1929. El Papa enfrenta la concepción naturalista de la educación sexual
15 y el modo como se impartía en ese tiempo, precoz e indiscriminadamente, pero considera la posibilidad de una educación sexual auténtica, que sea realizada con delicadeza, de modo individual, en el tiempo oportuno y por aquellos que han recibido de Dios la misión educativa y la gracia del estado de vida, matrimonial, sacerdotal, consagrada.Pío xi desarrolla más este tema, sin utilizar la expresión educación sexual, en su gran encíclica Casti connubi del 31 de diciembre de 1930 sobre “El Matrimonio cristiano”, al mencionar la necesidad de la educación en la Castidad y de la preparación próxima y remota de los jóvenes para el Matrimonio.“Todo esto, Venerables Hermanos, depende, en gran medida, de la debida preparación para el matrimonio, ya próxima, ya remota. Pues no puede negarse que tanto el fundamento firme del matrimonio feliz como la ruina del desgraciado se preparan y se basan, en los jóvenes de ambos sexos, ya desde su infancia y de su juventud.”
16Este valor positivo de la educación sexual ha sido gradualmente desarrollado por los sucesivos Pontífices. En particular, fue el papa Pío xii el que preparó el camino de la declaración conciliar Gravissimum educationis con diversos discursos y alocuciones (Alocución a las Mujeres de Acción Católica italiana [26/10/1941], Discurso al vº Congreso Internacional de Psicoterapia y Psicología clínica [13/4/1953], etc.).“Existe una educación sexual eficaz, que con seguridad total enseña en el sosiego y de manera objetiva lo que el joven debe saber para regirse a sí mismo y tratar con los demás.”
17El Concilio Vaticano ii asume definitivamente el valor y la necesidad de la educación sexual.“Hay que iniciarlos (a los niños y a los adolescentes), conforme avanza su edad, en una positiva y prudente educación sexual.”
18El Concilio enseña, como todo el magisterio precedente, que el ámbito más apropiado para esta educación es y debe ser la familia.“Hay que instruir a los jóvenes, a tiempo y convenientemente, sobre la dignidad, función y ejercicio del amor conyugal, y esto preferentemente en el seno de la misma familia, para que, formados en el culto de la castidad, a la edad conveniente, podrán pasar de un honesto noviazgo al matrimonio.”
19Esto se debe a que la familia es la escuela del más rico humanismo
20. En el texto recién citado se nos dice que el objeto de la educación es el amor conyugal. Con esta afirmación se abre el camino a una nueva expresión que usará preferentemente el magisterio de la Iglesia y es la de educación para el amor, la cual es el ámbito obligado de la educación sexual.“La educación para el amor como don de sí mismo constituye también la premisa indispensable para los padres, llamados a ofrecer a los hijos una educación sexual clara y delicada. ..., el servicio educativo de los padres debe basarse sobre una cultura sexual que sea verdadera y plenamente personal. En efecto, la sexualidad es una riqueza de toda la persona −cuerpo, sentimiento y espíritu− y manifiesta su significado íntimo al llevar la persona hacia el don de sí misma en el amor.”
21Estas dos expresiones, educación para el amor y educación sexual, aparecen unidas en la carta encíclica de Juan Pablo II Evangelium vitae en la fórmula educación de la sexualidad y del amor (97). De aquí que, la expresión que se va imponer y que implica una determinada comprensión y orientación es educación para el amor y la sexualidad.El Papa Francisco continua esta orientación magisterial diciendo que la educación sexual “solo podría entenderse en el marco de una educación para el amor, para la donación mutua”.
22 2 Desafíos de la educación sexual en la actualidad
Los resultados de las más modernas investigaciones vienen a confirmar algo sumamente importante: la sexualidad es un atributo de la personalidad de todo ser humano que, junto con todos los demás, está al servicio de la más plena realización personal.
“La persona humana, según los datos de la ciencia contemporánea, está de tal manera marcada por la sexualidad, que ésta es parte principal entre los factores que caracterizan la vida de los hombres. ..., en el sexo radican las notas características que constituyen a las personas como varones y mujeres en el plano biológico, psicológico y espiritual, teniendo así mucha parte en su evolución individual y en su inserción en la sociedad.”23
“La sexualidad es un elemento básico de la personalidad; un modo propio de ser, de manifestarse, de comunicarse con los otros, de sentir, expresar y vivir el amor humano. Por eso, es parte integrante del desarrollo armónico de la personalidad y de su proceso educativo.”24
De estos dos textos se siguen dos conclusiones importantes: la primera, que el desarrollo y el perfeccionamiento de la dimensión sexual de la persona humana no pueden quedar librados a la simple maduración espontánea de cada individuo, ni al inevitable influjo social, sino que deben ser objeto de una educación específica, la educación sexual; la segunda, que esta educación sexual no puede ser considerada ni desarrollada aisladamente, sino que tiene que formar parte de la educación integral de cada persona humana llamada a la plena realización de sí misma según el designio amoroso de Dios.
En razón del contexto histórico en el cual nació, a partir de la primera mitad del siglo xx, se ha caído, frecuentemente, en hacer de la educación sexual algo exclusivamente especializado y reservado a los especialistas. De este modo, se la trata desvinculadamente de la educación integral de la persona humana y, por lo tanto, de una concepción también integral de ella.
A su vez, al reservarla a los especialistas (biólogos, médicos, psicólogos, sexólogos, etc.) se ha tendido a sustituir a quienes tienen que ser los primeros y principales educadores de la personalidad humana integral incluyendo su dimensión sexual: los padres y madres de familia.
En este sentido, la educación sexual impone una doble tarea: por un lado, integrar los aportes de las ciencias en una visión y en una praxis integrales de la persona humana y de su progresivo desarrollo. Por otro lado, devolver a los padres y madres de familia la confianza y la competencia que tienen en la educación sexual de sus hijos, sabiendo que su presencia