¿Por qué el primer y fundamental lugar para aprender a amar es la relación de amor esponsal entre el varón y la mujer?
“En toda esta multiplicidad de significados (de la palabra “amor”) destaca, como arquetipo por excelencia, el amor entre el hombre y la mujer, en el cual intervienen inseparablemente el cuerpo y el alma, y en el que se le abre al ser humano una promesa de felicidad que parece irresistible, en comparación del cual palidecen, a primera vista, todos los demás tipos de amor.”5
El arquetipo por excelencia del amor en este mundo es el amor entre el varón y la mujer, amor sexuado y sexual ordenado a la comunión de los dos al hacerse una caro, una carne, como fruto de la donación de sí recíproca en su corporeidad sexuada llamada a abrirse al don de una nueva vida, fruto de ese amor esponsal.
“Hemos sido creados para amar, como un reflejo de Dios y de su amor. Y en la unión conyugal el hombre y la mujer realizan esta vocación en el signo de la reciprocidad y de la comunión de vida plena y definitiva.” 6
Es en este amor esponsal vivido por los esposos en el cual y por el cual, otras personas humanas sexuadas, ante todo los hijos, pueden recibir la revelación del amor, encontrarse con el amor, experimentarse amados y hacer propio al amor, es decir, participar en el mismo.
Se trata de encontrarse con el “amor verdadero”7 y de apropiarse de él como sucedió con la Samaritana: “Es lo que hizo Jesús con la samaritana (cf. Jn 4,1-26): dirigió una palabra a su deseo de amor verdadero, para liberarla de todo lo que oscurecía su vida y conducirla a la alegría plena del Evangelio.”8
Pero, ¿por qué partimos de la afirmación que solo el amor redime al hombre? ¿Por qué el amor es redentor?
Porque el ser humano varón y mujer al cual nos dirigimos con el presente libro se encuentra en una situación existencial que podríamos calificar como de discapacidad del corazón, es decir, de una especie de incapacidad y casi frustración para amar porque no se ha encontrado con el amor, no se experimenta amado, no logra apropiarse del amor.
9 y de una crisis de la educación10 en relación a las nuevas generaciones que tenemos que saber afrontar con determinación, lucidez y esperanza.
En este sentido, este libro está pensado y destinado a iluminar y animar la educación para el amor y la sexualidad de las nuevas generaciones −niños, adolescentes y jóvenes− a fin de dar el aporte necesario para que ellos hagan posible con sus vidas y con su lucidez una cultura del amor, es decir, una existencia humana personal y colectiva cultivada y desarrollada en el amor, por el amor y para el amor.
Para que esto sea posible es necesaria una educación auténtica que, “ante todo, necesita la cercanía y la confianza que nacen del amor”11 y que esté fundada en la esperanza que no defrauda, anima y ayuda a superar las dificultades.
“Sólo Dios es la esperanza que supera todas las decepciones; sólo su amor no puede ser destruido por la muerte; sólo su justicia y su misericordia pueden sanar las injusticias y recompensar los sufrimientos soportados. La esperanza que se dirige a Dios no es jamás una esperanza sólo para mí; al mismo tiempo, es siempre una esperanza para los demás: no nos aísla, sino que nos hace solidarios en el bien, nos estimula a educarnos recíprocamente en la verdad y en el amor.”12
Carlos Alberto SCARPONI
Solemnidad de la Asunción de María
1 Cf. Benedicto XVI, Discurso en la inauguración de la Asamblea diocesana de Roma, 9 de junio de 2008.
2 Benedicto XVI, Discurso en la inauguración de la Asamblea diocesana de Roma, 11 de junio de 2007; lo resaltado en cursiva es mío.
3 Juan Pablo II, Redemptor hominis 10; cf. Familiaris consortio 18; lo resaltado en cursiva es mío.
4 Benedicto XVI, Discurso en la inauguración de la Asamblea diocesana de Roma, 6 de junio de 2005; el remarcado en cursiva es mío.
5 Benedicto XVI, Deus caritas est 2; lo añadido entre ( ) y lo destacado en cursiva es mío.
6 Francisco, Catequesis sobre el matrimonio, 2 de abril de 2014.
7 Francisco, Exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia 90. 95.
8 Ibidem, 294; el remarcado en cursiva es mío.
9 Benedicto XVI, Discurso en la inauguración de la Asamblea diocesana de Roma, 11 de junio de 2007. Francisco, Palabras improvisadas a la Comisión para América Latina de la Congregación para los Obispos, 1 de febrero de 2014.
10 Benedicto XVI, Mensaje a la diócesis de Roma sobre la tarea urgente de la educación, 21 de enero de 2008.
11 Ibidem.
12 Ibidem.
INTRODUCCIÓN
Como toda realidad humana, la educación para el amor y la sexualidad nos presenta dos aspectos inseparables pero que es conveniente distinguir: por un lado, como todo lo humano, la educación para el amor y la sexualidad tiene una historia, es decir, ninguna generación comienza de cero sino que la obra educativa de cada generación se inserta en una tradición educativa; por eso, vamos a introducirnos en los fundamentos de la educación para el amor y la sexualidad con una breve reseña histórica básicamente centrada en su evolución en la vida de la Iglesia, particularmente durante el siglo xx.
Por otro lado, nosotros nos ubicamos en una determinada situación contemporánea en la cual tenemos que llevar a cabo esta fundamental tarea educativa; en este sentido, me propongo delinear de modo básico los grandes desafíos que la educación para el amor y la sexualidad tiene que enfrentar hoy día sin pretender agotarlos.
1 Breve reseña históricaEl surgimiento de una actividad y de una disciplina, en el ámbito educativo, referidas de modo específico al amor humano y a la sexualidad es un hecho propio del siglo xx.En el pasado, el hombre siempre se ocupó de transmitir una determinada educación sobre el amor y la sexualidad.En las culturas primitivas y en las que se encuentran fuera de la irradiación del cristianismo esta educación estaba y sigue siendo comprendida dentro del ámbito de la educación moral preferentemente socializada, es decir, donde las normas y los valores morales provienen del grupo al cual se pertenece