Yehudáh ha-Maccabí. Juan Pablo Aparicio Campillo. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Juan Pablo Aparicio Campillo
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788418730597
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Yitsják, que ha–Shem les juzgue desde hoy. No mancharé nuestras manos con más sangre.

      Esto había ocurrido a poco más de media jornada a caballo de Yerushaláyim, así que tenían que alejarse con rapidez y situar su nuevo campamento mucho más lejos.

      —Matityáhu —preguntó Shim’ón el shomroní—, ¿podemos hablar contigo?

      —Claro, hagámoslo cabalgando —contesto él.

      Matityáhu iba en el centro y a sus flancos estaban Daniel y Shim’ón, el cual continuó diciéndole:

      —Soy shomroní, conozco bien a mi gente. Sé dónde podemos tener ayuda para organizarnos y hermanos que nos oculten. Necesitamos comida y armas. Hazme caso, vayamos a harei Efrayím, a las montañas de Gufnáh. (2) Allí podremos tener apoyo, instruir a los hombres y prepararnos para luchar.

      —Sí, Matityáhu —dijo Daniel—. Aunque soy galileo, no tengo familia viva. Cuando regresamos juntos en el barco como oficiales del ejército licenciados y deshonrados, me quedé con Shim’ón en su tierra más de tres años. Pienso que sería un lugar seguro para todos. Tenemos que dejar los alrededores de Yerushaláyim o acabarán pronto con nosotros.

      —Sería torpe —contestó Matityáhu—, no haceros caso. Recojamos a los demás en los asentamientos y cuando estemos reunidos en Yerijó les informaremos de los planes para el nuevo campamento al norte de Gufnáh. Las tierras de Shomrón también acogieron a nuestros padres, y ahora nos protegerán a todos.

      Y espoleando al caballo dirigió a sus hermanos primero hacia Yerijó según habían acordado.

      Llegaba el Shabbát tres días después de aquella noche infernal. Todos los hombres disponibles estaban en Yerijó. Fueron informados al detalle de lo sucedido y dieron gracias por el reencuentro. Allí celebraron pacíficamente su fiesta sagrada que les sirvió para descansar y rearmarse en el espíritu.

      Concluido el Shabbát, Matityáhu se dirigió a sus soldados y hermanos.

      —Estos son Daniel y Shim’ón, dos guerreros fuertes que nos va a ayudar mucho —comenzó diciendo.

      —Han servido con honor y valentía al ejército que los cautivó desde niños y ahora quieren servir a la Alianza como yehudím piadosos. Tienen la preparación para la guerra que necesitamos y han tenido la generosidad de venir a ofrecernos su ayuda y a dar su vida desde la primera noche. Hemos hablado mucho y confío plenamente en su consejo. Nuestro campamento estará en Shomrón, en las montañas de Gufnáh. Partiremos todos enseguida. Tomadlos como hermanos que son y seguid sus indicaciones como si fueran las mías pues son por el bien de todos.

      Algunos estaban extrañados porque Daniel era galileo y Shim´ón, shomroní. Pero todos miraron con admiración a aquellos hombres, pues Matityáhu no solía presentar a nadie de esa manera. Durante el camino tuvieron momentos para seguir sacando lecciones de lo ocurrido y aprender de sus errores. Aquello no podía volver a ocurrir, so pena de perder la vida.

      Al final de la jornada dejaban las estribaciones de harei Yehudáh y llegaban a las de harei Efrayím. Cabalgaron y caminaron por las colinas adyacentes a Gufnáh, ciudad y área a la que los griegos llamaban Gofna. Poco después veían har–ha–Guerizím. (3) Matityáhu ordenó parar y descabalgó para hacer oraciones. Después de un largo rato, regresó al grupo y les dijo:

      —Hermanos, aquél es un lugar santo para los yehudím. Cuando el Pueblo salió de Mitsráyim, Moshé Rabénu después que los israelitas cruzaran el nejar–ha–Yardén ordenó que fueran a har–Evál y har–Guerizím, y que las tribus permanecieran de pie sobre esas mismas laderas y pronunciaran las bendiciones sobre quienes guardaran la Toráh de Di–s. (4) Hagamos así nosotros en memoria de nuestros padres.

      Descendieron todos y oraron allí. Después permanecieron en silencio rememorando ese sagrado pasaje de la historia hebrea recitado por Matityáhu.

      Shim´ón el shomroní, aconsejó avanzar hasta que la falta de luz desaconsejara la marcha. Cuanto más se adentraran en la montaña, más protección tendrían.

      A una voz de Shim’ón, pararon e hicieron vivac al abrigo de un denso pinar con abundantes matorrales.

      Se organizaron por turnos para hacer las oraciones y las guardias. Llegaba el momento de descansar de un día muy largo y una dura experiencia vivida.

      —¿Quién tiró los trillos al anillo de fuego? —preguntó Daniel.

      —Yehudáh nos dijo que necesitabais un puente para salir —explicó Yehojanán—Entre todos los echamos y os gritamos para que vierais una salida.

      —Fue una inspiración de Di–s. Si no es por ti no salimos con vida —remarcó Shim’ón palmeando en el hombro de Yehudáh en señal de reconocimiento.

      —Al principio creíamos que nos iban a acribillar con sus flechas, pero no nos vieron —dijo Yehudáh—, y en cuanto vimos que se alejaban, corrimos a poner ese puente. Ha–Shem puso la imagen de esos trillos en mi mente.

      Entonces interrumpió Matityáhu la conversación:

      —Reposemos. Que ha–Shem os bendiga y nos procure recuperación. Mañana hay mucho que organizar. Paz y bendiciones para todos.

      Y se entregaron al sueño reparador al abrigo de los árboles, las elevaciones de harei Efrayím y el Cielo.

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