Un mundo dividido. Eric D. Weitz. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Eric D. Weitz
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9788417866914
Скачать книгу
El Estado nación y los derechos de sus ciudadanos fueron fruto de las acciones de los héroes griegos que combatieron contra los ejércitos de un gran imperio, pero también de las que llevaron a cabo las grandes potencias en defensa de sus intereses individuales y colectivos.

image

      Esta obra maestra de Delacroix (1798-1863) representa la masacre griega que llevaron a cabo las fuerzas otomanas en 1822 en la isla de Quíos

      Hablemos primero de los filohelenos.

      “La gloria de los antiguos griegos”, con esta frase comienza la History of the Greek Revolution [Historia de la revolución griega] de Thomas Gordon, publicada casi en plena guerra, en 1832.21 Oficial británico, Gordon demostró su devoción por la causa nacional sirviendo como general en el Ejército griego. Unos treinta años después de la rebelión, otro filoheleno e historiador, George Finlay, al que ya hemos citado antes, ponderó “la importancia de la raza griega para el progreso de la civilización europea”. Los griegos fueron sometidos al “yugo de una nación extranjera y una religión hostil” y padecieron “servidumbre”, pero “jamás olvidaron que la tierra que habitaban era la de sus antepasados […]. La Revolución griega […] liberó a una nación cristiana de la dominación mahometana, fundó un nuevo Estado en Europa y extendió las ventajas de la libertad civil a regiones sometidas durante siglos al despotismo”.22

      He aquí el manifiesto filoheleno, proclamado por Gordon el año en que se fundó la Grecia independiente, y que seguía vivo en Finlay treinta años después y a pesar de las desventuras de un Estado gobernado por un rey bávaro tan simpático como incompetente. Grecia era la cuna de la civilización, y los griegos, heroicos luchadores por la libertad. Grecia era el faro que había guiado el mundo en el pasado remoto y ahora volvía a hacerlo.

      Según los dos historiadores citados, los poetas lord Byron y Percy Bysshe Shelley, el filósofo Jeremy Bentham y otros muchos filohelenos, la causa de la independencia nacional y los derechos del hombre trascendía las fronteras y exigía a sus defensores actuar, ya fuera luchando y muriendo en Grecia, como Byron, o recaudando fondos para los rebeldes, publicando artículos y pronunciando discursos. Los filohelenos construyeron así un movimiento político moderno que a menudo seguía el ejemplo (y atraía a partidarios) de las campañas abolicionistas. La imagen que aún hoy se tiene de ellos es la de un grupo de hombres y mujeres dedicados en cuerpo y alma a una causa justa.23

image

      Lord Byron en 1814. Byron (1788-1824) fue poeta, representante destacado del Romanticismo, conspirador político y uno de los filohelenos más célebres. Se había prendado de Grecia en su primera visita al país, en 1810. En este grabado de William Finden aparece vestido al modo griego

      Byron, poeta de temperamento volátil y hombre de mundo, se convirtió en emblema del filohelenismo (véase ilustración de la p. 71). Había viajado a Grecia antes de la guerra de Independencia y, en su gran poema épico “Las peregrinaciones de Childe Harold” expresó elocuentemente su fascinación por la Grecia clásica. Estaba tan entregado a la causa nacional, y su vida personal tan ligada a Grecia, que difícilmente podía desentenderse de una rebelión que parecía anunciar el renacimiento de la nación. En agosto de 1823, poco antes de su llegada a Grecia, escribió lo siguiente en su diario:

      Los muertos han despertado… ¿Dormiré?

      El mundo está en guerra con los tiranos… ¿Me amedrentaré?

      La cosecha está madura… ¿La recogeré?

      No puedo dormir … La espina está clavada en el diván.

      Cada día me suena una trompeta en el oído…

      y su eco lo siento en el corazón.24

      Byron dio su vida por Grecia, “tierra de las artes, de valentía y de libertad a través de los siglos”.25

      ¿Tenían cabida en esta Grecia los musulmanes, los judíos, los valacos y otros pueblos? En sus primeros viajes a Grecia y por el Mediterráneo, Byron conoció a varios otomanos que, aunque opresores del pueblo griego, le cautivaron por su simpatía y hospitalidad. El poeta se enorgullecía de sus encuentros con gentes muy diversas, incluidos turcos (así los llamaba) y albaneses.26 En Estambul le recibió el sultán Mahmud II, y en su reducto en Tepelenë, el líder albanés Alí Pachá.27 Casi quince años después, en plena guerra, Byron expresó su simpatía por los combatientes otomanos. Al cónsul inglés en Préveza (ciudad en la región de Epiro, en el noroeste de Grecia) le escribió lo siguiente: “Cuando se trata de observar los principios de la humanidad, no veo diferencia alguna entre los turcos y los griegos”.28 Pidió al cónsul que ayudara y protegiera a veinticuatro turcos con los que se había encontrado, y entre los que había mujeres y niños; y a unos combatientes griegos que liberaran a sus cautivos otomanos. También dio amparo a una mujer musulmana y su hija.29

      Byron se mostró más lúcido que la mayoría de los filohelenos. Había viajado a Grecia, según dijo, “no […] para unirme a una facción, sino a una nación”;30 pero descubrió que los griegos estaban divididos, y que entre ellos había no pocos “mentirosos”, “especuladores” y “estafadores”.31 Escribió al líder nacionalista Alejandro Mavrocordatos expresando su pesar por las discordias que había observado, y que no menoscabaron, sin embargo, su afecto por el pueblo griego ni su devoción por la causa independentista. Según escribió, utilizando términos que más tarde servirían para justificar la exclusión de los musulmanes del nuevo Estado, los griegos habían vivido “durante mucho tiempo bajo una tiranía tan horrenda” que estaban luchando no por ideas políticas abstractas, sino “para defender su vida” frente a “esos bárbaros opresores”, enemigos de “la Ilustración y la humanidad”.32

      Estas ideas las compartían muchos otros filohelenos. En un discurso ardoroso, el gran abolicionista William Wilberforce exhortó a Gran Bretaña a intervenir en la guerra a favor de los griegos, salvándoles así de “la esclavitud y la destrucción”.33 Wilberforce hizo este llamamiento a los británicos como reacción a la terrible matanza de Quíos. Como muchos otros filohelenos, ignoró las terribles atrocidades que los griegos habían perpetrado contra los musulmanes. Aún tardaría más de un siglo en acuñarse la palabra genocidio, pero los militantes griegos y sus defensores filohelenos ya utilizaban otros términos actualmente asociados con los crímenes más graves contra la humanidad: “la total aniquilación de un pueblo”; una “guerra de exterminio”; la destrucción del “pueblo más culto, civilizado e interesante, la flor de Grecia”, o el total exterminio de la “raza” griega.34

      Finlay, como Byron, no se hacía ilusiones sobre el porvenir de Grecia. Describió con enorme fuerza retórica la situación de un país en el que predominaban la corrupción y la incompetencia, y que había establecido unas instituciones representativas de cartón piedra para impresionar a Europa, pero no sabía crear la burocracia nacional de un Estado moderno. El poder efectivo estaba en manos de pequeños tiranos locales que se enzarzaban en ridículas disputas sobre asuntos sin importancia. Se había abierto un abismo entre los ideales de libertad y la realidad política del país.

      Finlay habló sin tapujos de las atrocidades perpetradas por los griegos en la guerra.35 Los revolucionarios habían planeado, fomentado y cometido estos actos de brutalidad con el fin de librar al país para siempre de los musulmanes. En los primeros meses de la revolución, según escribió,

      la población cristiana […] atacó y asesinó a la musulmana en toda la península. Quemaron las ciudades y casas de campo de los musulmanes y destruyeron sus bienes para hacer imposible el regreso de quienes se habían refugiado en fortalezas. […] Fueron asesinadas a sangre fría entre diez mil y quince mil personas y […] arrasadas tres mil granjas y viviendas turcas. […] El exterminio que sufrieron los turcos