Un mundo dividido. Eric D. Weitz. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Eric D. Weitz
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9788417866914
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Pasha en la década de 1850–. Hoy en día es un reloj que se ha atrasado, y hay que ponerlo en hora”.95 Los imperios reformistas ampliaban el sistema educativo, principalmente en ingeniería, ciencias e idiomas, de este modo, el Ejército y la burocracia estaban en mejores condiciones para hacer frente al creciente poder de los Estados europeos y controlar con eficacia los extensos territorios imperiales y sus heterogéneas poblaciones. El Imperio otomano fomentó la creación de asambleas representativas de las diversas comunidades religiosas y prometía a todos sus súbditos un trato justo, igualdad ante la ley y, lo que era más importante, proteger su vida y sus bienes y poner fin a la abusiva práctica de encargar a particulares la recaudación de impuestos: el sistema tan vivamente descrito por el viajero Vere Moro.96 Ahora bien, ¿cómo podía establecerse la igualdad fundamental para la ciudadanía si el islam era la religión oficial del Estado, y todas las demás se consideraban inferiores?

      Japón aplicó otro método modernizador. Townsend Harris había esperado meses para desempeñar su misión y tenía muy restringida su libertad de movimiento. Veinticinco años más tarde, la inglesa Isabella Bird, que viajó por el país sin demasiadas dificultades, observó que había un gran número de europeos y estadounidenses trabajando para el Gobierno. El Estado japonés “sacaba el mayor partido posible a los extranjeros, y luego prescindía de sus servicios”. El ministerio de telégrafos estaba desde hacía poco exclusivamente en manos japonesas, pero la escuela naval aún tenía profesores británicos; la de medicina, alemanes, y la de ingeniería, un director británico; y había una comisión francesa encargada de instruir al ejército en tácticas militares europeas. También había misioneros traduciendo la Biblia al japonés y, en la ciudad de Yokohama, una comunidad china muy numerosa que desempeñaba un papel decisivo en el comercio.97 Todo ello era consecuencia de la Restauración Meiji, una revolución modernizadora dirigida desde arriba, y de una expedición oficial japonesa que había llevado a los viajeros por todo el mundo, y de la que habían vuelto al cabo de dos años con un amplio conocimiento de la tecnología y las prácticas administrativas occidentales.98

      CONCLUSIÓN

      Townsend Harris, que se dirigía a Siam y Japón, viajó de Nueva York a Penang (en la actual Malasia). La travesía duró tres meses. En cada parada (y hubo muchas) Harris aguardaba expectante el correo. En Calcuta, donde se quedó unos días, se alegró mucho cuando llegó desde China un vapor cargado de periódicos y cartas. Otro viajero, J. W. Spalding, que iba a bordo del barco del comodoro Perry, se puso exultante cuando atracaron en Singapur al cabo de ocho días y vieron que les aguardaba una saca de correos: “Eran las primeras noticias que nos llegaban directamente de Estados Unidos desde nuestra partida […]. El gozo que da recibir una carta en un momento así no lo entenderán de veras más que quienes lo hayan vivido”.99

      En Ceilán, Harris visitó a un “sumo sacerdote” que “me enseñó una serie de cartas del primer rey de Siam escritas en inglés por el propio monarca”.100 A Harris le asombró el excelente inglés del rey, Mirza Salih había sentido lo mismo al encontrarse con gente que hablaba urdu, persa e hindú en Gran Bretaña, y al descubrir en la Bodleian Library varias estanterías llenas de libros en esas lenguas. Cuando Harris llegó a Menan, en Siam, el séquito real hizo tocar el himno estadounidense, La bandera estrellada a modo de recibimiento.101

      A mediados del siglo XIX, el mundo era un hervidero de comunicaciones, aceleradas desde 1815 por los barcos de vapor y los ferrocarriles, y en la década de 1860 por los cables telegráficos tendidos en tierra y en el fondo de los océanos. Las migraciones, el comercio, los viajes y la imprenta facilitaron las relaciones entre individuos y pueblos y de este modo hicieron posible lo que cabría llamar una esfera pública mundial.102 Las madrasas de Isfahán, los cafés de Boston, las tabernas portuarias de Río de Janeiro y Londres, los salones de té de Hôi An, todos estos lugares tenían sus peculiaridades, pero también una virtud común: la de favorecer la difusión de las ideas. En 1815, y sin duda en 1850, ninguno de ellos estaba aislado; cada uno había establecido cierta comunicación con el resto del mundo.

      Por estas vías de comunicación empezaron a propagarse las ideas de Estado nación y derechos humanos. Todavía estaban en sus albores, ni siquiera habían cristalizado en su lugar de origen, en el litoral atlántico. El mundo seguía dominado por imperios y jerarquías de riqueza y poder que convertían a la mayoría de las personas en súbditos, y no en ciudadanos. La sumisión era la actitud más común. La esclavitud era el ejemplo más escandaloso de las injusticias que prevalecían.

      En este mundo, sin embargo, había ciertas fisuras evidentes. El llamamiento a la abolición de la esclavitud había tenido gran resonancia en muchas partes del mundo. Los rebeldes de Sudamérica promovieron el modelo de Estado nación y derechos humanos. En Asia, los líderes de la Rebelión Taiping propugnaron la reforma agraria y la igualdad social. Marx y Engels formularon la idea comunista, que se propagaría por todo el mundo en el siglo XX. Las mujeres escribían, hablaban y se manifestaban en su empeño por ampliar el conjunto de ciudadanos con derechos. Los emperadores reformistas hicieron frente a las disidencias internas y los poderosos adversarios extranjeros adoptando por primera vez ciertos aspectos del nuevo modelo político surgido de las revoluciones atlánticas. Hasta el imperialismo fue siempre algo más que un sistema de opresión. El establecimiento (aunque imperfecto) de instituciones legales y principios de equidad por parte de una potencia imperial como Gran Bretaña contribuyó a difundir las ideas y prácticas que acabarían por desencadenar la caída del imperio.

      Es de estas fisuras del viejo orden político y de los indicios y señales de uno nuevo de dimensión global de los que nos ocuparemos ahora, empezando por la rebelión de los griegos contra el Imperio otomano.

      II

      GRECIA

       Abandonar el imperio

      Rigas Velestinlís (o Feraios) escribió su “Himno patriótico” en 1797, cuando estaba viviendo en Viena. Esta conmovedora composición, que condena la tiranía y llama a instaurar la libertad y la fraternidad, es conocida e interpretada aún hoy en Grecia. Himno de todos los movimientos nacionalistas, proclama el amor a la patria y lamenta un presente corrompido por la esclavitud y la servidumbre que ha impuesto la ocupación extranjera. A los compatriotas de Velestinlís, sin embargo, les aguarda un porvenir dichoso siempre y cuando se unan para romper las cadenas forjadas por el tirano extranjero y crear la nación. En la Grecia futura cabe toda clase de gente, Velestinlís incluye a “búlgaros, albaneses, armenios y griegos, negros y blancos”, y hasta a los musulmanes (o “turcos”).1 En el “Estatuto político” describe su modelo de república griega y enumera los derechos de sus ciudadanos basándose en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, que a veces cita literalmente. “La soberanía reside en el pueblo –afirma, recordando el artículo tercero del documento francés– y es singular, indivisible, eterna e inalienable”.2 Todos los hombres nacen iguales y han de ser libres. Ninguno debe ser esclavo de otro.3

      En el “Estatuto político”, Velestinlís enumera los derechos abanderados por las revoluciones francesa y estadounidense y las latinoamericanas y reconocidos en casi todas las constituciones de los Estados nación de los dos siglos y medio siguientes. El pueblo elegirá libremente las leyes. Todos los ciudadanos tienen derecho al trabajo y la libertad de hacer lo que desean mientras no causen perjuicio al vecino. Todos gozarán de libertad de expresión, dice Velestinlís, y también de culto: los cristianos, los musulmanes y los judíos podrán practicar su religión.4 Se abolirá la esclavitud y se fomentará la educación para los niños y las niñas.5 Se reconocerá como ciudadanos