Autobiografía de un viejo comunista chileno. Humberto Arcos Vera. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Humberto Arcos Vera
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789560013293
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del secretario regional del PC demostraba ante sus superiores que él no tenía nada que ver con las ideas políticas de su hermano.

      Pero volviendo a las elecciones, la Unidad Popular finalmente resolvió que su candidato sería Salvador Allende. Y todos nos pusimos en campaña. Y al calor de la campaña también se recompuso el vínculo con mi hermano Pancho. Llegó un día a la sede del regional del Partido con siete trabajadores de Ferrocarriles, pidiendo ser incorporados como militantes comunistas. Por supuesto, los aceptamos y organizamos una ceremonia para entregarles sus carnés. El episodio me sirvió para recapacitar: compartiendo la misma causa con mi hermano, con los tremendos desafíos que se venían por delante, ¿qué sentido tenía mantener resentimiento por una vieja rencilla familiar? Y el modo que habíamos tenido de relacionarnos cambió para bien.

      Rememorando las actividades de la campaña, ¿cómo no recordar al locutor de tantos actos, de esta y de las anteriores, a ese querido actor, Roberto Parada? No solo abría los actos y presentaba a los artistas y oradores que correspondía, sino que además nos regalaba, con su vozarrón inolvidable, algunos poemas de Fernando Alegría. Entre ellos nos resulta inolvidable, a todos los que fuimos sus oyentes, esa extraordinaria versión del “Viva Chile Mierda”. Nos identificábamos con el poema, que nos llenaba de amor y orgullo por nuestra patria, nuestro pueblo, nuestra historia, nuestras catástrofes. Pero era la expresión, las tonalidades y la fuerza con que lo recitaba Parada las que hicieron que este recuerdo sea uno de los que no se borran6.

      Las tareas electorales las asumimos trabajando a mil por hora, con entusiasmo, con creatividad, muy vinculados a los problemas de los trabajadores y luchando por su solución. Llamábamos a votar por Allende. Nuestra fuerza crecía. Por ejemplo, logramos que un camarada comunista fuera el presidente del sindicato de Immar, mi vieja y querida empresa, donde aprendí a soldar.

      En el frente campesino, cuando llegó el 4 de septiembre de 1970 teníamos tomados 59 fundos. No eran tomas para exigir tierras, eran para exigir que se cumplieran las leyes laborales con los trabajadores del campo, que se les pagara la previsión social, los días festivos y los reajustes legales. Y ese 4 de septiembre por fin ganamos.

      Fue una alegría inmensa para nosotros. Sabíamos que en el círculo de los empresarios había preocupación y hasta susto, pero nosotros estábamos alegres. No éramos solo nosotros los que mirábamos con optimismo el futuro de nuestra patria. Creo que la inmensa mayoría de nuestro pueblo, sobre todo después de que Radomiro Tomic y la Juventud Democratacristiana reconocieron el triunfo de Allende, miraba con esperanzas lo que venía.

      Espontáneamente se armó una manifestación multitudinaria en la plaza principal de Valdivia, ordenada, tranquila y alegre. Allí escuchamos, por un sistema de parlantes, las palabras que Salvador Allende le dirigía al pueblo en Santiago y a todo Chile, desde un balcón del local de la FECH, la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, en la Alameda, casi al frente del cerro Santa Lucía. Todos escuchábamos en silencio, con una atención profunda y compartida, cada una de sus palabras. Nos llegaba al corazón cuando decía que “la juventud de la patria fue vanguardia en esta gran batalla, que no fue la lucha de un hombre, sino la lucha de un pueblo”.

      Y cómo no emocionarse al recordar lo consecuente que fue con lo que dijo esa noche de victoria:

      Desde aquí declaro, solemnemente, que respetaré los derechos de todos los chilenos. Pero también declaro, y quiero que lo sepan definitivamente, que al llegar a La Moneda, y siendo el pueblo gobierno, cumpliremos el compromiso histórico que hemos contraído de convertir en realidad el programa de la Unidad Popular.

      Y cuando nos advertía sobre lo que se venía:

      Si la victoria no era fácil, difícil será consolidar nuestro triunfo y construir la nueva sociedad, la nueva convivencia social, la nueva moral y la nueva patria. Pero yo sé que ustedes, que hicieron posible que el pueblo sea mañana gobierno, tendrán la responsabilidad histórica de realizar lo que Chile anhela para convertir a nuestra patria en un país señero en el progreso, en la justicia social, en los derechos de cada hombre, de cada mujer, de cada joven de nuestra tierra.

      Nos llamó a comportarnos esa noche y en el futuro cercano:

      Yo les pido que esta manifestación sin precedentes se convierta en la demostración de la conciencia de un pueblo. Ustedes se retirarán a sus casas sin que haya el menor asomo de una provocación y sin dejarse provocar. El pueblo sabe que sus problemas no se solucionan rompiendo vidrios o golpeando un automóvil. Y aquellos que dijeron que el día de mañana los disturbios iban a caracterizar nuestra victoria, se encontrarán con la conciencia y la responsabilidad de ustedes. Irán a su trabajo mañana o el lunes, alegres y cantando, cantando la victoria tan legítimamente alcanzada y cantando al futuro.

      Les pido que se vayan a sus casas con la alegría sana de la limpia victoria alcanzada y que esta noche, cuando acaricien a sus hijos, cuando busquen el descanso, piensen en el mañana duro que tendremos por delante, cuando tengamos que poner más pasión, más cariño, para hacer cada vez más grande a Chile y cada vez más justa la vida en nuestra patria.

      A la lealtad de ustedes, responderé con la lealtad de un gobernante del pueblo; con la lealtad del compañero presidente.

      Y no hubo el menor desmán, ni en Valdivia ni en todo Chile. Siguiendo sus recomendaciones, nos retiramos a celebrar en nuestras casas, con tremenda alegría y con mucha conciencia de la responsabilidad con que tendríamos que afrontar las tareas que se venían por delante. Era un sentimiento de felicidad tan profunda que sumíamos con tanta seriedad, que es difícil describirlo. Mi madre, la dueña de la casa donde celebramos la victoria, estaba dichosa.

      Y cuando recuerdo su dicha no puedo dejar de decir que uno de mis motivos de satisfacción más grande son las circunstancias que vivíamos cuando murieron mis padres, las que hicieron que ambos se fueran felices. Mi padre se marchó después de conocer la derogación de la ley maldita, mientras se preparaba para celebrar. Mi madre lo hizo después de haber vivido la victoria electoral de esa causa por la que lucharon juntos y a la que sumaron a todos sus hijos.

       Anexo

       Viva Chile Mierda

       Fernando Alegría

      Cuando al alba sale el huaso a destapar estrellas

       y, mojado de rocío, enciende el fuego en sus espuelas

       cuando el caballo colorado salta la barra del mar

       y se estremece el lago con una lenta bruma de patos,

       cuando cae el recio alerce y en sus ramas cae el cielo:

       digo con nostalgia ¡VIVA CHILE MIERDA!

       Cuando el buzo ilumina su escafandra

       y las ballenas se acercan a mamar en el vientre de las lanchas

       cuando cae al fondo del océano la osamenta de la patria

       y como vaca muerta la arrastra la ola milenaria

       cuando explota el carbón y se enciende la Antártida:

       digo, pensativo, ¡VIVA CHILE MIERDA!

       Cuando se viene el invierno flotando en el Mapocho

       como un muerto atado con alambres, con flores y con tarros

       y lo lamen los perros y se aleja embalsamado de gatos

       cuando se lleva un niño y otro niño dormidos en su escarcha

       y se va revolviendo sus grises ataúdes de saco:

       digo enfurecido ¡VIVA CHILE MIERDA!

       Cuando en noche de luna crece una población callampa

       cuando se cae una escuela y se apaga una fábrica

       cuando fallece un puerto en el Norte y con arena lo tapan

       cuando Santiago se apesta y se oxidan sus blancas plazas

       cuando se jubila el vino y las viudas empeñan sus casas: