Los Elementales. Michael McDowell. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Michael McDowell
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9789509749450
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India terminó de desempacar, cerró la valija y la deslizó bajo la cama. Se sentó frente al tocador y Luker empezó a tomarle fotos con su reflejo.

      —Párate junto a la ventana —dijo unos segundos después—. Quiero tener el golfo de fondo.

      Pero en vez de ir a la ventana que daba al agua, India se paró junto a otro marco y miró hacia la tercera casa, a pocos metros de distancia. Un cuadrado de arena imperturbable separaba las dos mansiones.

      —No puedo dejar de pensar en esa casa —dijo India—. ¿Quién es el dueño? ¿Pertenece a los Savage?

      —Creo que… —dijo Luker dubitativo.

      —Es una locura. Hay solo tres casas en Beldame y hace treinta años que vienes aquí… ¿y no sabes quién es el dueño de la tercera casa?

      —No.

      Luker no paraba de tomarle fotos; se movía rápido para captarla desde distintos ángulos. Más específicamente desde ángulos que no tuvieran como fondo la tercera casa, advirtió India.

      —Bajemos a sentarnos afuera. Quiero que me cuentes cosas de Beldame. Prácticamente has mantenido este lugar en secreto para mí. ¡Nunca me dijiste que teníamos algo tan maravilloso!

      Luker asintió y pocos minutos después estaban sentados en la hamaca que colgaba de la cúpula sudeste de la galería. Desde allí solo veían el golfo y, si se daban vuelta, la casa de los Savage; pero era imposible ver la tercera casa desde esa esquina de la galería. India aplaudió un mosquito entre sus manos y preguntó:

      —¿Cuándo se construyó Beldame?

      —El tatarabuelo de Dauphin construyó las tres casas en 1875. Una para él y su segunda esposa, otra para su hermana y el marido, y otra para su hija mayor y el esposo. Y todos tuvieron hijos. Probablemente decidió utilizar el mismo plano para todas las casas para evitar discusiones sobre a quién le había tocado la mejor… O tal vez fuera tacaño y nada más. Por supuesto que no era barato conseguir mano de obra y materiales en 1875. Deben haber traído todo en barco desde Mobile, supongo, o desde Pensacola. Ojalá supiera más sobre los detalles de la construcción… eso sería lo más interesante de todo. Quizá Dauphin sepa dónde están los registros: los Savage jamás se deshacen de nada. —Luker miró de reojo a su hija para ver si seguía interesada en la historia. India comprendió y asintió para que continuara con el relato—. De todos modos —prosiguió—, las tres familias acostumbraban permanecer aquí desde mediados de mayo hasta mediados de septiembre. Debían ser unos veinte, sin contar a los sirvientes e invitados. No porque este lugar fuera mucho más fresco en verano, sino porque Mobile era insalubre. Muchísima gente moría de fiebre de los pantanos. Y las casas fueron pasando de una generación a otra en la familia Savage. Durante la Depresión se vendieron dos, esta y la tercera… Aunque, si quieres saber mi opinión, te diré que los Savage fueron unos tontos al no conservar esta, la que mira al golfo. Lawton y Big Barbara la recuperaron en 1950 de una gente apellidada Hightower, que les debía dinero. Lawton aceptó la casa como pago… o parte de pago. Empezamos a venir todos los años y nos quedábamos casi todo el verano con Big Barbara. En aquella época Big Barbara y Marian Savage se hicieron grandes amigas. Y quedaron embarazadas de Leigh y Mary-Scot al mismo tiempo. Y por supuesto que Dauphin, Darnley y yo nos pasábamos el día entero jugando. Darnley era de mi misma edad.

      —¿Así que en aquella época tampoco se quedaba nadie en la tercera casa?

      Luker sacudió la cabeza.

      —No desde que yo vengo aquí. No siempre estuvo cubierta de arena como ahora, por supuesto. No creo que hayan pasado veinte años desde que eso empezó. Antes, el lugar estaba cerrado y no venía nadie. No recuerdo exactamente cuál era la historia. La casa se vendió durante la Depresión, como te decía, y la gente se quedaba aquí. Pero no se quedaban mucho… creo que era eso. Compraron la casa, pero nunca la usaron, y, cuando los Savage recuperaron parte de su dinero en la Segunda Guerra, creo que compraron de vuelta la casa. Fue más o menos así: Dauphin podrá darte mayores detalles.

      —¿Por qué dejaron de venir los que compraron la tercera casa? ¿Ocurrió algo?

      —No lo sé —dijo Luker encogiéndose de hombros—. No recuerdo la historia. Es raro volver a pensar en todo esto, veo que he olvidado muchísimas cosas. Después de venir aquí varios años seguidos nacieron Leigh y Mary-Scot, y unos años después Darnley empezó a pasar los veranos en un campamento de veleros en Carolina del Norte. Fue entonces cuando nos hicimos íntimos con Dauphin. Yo le llevo tres años. Es gracioso que la llamemos la tercera casa, pero siempre la llamamos así. Antes me daba mucho miedo, y a Leigh también. Por eso mi dormitorio está donde está… porque desde allí no se ve la casa. Tenía miedo de despertar en mitad de la noche y mirarla, temía que hubiera algo viviendo allá adentro.

      —Pero me instalaste en una habitación que mira a esa casa —dijo India.

      —Pero tú no tienes miedo —dijo Luker—. Te crie para que no temieras esa clase de cosas.

      —¿Hay mucha más arena ahora que cuando estuviste por última vez?

      Luker titubeó antes de responder. Mató una pulga de la arena que tenía en el brazo.

      —No lo sé —dijo—, tendría que ir a ver.

      —Vayamos —dijo India—. Quiero ver cómo es. Trae tu cámara para tomar fotos. Tal vez si entramos podrás tomarme fotos en una habitación llena de arena hasta la mitad… ¡sería genial!

      —Ah —dijo Luker con suavidad—. No te apresures tanto, India. Tenemos todo el tiempo del mundo. Hay tan pocas cosas para hacer en Beldame que quizá te convendría ahorrar algo de entusiasmo para cuando estés realmente aburrida. —Apoyó los pies contra las tablas del piso e impulsó la hamaca en un ancho arco lateral. Por la ventana abierta de la casa Savage escuchaban a Odessa acomodando los víveres en los estantes de la cocina.

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