La Filosofía en Quito colonial 1534-1767. Samuel Guerra Bravo. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Samuel Guerra Bravo
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9789978774946
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para la nueva filosofía y para las ciencias experimentales. Estas ideas modernas configuraron no sólo un nuevo ambiente científico-filosófico capitalizado a principios del siglo XIX por José Mejía Lequerica, sino también una nueva realidad social que encontró su forma de expresión en las guerras de independencia.

      Según los datos más probables, fue en el Estudiantado de los dominicos donde se implantó la Filosofía como actividad académica. Estos inicios están ligados al nombre del padre fray Rafael de Segura, quien parece haber estado en Quito desde 1533. Dice el padre Vargas (1942, p. 33):

      La presencia del P. Segura en Quito nos hace sospechar que la enseñanza en nuestro convento comenzó aún ates de 1550 y que el capítulo provincial celebrado este año, no hizo sino declarar formales los estudios hechos en nuestro Estudentado.

      En 1559 se celebró en Lima el primer capítulo intermedio de la Provincia Dominicana del Perú. Entonces se ordenó:

      que se recibiesen novicios en todos los conventos, como no fuesen descendentes de moros, ni de indios, ni mestizos, que son hijos de indias y españoles y negras hasta la cuarta generación inclusive, y que los recibidos, purificados de estas condiciones se remitan a los conventos de Lima, Cuzco o Arequipa, para que allí hiciesen su noviciado. (Meléndez, 1682, en Vargas, 1942, 31)

      En este capítulo no se menciona al Convento de Quito, sin embargo,

      en el mismo capítulo intermedio de 1559, se pensó ya seriamente en la necesidad de abrir canónicamente Noviciado y entablar estudios en el convento de Quito, comisionando para ello a uno de los mejores religiosos y entre ellos al Padre Fray Rafael de Segura, Catedrático que había sido de la Real Universidad de Lima, para que en el de Quito comenzase a entablar los estudios. (Meléndez, 1682, en Vargas, 1942, 32)

      El padre fray Jarónimo de Cervantes, quien fue asignado al Convento de Quito hacia 1561 y que sucedió al padre Segura en el Vicariato provincial, “con ayuda de los mitayos mejoró la habitación de los religiosos y adaptó, siquiera provisionalmente, un local para el establecimiento del noviciado”. (Meléndez, 1682, en Vargas, 1942, 36). A finales de 1564 llegó a Quito el padre fray Alonso Gasco, nombrado Prior del Convento y profesor oficial del Estudentado. Este religioso “abrió inmediatamente el año escolar con la enseñanza de la filosofía a nuestros primeros estudiantes, siendo aquí el primer profesor que entabló formalmente los estudios eclesiásticos. Hasta 1566 su magisterio no salió de los claustros conventuales de Santo Domingo”. (Meléndez, 1682, en Vargas, 1942, p. 38)

      En abril de 1566 llegó el segundo obispo de Quito fray Pedro de la Peña.

      El Señor de la Peña había respirado el ambiente teológico creado en Salamanca y Valladolid por Francisco de Victoria y Domingo de Soto, y mantenido luego por Domingo Bañez y Merchor Cano. Cuando estuvo aun en España, se promulgó ya el Consilio de Trento en todas las Iglesias de la Península. Apenas llegado a Quito, hizo dar lectura desde el púlpito a las decisiones conciliares, subrayando con comentarios las que más interesaban a la Iglesia Quiteña. (Vargas, 1962, p. 66)

      Justamente, en cumplimiento de una de las disposiciones del Concilio de Trento, el obispo De la Peña organizó un ensayo del Seminario con estudios de Teología y Gramática. La Teología la impartía el padre fray Alonso Gasco en la Catedral con dos clases diarias, una de Sacramentos y otra de Casos de Conciencia. La Gramática latina la enseñaba el maestro Juan González. Asistían a este primer esbozo de Seminario “frailes de todas las órdenes seglares” (Colección Vacas Galindo, 1950, vol. 7), además los miembros del Cabildo eclesiástico y, a veces, el obispo mismo.

      Las clases de este primer esbozo del Seminario se recibieron después en el mismo Estudentado del convento dominicano. Al padre Gasco sucedió el padre fray Juan de Aller, quien, además de prior, fue Maestro de estudiantes y lector de Teología.

      En Quito estuvo (el P. Aller) hacia mediados de 1572. Desde su llegada se hizo cargo del curso de filosofía en nuestro Estudentado y fue el formador intelectual de nuestros mejores religiosos nacionales y de los primeros sacerdotes seculares. Discípulos suyos en las clases dictadas en Santo Domingo fueron el P. Bedón y los Presbíteros Diego Lobato, Alonso Aguilar, Gonzalo de Saavedra, Francisco Rodríguez y el que andando el tiempo llegó a ser el Dean Solmirón. (Vargas, 1942, p. 43)

      Según Meléndez (1682, Libro I, Capítulo II; en Vargas, 1942, p. 42), el padre Aller “fue uno de los hombres más doctos que tuvo en su tiempo la religión”.

      El Capítulo provincial de 1573 designó como Vicario de Nación de la Provincia de Quito al padre fray Antonio de Hervias. Este fraile había sido discípulo de Melchor Gano y Domingo Soto y condiscípulo de Domingo Bañez, en la Universidad de Salamanca. Había enseñado Artes en la Provincia de Catilla y en 1565 había sido nombrado Maestro de Estudiantes de la Universidad de Ávila. En Lima fue profesor de Teología, Regente de Estudios, Prior del Convento y Calificador del Santo Oficio. En febrero de 1574 se encuentra ya en Quito y enseña Teología en el Convento de San Pedro Mártir, como se desprende del testimonio que el padre Bedón dio en favor del presbítero Diego Lobato, en 1591:

      (Diego Lobato) se ha ocupado de los estudios que ha habido en esta ciudad y Convento de Santo Domingo de la Orden de este testigo, de artes, lógica y filosofía, las cuales dichas artes y facultades oyó el susodicho del P. Presentado Fray Juan de Aller, y fue condiscípulo de este testigo y en la Facultad de Artes de Teología las oyó así mismo de dicho Fray Juan de Aller y del Maestro Fray Antonio de Hervias, Obispo que al presente es de la Gobernación de Cartagena. (Meléndez, 1682, Libro I, Capítulo II; en Vargas, 1942, p. 42)

      Y el mismo Diego Lobato, en calidad de testigo de la probanza procurada por el clérigo Alonso de Aguilar en diciembre de 1579, dice:

      Desde pequeño se crió (Alonso de Aguilar) en el servicio de esta Santa Iglesia y el en excercicio de todas las buenas letras que por acá ha habido y se han leído en esta ciudad, las cuales el dicho D. Alonso ha oído como son Gramática, Artes, Teología Moral, que leyeron en esta ciudad Fray Alonso Gasco y Fray Antonio de Hervías, Priores de Monasterio de Santo Domingo de esta ciudad y el señor Obispo de ella. (Vargas, 1974, p. 33)

      Por su parte el padre fray Pedro Bedón luego de concluida la Filosofía y los primeros años de Teología fue enviado a Lima (1577) para que obtuviera títulos académicos en la Universidad de dicha ciudad. A mediados de 1586 estuvo en Quito ya de regreso y parece que inmediatamente se dedicó a la enseñanza en el Estudiantado, puesto que se le consideraba “el único (criollo) capaz de alternar con los españoles en la dirección de los estudios” (Vargas, 1965, p. 34). En una petición de Universidad para Quito que el padre Bedón envió al rey en 1598, se refería expresamente a sus años de enseñanza:

      El bien que se sigue de que estudien los que nacen en esta tierra se ve por experiencia en los que de ella han ido a estudiar en Lima y vuelto aquí muy aprovechados en Letras y en otros que ha cursado los estudios particulares que hemos tenido en este Convento, donde yo he leído Artes y Theología por tiempo de trece años y en el Nuevo Reino cuatro años, donde he tenido muchos discípulos que ahora hacen mucho fruto entre los naturales… (En Vargas, 1965, p. 59).

      El Estudentado del Convento Dominicano de Quito era considerado como “Estudio General”, aunque sin ratificación por parte del rey. Esto quería decir –en ese momento- que los estudios eran formales, rigurosos y válidos para la formación sacerdotal. Eran, por supuesto, estudios académicos, pero no tenían carácter público ni reconocimiento “oficial” (real), ni se conseguían grados con ellos. Solo con los Jesuitas se lograría todas estas características en el siglo XVI.

      En cuanto al plan de estudios dice el padre Vargas:

      Tanto por la legislación general de la Orden cuanto por los textos manuscritos que han dejado nuestros Padres, se deduce que el curso de filosofía duraba tres años y cuatro