La venganza de un duque. Noelle Cass. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Noelle Cass
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788418616235
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de pijama. El sirviente asintió e hizo lo que su patrón le ordenaba.

      Diez minutos después, Jeremy se sumergió en la bañera de agua caliente y se relajaba. Diciéndose que tenía que averiguar el paradero de Gina e ir a buscarla, porque no iba a dejar que escapara de él tan fácilmente. Y desde luego, no iba a permitir que ningún otro hombre se la arrebatara, prefería verla muerta antes que al lado de otro hombre.

      Jeremy no sabía por qué una simple doncella lo obsesionaba tanto, pero algo muy dentro de él le decía que esa mujer no siempre había sido una sirvienta, pues en ella se veía un porte regio, elegancia y buenos modales. Y por eso tenía que hacerla suya al precio que fuese.

      Cuando el agua de la bañera comenzó a enfriarse, llamó a Travis, el ayuda de cámara, para que le pasara una toalla para secarse. Después de secarse, se vistió con ropa limpia, mientras dos lacayos vaciaban la bañera y la sacaban del dormitorio. Cuando todo estuvo recogido, dio orden de que nadie lo molestara hasta la hora de la comida, y se acostó en la cama, pensando cómo iba a lograr que Gina volviera a su lado. Y la única solución que veía, era que él contratara a un detective que lo ayudara a dar con el paradero de Gina, con esa idea en mente, se quedó profundamente dormido.

      Para Holly, el día fue pasando lentamente, porque con el paso de las horas, su angustia por la ausencia de Gina iba en aumento. Porque sabía qué intenciones tenía Graystone con la joven, y tenía el presentimiento de que ese hombre le iba a hacer mucho daño; se lamentaba porque ella no podía hacer nada para ayudarla, aunque quisiera, no tenía ni idea de a dónde se la podría haber llevado.

      Ni siquiera tenía ánimos para comer, porque los nervios la devoraban por dentro, y debían haber confiado en la familia para resolver el problema, ya que ellas habían fracasado a la hora de intentar solucionarlo a su manera, y además, conscientes de que el duque se encontraba entre los invitados de los condes.

      Por lo menos, mientras atendía a Dolly estaba distraída, y eso evitaría que se volviera loca de la angustia. Esa misma noche, cuando la anciana se quedara dormida, escribiría la carta a sus hijos y al día siguiente haría que uno de los sirvientes la pusiera en el correo, y esperaba que no fuera demasiado tarde para cuando la recibieran.

      El carruaje donde viajaban Nolan y Gina de regreso a Londres había hecho cuatro paradas a lo largo del trayecto para que los caballos descansaran, repusieran fuerzas y bebieran agua. Mientras, en el interior del carruaje, seguía reinando el silencio y no se había vuelto a decir ni una sola palabra desde que dejaron la pensión en la que se habían apeado a desayunar.

      Ya era noche cerrada, cuando el carruaje entró en Londres. Nolan estaba deseando llegar a la mansión, darse un buen baño para quitarse el polvo del camino, y acostarse a dormir varias horas, porque se encontraba tan cansado que estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para mantenerse despierto, pues temía que Gina aprovechara cualquier despiste para huir de él, aunque sabía que la amenaza de esa mañana había surtido efecto en ella.

      Gina, cortó el hilo de los pensamientos de Nolan, al decir:

      —Excelencia, quiero que me llevéis a St. James House para ver a mi padre y a mis primos, necesito ver con mis propios ojos que están bien.

      —Ya te he dicho que no, vas a tener que confiar en mi palabra.

      —Y yo no confío en vos, después de la forma en que me habéis secuestrado de Éxeter.

      El rostro de Nolan se contrajo en una mueca de contrariedad, mientras levantaba una mano para hacer callar a Gina.

      —Mira, Gina. Estoy demasiado agotado para discutir contigo. Ya te he dicho que no vas a ver a tu familia y es mi última palabra.

      —¡No sois nadie para decirme lo que puedo o no puedo hacer! —exclamó ella, indignada.

      —Gina, estoy empezando a hartarme de tus exigencias.

      —Estupendo, así podréis ordenar que detengan el carruaje y regresaré a mi casa.

      Nolan torció la boca en un gesto de desdén.

      —¿Piensas que soy tan idiota para dejar que te vayas?

      —Sí, lo haréis. Antes de que os acusen por secuestro y os condenen a la horca por ello.

      —No seas ingenua, Gina. No cuelgan a ningún hombre por tener una amante.

      —Sí, si está obligada a serlo a la fuerza.

      —No irás a ver a tu familia, y es mi última palabra. Por tu bien, es mejor que tengamos la fiesta en paz.

      —¡Os juro que algún día pagaréis muy caro por todo esto! —exclamó ella, furiosa entre dientes. Mientras, por dentro hervía de la rabia, porque había perdido la última esperanza de pedir ayuda a su familia.

      Casi cuarenta y cinco minutos más tarde, el carruaje atravesó el portón de la entrada de la mansión, y minutos después, se detuvo al lado de la entrada donde un lacayo los esperaba para abrirles la puerta y ayudarlos a apearse. Mientras Gina y Nolan bajaban, del interior de la casa salió el mayordomo con otro de los lacayos y le daba instrucciones para que bajara el equipaje y lo dejara en el vestíbulo, a la espera de saber cuál era el dormitorio que Nolan iba a asignar a la mujer que lo acompañaba.

      Ya dentro, Nolan presentó a Graves a Gina, y le dijo que cualquier cosa que necesitara se la pidiera al mayordomo.

      Gina se lo quedó mirando fijamente mientras pensaba, y luego dijo:

      —Excelencia, en realidad, hay algo que os quiero pedir a vos, y que a mí me haría muy feliz.

      —Por favor, Graves, que suban mi equipaje a mis aposentos, y el de la dama a uno de los dormitorios de invitados. —E hizo un gesto para que los dejaran a solas.

      —¿De qué se trata?

      —Excelencia, me haría muy feliz que permitáis que Cassy, mi doncella, venga a atenderme.

      —Tendré qué pensármelo. Porque quiero estar seguro de que no tienes intenciones ocultas al querer que esa mujer venga a mi casa. Es una de tus sirvientas y no dudo de que esté dispuesta a hacer lo que sea para ayudarte a escapar.

      —Os juro que no tengo nada que ocultar, excelencia. Os lo pido porque ella me conoce desde hace años, y solamente me encuentro a gusto con ella.

      Nolan se quedó largo rato en silencio, luego dijo:

      —Te prometo que lo pensaré. Ahora, sube a tu habitación a bañarte y a descansar. Graves te acompañará a tu dormitorio para que te instales.

      Gina asintió, y poco después, seguía al mayordomo escaleras arriba, mientras observaba la lujosa decoración de la mansión, y tuvo que reconocer que estaba decorada con muy buen gusto y preciosa.

      Cuando llegaron a la puerta de la habitación que le habían asignado, Graves la abrió y le hizo un gesto para que entrara. Gina entró, y se quedó asombrada, al ver la bonita decoración. Por unos minutos, se quedó plantada en el sitio mientras recorría la estancia con la mirada. El dormitorio era muy amplio, presidido por una gran cama de dosel de madera blanca, y cortinas de seda de color lila claro. Al lado, había dos mesillas de noche también blancas, a la derecha había una cómoda con espejo, y un gran armario. También tenía amplios ventanales con cortinas de un color lila más oscuro. Y diciéndose que a partir de ahora ese iba a ser su refugio, porque Graystone estaba loco si pensaba que ella iba a compartir su cama con él.

      El mayordomo la dejó a solas. Y Gina fue a sentarse a la cama, deseando que el duque accediera a que Cassy se pudiera quedar con ella. Con su doncella en la mansión, Gina sería capaz de soportar mucho mejor la situación en la que se encontraba, pues su doncella la ayudaría a no volverse loca, ya que en esa casa no podría contar con ningún aliado.

      En cuanto Gina subió las escaleras, Nolan llamó a Shelby, una de las doncellas, y le dio órdenes precisas para que no perdiera de vista a Gina en ningún momento. Incluso mandó poner un camastro para que la doncella durmiera en los mismos aposentos que Gina. La sirvienta asintió, y cumplió con lo