Francisco de Asís. Raniero Cantalamessa. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Raniero Cantalamessa
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788428835039
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Él sigue la elección de su corazón, pero, cuando ha encontrado lo que busca, entonces va de puerta en puerta con sus cantos y discursos, proclamando que todos deben admirar al héroe como lo hace él, estar orgullosos del héroe como lo está él. Este es su oficio, su humilde acción, este es su fiel servicio en la casa del héroe 6.

      El héroe del que se habla en este texto es Abrahán, y el poeta es él mismo, Kierkegaard. Sin embargo, la imagen es todavía más verdadera si se aplica a la relación entre Francisco y Cristo. Francisco fue realmente el genio de la admiración y de la imitación de Cristo. Ha encontrado en este hecho la razón de su vida y la fuente de su «perfecta alegría». El historiador de la cultura Jaroslav Pelikan ha escrito:

      Si se hiciera un sondeo de opinión para preguntar a un grupo de personas serias y cualificadas: «¿Qué figura histórica, en los dos mil años transcurridos, ha personificado más plenamente la vida y la enseñanza de Jesucristo?», la respuesta más frecuente sería, ciertamente, Francisco de Asís. Esta respuesta sería, entre otras cosas, aún más frecuente si las personas encuestadas no estuvieran afiliadas a ninguna Iglesia 7.

      Es conocida la definición de Francisco de Asís como alter Christus, «otro Cristo». La expresión nunca fue entendida en el cristianismo en el sentido de un «segundo» Cristo, sino en el sentido de una perfecta imitación de Cristo. El dicho de Jesús: «No hay discípulo más grande que su maestro» (Mt 10,24) no se aplica ciertamente a todos los casos (Rafael, Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y tantos otros superaron a sus maestros), pero se aplica ciertamente a la relación entre Cristo y sus discípulos.

      Todo esto tiene una confirmación en lo que sabemos de Francisco, tanto por sus escritos como por los escritos de sus primeros biógrafos. Toda su vida no es otra cosa que la puesta en acto de la intuición tenida en el momento de su conversión y puesta al comienzo de la Regla de su Orden: «Vivir según la forma del santo Evangelio». Los estigmas que al final de la vida, en el monte de la Verna, aparecieron impresos en la carne de Francisco siempre fueron vistos como un sello que autentificaba su perfecta conformidad a Cristo.

      Si se prescinde de Cristo, se vacía de sentido la figura de Francisco. Todo en él llega a ser, en cierto sentido, falso. Sería imposible considerarlo un genio religioso, puesto que toda su vida descansaría en un malentendido, en un creer ser lo que no se es. La sinceridad de la intención no bastaría para rescatar la no verdad de su vida. Francisco de Asís no sería una figura muy distinta de la de Don Quijote.

      Francisco de Asís es un caso ejemplar de genio religioso que se expresa mediante la imitación de un modelo; en otras palabras, de una originalidad que se manifiesta sub contraria species, a través de su contrario, que es la imitación. Pero no es el único caso. A este propósito no puedo dejar de mencionar ampliamente lo que escribe sobre «la lógica de la imitación» Alon Goshen-Gottstein en su estudio programático ya recordado:

      En algunas tradiciones, la imitación desempeña un papel crucial, en otras es menos dominante. Sin embargo, uno se debe preguntar si la lógica de la imitación no es ella misma un rasgo fundamental de una más alta vida religiosa. El genio religioso no solo está en contacto con una visión de la vida más alta, sino que trata también de encarnarla y traducirla en la práctica en la vida o, dicho de otra manera, de hacer la vida actual conforme y en armonía con dicha realidad superior. [...] Aquí se manifiesta la cima del genio al intuir otro orden de la realidad, al intentar fundarlo, lanzándose a sí mismo y al mundo en un movimiento tendente a formar un todo armonioso con la realidad superior vislumbrada [...]. El cristianismo ofrece algunos de los ejemplos más claros de la lógica de la imitación. La imitación de Cristo, o de María, plasma y da forma a la conciencia de dicha realidad superior8.

      En Francisco vemos realizado otro rasgo del genio religioso, también él explicado a continuación del texto citado: el de convertirse él mismo en objeto de imitación o emulación. Prueba de ello es, en nuestro caso, la pléyade innumerable de «santos franciscanos», es decir, de personas que se han hecho santas tomando como modelo a Francisco de Asís.

      El Francisco de todos

      Como habíamos anunciado, pretendo ahora dedicar la mayor atención al Francisco «hombre universal». A la entrada de la ciudad de Asís hay una señal viaria que dice: «Asís, patrimonio de la humanidad». El título fue concedido por la UNESCO a la ciudad también por los tesoros de arte encerrados en ella, pero sobre todo a causa de su ciudadano Francisco, que hace ocho siglos empezó y terminó en ella su historia humana. Dante Alighieri, en la Divina Comedia, sugiere no llamar a este lugar «Ascesis», es decir, Asís, sino «Oriente», puesto que en ella «nació un sol para el mundo» 8. Es sorprendente cómo, a distancia de pocas décadas de la muerte, la figura del Poverello ya había adquirido una dimensión tan universal. ¡Qué impresión debió de dejar su paso para ser comparado con el del sol!

      Con Francisco tenemos la enorme ventaja de partir no de una «presunción» de universalidad, sino de un dato de hecho. Él es un hombre universal. Es conocida la pregunta que un día dirigió uno de los primeros compañeros a quemarropa a Francisco:

      «¿Por qué a ti, por qué a ti, por qué a ti?». San Francisco responde: «¿Qué es lo que quieres decir?». Dijo el hermano Maseo: «Digo, ¿por qué a ti todo el mundo te sigue y toda persona parece que desea verte y oírte y obedecerte? Tú no eres hombre bello de cuerpo, tú no tienes gran ciencia, tú no eres noble, ¿de dónde, pues, que todo el mundo te siga?» 9.

      La pregunta se plantea con mayor razón que en el tiempo del hermano Maseo. En aquel tiempo, el mundo que seguía a Francisco era el mundo muy restringido de la Umbría y de la Italia central; ahora, literalmente, es todo el mundo, a menudo incluso el mundo no creyente o de los creyentes de otras religiones.

      La contraprueba más clara de esta universalidad de Francisco es el hecho de que Asís se ha convertido en el punto de encuentro entre las religiones. Cuatro veces –con Juan Pablo II en 1986 y de nuevo en 2002, con Benedicto XVI en 2011, con el papa Francisco en 2016– la ciudad ha visto reunidos a los representantes de la mayoría de las religiones del mundo para promover la cultura del diálogo y de la paz. Asís ha aparecido como una especie de terreno neutro de encuentro, como si todos se sintieran allí, de algún modo, en su casa, no amenazados en su identidad y alteridad religiosa. Se habla ya del «espíritu de Asís» para indicar la nueva actitud de las religiones entre sí y respecto al mundo.

      La fascinación ejercida por Francisco en vida y después de su muerte, ¿es algo innato o adquirido? En el lenguaje cristiano, ¿es naturaleza o gracia? La respuesta que él dio al hermano Maseo, en la ocasión mencionada anteriormente, dice cuál era, sobre esto, la convicción del interesado:

      ¿Quieres saber por qué me sigue todo el mundo? Pues esto me viene de los ojos del Dios altísimo que en todas partes contemplan a buenos y malos; porque aquellos ojos santísimos no han visto entre los pecadores nadie más vil, ni más insuficiente, ni más grande pecador que yo [...] a fin de que se conozca que toda virtud y todo bien viene de él y no de la criatura.

      La persuasión de Francisco es la misma que la de san Pablo: «Por gracia soy lo que soy» (1 Cor 15,10). Esto parecería excluir a priori que se pueda hablar de él como un genio religioso. La palabra «genio» –del latín gignere, «generar»– indica algo de «congénito», de innato, aunque necesitado, naturalmente, de ser cultivado.

      Un axioma célebre de la teología escolástica nos permite superar esta aparente contradicción: gratia supponit naturam, la gracia supone la naturaleza, construye sobre la naturaleza, no fuera de ella o contra ella. Tocamos aquí el problema, o mejor, el misterio, de la relación entre gracia divina y libertad humana. ¿Qué hay, nos preguntamos, en la naturaleza, es decir, en el carácter y en la personalidad humana de Francisco que ha permitido a la gracia producir en él los frutos que ha producido? ¿Cuál es la parte del «genio» –en el sentido etimológico del término– en su santidad?

      Me parece