Francisco de Asís. Raniero Cantalamessa. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Raniero Cantalamessa
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788428835039
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2. A la contribución principal de Goshen-Gottstein siguen las de otros estudiosos de religiones que con sus observaciones complementan y a veces se plantean como alternativa a los criterios propuestos por él. De ello resulta un estudio de vanguardia que, en mi opinión, merecería él mismo el Premio Templeton por los horizontes que abre a la valoración del factor religioso y al diálogo entre las religiones.

      Creo que la investigación, concebida como estudio preliminar de cara a la definición y a la identificación de los genios religiosos, en realidad ha alcanzado ya su objetivo principal. En otras palabras, creo que el proyecto debería detenerse en esta fase, si acaso ampliándolo y profundizándolo cada vez más, sin tratar de redactar, sobre la base de criterios generales, una lista de nombres que hay que indicar como genios religiosos universales. Ocurriría, en caso contrario, lo que está ocurriendo con la categoría de «Patrimonio de la humanidad» de la UNESCO. Ha terminado por ser aplicada a muchas cosas y muy dispares –¡una de ellas es la dieta mediterránea!–, perdiendo casi todo su significado. Cuando todo, o demasiadas cosas, es patrimonio de la humanidad, nada es ya verdaderamente tal. La categoría resulta abultada, sin contar que, en nuestro caso, quien es considerado un genio religioso de signo positivo en una religión podría parecer de signo opuesto en otra, acabando por ser un factor de división en vez de concordia. Esto no significa rechazar el método propuesto para la investigación sobre los genios religiosos, sino que, por el contrario, se acrecienta, creo, la posibilidad de ser aceptado y utilizado en el momento en que se pasa del concepto de genio religioso a un genio religioso «de carne y hueso».

      Trato de explicar el motivo por el cual considero insuficiente el estudio de un genio religioso hecho solo a partir de criterios generales, aceptables incluso por quienes pertenecen a diversas religiones. Captaría fatalmente lo que del genio religioso es secundario y no lo que para él es primario, y difícilmente podría escapar a la lógica del «mínimo común denominador». No existe, de hecho, un genio religioso en abstracto; existe el genio religioso dentro de una religión y de una cultura.

      Puede ser iluminador, a este respecto, profundizar la analogía que hay entre un genio religioso y la poesía. La poesía es el único arte en sí intraducible. Una pintura, una escultura o una sinfonía son idénticas en el lugar donde nacieron y en el resto del mundo. No necesitan traducción. Una poesía no. La poesía está vitalmente ligada a la lengua en la que se pensó. Algo parecido sucede con los genios religiosos. Ciertamente, en toda verdadera poesía hay un elemento que permanece, incluso traducida a otras lenguas, y que la hace universal, pero nunca será la misma cosa. Algo resulta siempre lost in translation. Así me parece que es la universalidad la que se puede atribuir a un genio religioso.

      Por invitación del promotor de la investigación, acepté aplicar estas convicciones mías a uno de los candidatos más evidentes al título de genio religioso, Francisco de Asís. Partiendo de la analogía entre la santidad y la poesía (redoblada por el hecho de que él fue una y otra cosa, santo y poeta al mismo tiempo), trataré de destacar primero lo que representa Francisco de Asís, leído en la «lengua original», es decir, como cristiano por cristianos, y, en segundo lugar, lo que puede representar traducido a otras lenguas, es decir, para creyentes de otras religiones e incluso para no creyentes. El objetivo de este ensayo nos obliga a dar más espacio al Francisco para todos que al Francisco de los cristianos. Por eso diré solo pocas cosas esenciales a propósito del segundo, para centrarme en el primero, teniendo presente que lo que diré del Francisco de todos se aplica también al Francisco de los cristianos.

      Es necesario explicar primero qué añade la categoría de genio religioso a la de santo con la que Francisco es conocido en el mundo cristiano. La investigación en vigor sobre la categoría de genio religioso ha puesto de relieve algunas particularidades que distinguen al genio religioso de otras categorías, como el santo cristiano, el tsaddiq judío, el sufí del islam, el gurú indio, el bodhisattva budista, etc. 3

      Un célebre pensamiento de Blaise Pascal nos puede ayudar a entender la diferencia entre el santo y el genio religioso. Pascal formuló el célebre principio de los tres órdenes o niveles de la realidad: el orden de los cuerpos o de la materia, el orden del espíritu o de la inteligencia y el orden de la santidad. Una distancia infinita, cualitativa, separa, dice, el orden de la inteligencia de la materia, es decir, al científico o al artista de la persona rica, bella o fuerte; pero una distancia «infinitamente más infinita» separa el orden de la santidad del de la inteligencia, porque está por encima de la naturaleza. Los genios, que pertenecen al orden de la inteligencia, no necesitan de las grandezas carnales y materiales; estas no les añaden nada a ellos. (A Sócrates no le quita nada el hecho de que, según algunas fuentes, fuera deforme; su grandeza es de otro orden.) Así, los santos, que pertenecen al orden de la caridad, «no necesitan de las grandezas carnales ni de las intelectuales, que no les añaden ni quitan nada. Son vistos por Dios y por los ángeles, no por los cuerpos ni por las mentes curiosas: a ellos les basta Dios» 4.

      El genio, como se ve, representa, en esta visión, el segundo nivel de grandeza, inferior al de la santidad. Al músico Gounod se le atribuye la afirmación según la cual «una gota de santidad vale más que un océano de genio». Esta valoración se explica por el hecho de que Pascal considera al genio tal como él se expresa en el marco del pensamiento humano, de la filosofía, de la ciencia y del arte; en su tiempo, aún no existía o no era utilizada la categoría de genio religioso. El genio religioso, cuando está acompañado de perfección moral, puede ser visto como una forma particular de santidad; se trata de un tipo de santidad «genial», es decir, que tiene algunos de los caracteres propios del genio: la novedad, la originalidad, la irradiación, la universalidad.

      Dos observaciones son suficientes, creo, para explicar la diferencia entre santo y genio religioso. El santo puede vivir y morir sin dejar rastro de sí en la historia; la mayoría de los santos pertenece, de hecho, a esta categoría; el genio religioso no. La santidad no es compatible con defectos morales serios y persistentes incluso después de la conversión; no se puede decir lo mismo del genio religioso, y la historia proporciona confirmaciones muy conocidas sin necesidad de mencionarlas. En la praxis de la Iglesia católica, la carencia o las lagunas en una sola de las virtudes cardinales –prudencia, fortaleza, justicia y templanza– excluyen automáticamente a una persona para que sea candidata a la canonización. En otras palabras, no todo santo es un genio religioso, y no todo genio religioso es un santo.

      Un segundo título que podría parecer sinónimo del de genio religioso es el de «doctor», que la Iglesia católica ha atribuido a algunos santos que se han distinguido en el ámbito de la doctrina, como san Agustín y santo Tomás de Aquino, o que han ejercido un magisterio y un influjo espiritual de amplio alcance, como santa Catalina de Siena, santa Teresa de Jesús o santa Teresa del Niño Jesús. Las dos categorías tienen diferentes rasgos en común, pero no se identifican, aunque muy a menudo se encuentran reunidas en la misma persona. Lo que distingue al genio religioso del doctor de la Iglesia es su universalidad, es decir, la capacidad de hablar también fuera del círculo que profesa un determinado credo religioso. Francisco de Asís fue un genio religioso, pero no un doctor de la Iglesia. Él mismo se consideraba, y lo era de hecho, hombre «simple e iletrado» 5.

      La misma carencia de universalidad distingue al genio religioso del mártir. El mártir muere para permanecer fiel a su particular credo religioso, distinto del de otras religiones, y no pocas veces muere precisamente a manos de quienes pertenecen a otras religiones. Podrá ser admirado fuera de la propia religión, pero difícilmente tomado como modelo.

      El Francisco de los cristianos

      Pasamos, pues, a considerar, en primer lugar, el Francisco de los cristianos. Un pensamiento de Søren Kierkegaard ayuda a entender lo que Francisco era a sus ojos y representa hoy a los ojos de un cristiano y, en particular, de un católico. Escribe el filósofo:

      Ese Dios que ha creado al hombre y a la mujer, igualmente ha formado al héroe y al poeta o al orador. Este no puede hacer lo que hace aquel; él puede solo admirar, amar, alegrarse con el héroe. No obstante, también él es feliz, no menos que aquel. En efecto, el héroe es su mejor esencia, aquello de lo que está enamorado, feliz de no serlo él mismo. De modo que su